La caída del Rey Flor, el narco que considera que la Cannabis sativa es una "planta sagrada"
En su indagatoria dijo que su fin era proveer a laboratorios medicinales con "materia prima de calidad"; contaba con sofisticadas instalaciones para la producción de marihuana
Cuando los detectives de la Policía de la Ciudad irrumpieron en el departamento que alquilaba en Las Cañitas repetía: "No hice nada, yo no hice nada". Después, según pudo reconstruir LA NACION de fuentes de la investigación, intentó una explicación: "Hago esto desde que me fundí". Una vez esposado, Christian Pablo Ferrer, de 41 años, calló. Durante su indagatoria solo dijo que, para él, la Cannabis sativa es una planta sagrada y que su intención, a futuro, es atender a laboratorios ofreciendo "materia prima de calidad".
A Ferrer, conocido como el Rey Flor, el juez federal Sebastián Casanello lo procesó sin prisión preventiva por comercio de estupefacientes. El fallo fue confirmado por la Sala I de la Cámara Federal.
El día que Ferrer fue detenido en Las Cañitas, los detectives de la División Precursores Químicos de la Policía de la Ciudad descubrieron, en un inmueble de Lanús, tres invernaderos; secuestraron 441 plantas de cannabis y casi un kilo y medio de cogollos de marihuana.
Según los investigadores, Ferrer se caracterizaba por la calidad del producto que producía y distribuía. Sus flores de marihuana se vendían en Puerto Madero , Núñez, Belgrano y Olivos . Los invernaderos estaban en Hipólito Yrigoyen al 450, frente a la estación de trenes de Lanús , dos en la planta baja y otro en el primer piso. En la propiedad funcionaba una escuela de artes y oficios.
Un jefe policial afirmó que Ferrer había diseñado un sistema para que las plantas de Cannabis sativa "sintieran" que estaban al aire libre y "no se estresaran". La instalación eléctrica estaba montada sobre un sistema de poleas y andamios para manejar las alturas de los reflectores según las necesidades.
El Rey Flor, según las fuentes consultadas, cuidaba mucho la calidad de las flores de marihuana. Sus productos eran de "primera". Vendía, entre otras, "la choco", que cuando se fumaba tenía gusto a chocolate.
"Ha quedado demostrado que la siembra y el cultivo de las plantas de marihuana indiscutiblemente eran para su empleo en la comercialización del material estupefaciente, es decir que aquella maniobra no era más que un eslabón en la cadena de tráfico", sostuvo Casanello en su procesamiento.
Cajas rotuladas
Según pudieron reconstruir los investigadores, Ferrer vendía las flores de marihuana en cajas plásticas de cinco, diez y 25 gramos. "La caja de cinco la cobraba a 2400 pesos y la de 25, a 9900. Las cerraba con una selladora de calor y las rotulaba según sus características", contó a LA NACION un detective que estuvo tras los pasos de Ferrer desde noviembre de 2017.
El 18 de noviembre pasado, el personal de la División Precursores Químicos de la Policía de la Ciudad detuvo al padre del Rey Flor: Abelardo Ferrer, de 74. Fue procesado, con prisión preventiva domiciliaria. Los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, de la Sala I de la Cámara Federal, confirmaron su procesamiento, pero lo consideraron partícipe secundario y no autor del delito de comercio de estupefacientes.
Abelardo Ferrer se negó a responder preguntas en su indagatoria. Con respecto a las plantas de marihuana que le secuestraron, solo aclaró que "se las había solicitado a su hijo para poder involucrarse en el tema relacionado al aceite de cannabis para cuando fuese legal, dado que había sido testigo de muchas curaciones a raíz de la utilización de dicho aceite".
Movimiento nocturno
La causa que derivó en la detención del Rey Flor se inició por el desprendimiento de otro expediente judicial por el cual fue detenido un dealer que vendía droga sintéticas en inmediaciones de una disco porteña. Ese sospechoso fue procesado y parte de las actuaciones fueron elevadas a juicio.
La investigación siguió con el análisis de la información surgida del teléfono celular de ese imputado. Se descubrió una serie de mensajes vinculados con la venta de drogas. Los detectives policiales y judiciales llegaron hasta Jorge Juri, un presunto proveedor.
Con "las tareas de campo se logró advertir que Juri comercializaba estupefacientes a bordo de un taxi y que luego continuó con dicha actividad en su Ford Eco Sport. El modus operandi que desplegaba Juri consistía en recibir los pedidos de sus clientes mediante mensajes de texto: corroboraba si contaba con stock suficiente y entregaba la mercadería en su automóvil", afirmó Casanello en la resolución en la que procesó a los Ferrer, a Juri y a otros tres sospechosos.
Faltaba identificar al proveedor de las flores de marihuana que comercializaba Juri. Ese era, según el expediente judicial, Christian Ferrer. Pero para llegar a él, la Policía de la Ciudad debió hacer un trabajo meticuloso y con varios frentes.
Juri, según explicaron fuentes policiales, se comunicaba con cierta frecuencia a un mismo número telefónico. Pero la persona que usaba esa línea fue difícil de identificar. Usaba un sistema prepago cuyo titular no estaba registrado.
De las escuchas surgió que Juri y su interlocutor se reunían en un restaurante de Banfield. Uno de los encuentros fue seguido de cerca por detectives policiales. Fue el punto de inflexión para identificar al hombre detrás de la línea telefónica. "Tomamos nota de la patente del vehículo del interlocutor de Juri. Averiguamos que la empresa aseguradora tenía contratada una firma de rastreo satelital donde el sospechoso había dejado un número telefónico de referencia. No era la línea que usaba para comunicarse con Juri, que solo tenía para hablar con él. Esta otra línea la utilizaba más seguido", sostuvo un detective de la Policía de la Ciudad.
A partir de la segunda línea telefónica los investigadores obtuvieron el dato de que el interlocutor de Juri se llamaba Christian o Pablo. Se lo mencionaba de las dos maneras. En una de las comunicaciones entre el sospechoso y Juri, el Rey Flor le propuso juntarse en una plaza cerca de donde él hacía un curso.
Fue así como un detective de la Policía de la Ciudad fue hasta la dirección que había mencionado el interlocutor de Juri y buscó lugares donde se dictaran cursos. Así llegó hasta la Fundación Vocación Humana, en Aráoz 1942, Palermo, y logró ponerle nombre y apellido al interlocutor del dealer de la disco: Christian Pablo Ferrer.
Después, fue cuestión de profundizar la pesquisa y llegar hasta los invernaderos. Incluso se le descubrió una oficina en la que tenía toda la información sobre cómo sembrar y cuándo cosechar, además de anotaciones sobre sus miedos y debilidades, en las que había escrito que su temor era ir preso. Ahora está libre, pero procesado.
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