
Robledo Puch salió de la cárcel por un día después de 44 años preso
Se sometió a estudios médicos en San Isidro y ya viaja de regreso al penal de Sierra Chica
1 minuto de lectura'

Carlos Eduardo Robledo Puch, el máximo asesino de la historia criminal argentina que ya lleva 44 años detenido, fue trasladado esta mañana desde la cárcel de Sierra Chica a la Asesoría Pericial de San Isidro para ser sometido a distintos estudios médicos. El la primera vez, en más de cuatro décadas, que el hombre abandona el penal.
Escoltado por una decena de efectivos del Servicio Penitenciario Bonaerense, Robledo Puch ingresó al playón de estacionamiento de la sede pericial, en la calle Moreno 623 cerca de las 9.20. Allí se realizó una serie de estudios hasta que finalmente a las 10.45 se retiró, otra vez en medio de un importante operativo de seguridad.
Según pudo constatar LA NACION, Robledo Puch llegó y se fue escoltado por personal penitenciario y tanto en su arribo como a la salida contaba con un chaleco antibalas. Fuentes policiales aseguraron que en ningún momento el hombre hizo declaraciones.
Seguirá preso
En el SPB informaron que el traslado y los estudios que se realizaron a Robledo Puch, no están relacionados con el pedido que el condenado había realizado a principios de esta semana para que lo saquen del penal de Sierra Chica y lo alojen en una cárcel de régimen semiabierto. En su solicitud, presentada ante un tribunal de San Isidro, Robledo Puch sugirió que le colocaran una pulsera electrónica para demostrar que no tiene la intención de huir.
Durante los últimos meses, Robledo Puch había presentado varios pedidos para ser liberado debido a que consideraba que su condena había sido agotada.
No obstante todas las solicitudes fueron rechazadas debido a que la condena a reclusión perpetua más la accesoria por tiempo indeterminado tiene un artículo que establece para dar por cumplida la pena debe primero acceder a la libertad condicional. Pero los informes psicológicos y psiquiátricos realizados a Robledo Puch indicaron que no había cumplido los objetivos de resocialización, seguía siendo un peligro para sí y para terceros y carecía de vínculos afectivos fuera de la cárcel.
Con la colaboración de Gabriel Di Nicola






