
Cada vez más chicos se drogan con los solventes de la nafta
Son más baratos pero muy destructivos
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José Luis es el más lúcido del grupo. Son las 20.40 y sus amigos, la mayoría chicas adolescentes, están bajo los efectos del pegamento. Parecen borrachas alegres. Las chicas no paran de aspirar mientras intentan que las personas que van a tomar el tren les den una moneda. No es que José Luis no se drogue. El también aspira inhalantes. Lo hace para, según dice crudamente, “esconder el hambre”. Pero cuando LA NACION se cruza con él y sus amigos en Retiro, entre las terminales de la línea Belgrano y de la Mitre, todavía no ha aspirado. Sólo ríe de lo que hacen sus compañeros, que no paran de hablar. El grupo está sentado en las escalinatas del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER).
No es un grupo exótico ni original. Según fuentes oficiales, durante los últimos años aumentó más de un 4 por ciento la cantidad de chicos que usan inhalantes, principalmente los pegamentos. Pero es notable el crecimiento del número de adolescentes que ahora aspiran los solventes de la nafta o los mezclan con otras sustancias para drogarse: son más baratos pero también mucho más destructivos.
Además, resultan cada vez más jóvenes los chicos que son atendidos en los hospitales por problemas originados por aspirar esos solventes volátiles. A pesar de la gravedad de la situación no existe ninguna ley nacional que prohíba la venta de estas sustancias a menores.
José Luis tiene ganas de contar e, irónicamente, explica: "Algunos usan el «poxi» para pegar zapatos, otros para que les pegue en los pulmones". Termina de decir esas palabras y ríe.
José Luis y sus amigos son parte de los 300 chicos que viven en la calle en esta ciudad. A ellos se suman unos 1500 que llegan todos los días desde el conurbano. Todos ellos alguna vez aspiraron pegamento o nafta. "Lamentablemente todos los chicos que están en una situación de alta vulnerabilidad en la calle, en algún momento de su historia, han inhalado", explica a LA NACION Carmen Frías, directora de Niñez y Adolescencia del gobierno porteño.
Las cifras acompañan su parecer: la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) estableció que entre 2001 y 2005 creció un 4,3 por ciento la cantidad de chicos de colegios secundarios que consumen inhalantes; en la provincia de Buenos Aires, creció un 3% entre 2005 y 2006 entre jóvenes de 16 a 20 años, según la secretaría de adiciones bonaerense.
Otro trabajo realizado en junio de 2007 reveló que el 10% de los chicos que consumen drogas lo hace con inhalantes, combinados con marihuana y pastillas. Un estudio realizado en la provincia de Buenos Aires sobre 13.134 historias clínicas de pacientes atendidos por problemas de droga en los centros de la Subsecretaría de Atención a las Adicciones estableció que el 2% acudió al lugar por uso de sustancias volátiles y que en el 3% de los casos fueron su droga de inicio.
A estos números se agrega la facilidad para acceder a estas sustancias: en la provincia de Buenos Aires, en 2005, el 23% de los chicos del nivel polimodal consultados en una encuesta dijo que era fácil y muy fácil conseguir inhalantes. Esta cifra crece al 25 por ciento en 2006.
"Hay un corrimiento hacia el uso de nafta porque es más barata, o se alterna el pegamento y la nafta con el paco", explica a LA NACION Nora Shurman, directora del Comité Argentino de seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (Casacidn). Generalmente, lo que se gasta es un peso por dosis. Las naftas se consumen fraccionadas en botellitas de gaseosas y con un trapo humedecido y los pegamentos, aspirando de una bolsa de nylon. El paco, pasta base de la cocaína, se fuma.
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José Luis, según cuenta, vive en la calle desde hace ocho años. Dice que tiene 23 años, pero parece tener menos. Es raro, porque las chicas que están con él son niñas y parecen mujeres curtidas. Recuerda que un día se tomó el tren en Boulogne y bajó en Retiro. No se fue nunca más. El y sus amigos visten casi igual: buzos y pantalones deportivos.
"Aspiramos para tapar el hambre", cuenta José Luis a LA NACION. A los gritos, una de las chicas afirma: "¡Si tuviéramos comida también usaríamos el pegamento!"
-¿Dónde compran el "Poxi?
-¿Qué, sos de la Brigada? No te vamos a decir. ¿Para qué querés saber?, pregunta a LA NACION una nena, que por más que su carita golpeada por la brutal realidad pareciera querer mostrar a una mujer, sigue siendo nena.
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El principal compuesto químico que daña en los adhesivos y las naftas o solventes o diluyentes es el tolueno. El doctor Carlos Damin, jefe del servicio de Toxicología del Hospital Fernández y titular de la Cátedra de Toxicología en la Facultad de Medicina de la UBA, explica sus efectos: "Al inhalar, ingresa en los pulmones y de allí al torrente sanguíneo. Tiene un efecto placentero de muy corta duración, unos segundos".
En el hospital se reciben hasta chicos de 8 años con problemas originados por aspirar estos solventes volátiles, aunque la mayoría tienen entre 13 y 15 años. "La nafta se usa cuando no hay plata para el pegamento, aunque ahora vemos que empieza a mezclarse con paco", informa.
"Se producen trastornos neurológicos y cognitivos. Los deja tontos porque se alteran las neuronas y hace que exista menos contacto entre ellas", explica Damin. Además, y esto es lo más peligroso, provocan arritmias cardíacas y un estado de narcosis, que el común de la gente se confunde con la ebriedad.
En Rosario, una chica de 16 años -Cristina J.- murió hace una semana de un infarto tras inhalar pegamento.
"El uso prolongado de pegamentos provoca trastornos pulmonares y sanguíneos, afecta la producción de glóbulos rojos, blancos y la médula ósea, que es la que produce las células sanguíneas", informa Famin. Otra complicación es cuando el pegamento está en contacto con el pulmón. "¿Trató de pegar telgopor con un adhesivo de éstos? Se deshace al solo contacto. Bueno, eso es lo que les pasa a los pulmones".
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Un estudio del Observatorio Argentino de Drogas, a cargo de Diego Alvarez y dependiente de la Sedronar, describe los efectos del uso de estos pegamentos en palabras de un chico: "Vos estás en otro mundo y vos lo mirás al pibe y está jalando con vos y entra a ese mismo flash él... y en el flash nos movemos, imaginamos así; por ejemplo, nosotros un día estábamos así y vimos una plantita de esas que tienen pinches y la empezamos a flashear así y después, a veces, tenés los flashes feos".
Las conclusiones del estudio señalan que "a más rápida intervención ante un caso así, mejoran las posibilidades de recuperación o de no acceso a drogas más pesadas".
Shurman, de Casacidn, denuncia que el problema se agrava y se profundiza porque no hay políticas públicas integrales para intervenir sobre estos chicos. De hecho, un niño es atendido en un hospital público y puede ser derivado luego con su familia o darle intervención a un juez para que decida sobre su situación. En la ciudad se los deriva a uno de los dos cyber abiertos para chicos de la calle. En uno de ellos se puede pernoctar y si su estado es grave, termina internado en la clínica del paco, de Flores.
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La charla con José Luis y sus amigos en la fría noche de Retiro termina abruptamente. De la nada se acercan otras personas, un poco más grandes. "Che, pelado, ¿vos qué hacés ahí con los chicos?", preguntaron al cronista de LA NACION. Suficiente advertencia de que las cosas no andaban bien y de que el clima, como el olor nauseabundo del ambiente, también era denso. José Luis busca llevar tranquilidad y dice: "Cuando quieran, seguimos". El va a estar ahí, como hace ocho años.
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