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Muchas veces, vivir en pareja se conjuga con el aumento de peso. La persona con la cual convivimos, participa en la toma de decisiones en relación a distintos aspectos de nuestra vida, entre ellas, la comida. Nos acostumbramos al estilo alimentario del “encargado de cocinar”. Si la influencia es positiva, es decir, si los hábitos alimentarios son saludables, probablemente prepare platos con una gran variedad de verduras, incluya el pescado, prefiera métodos de cocción donde se modere el uso de grasas… De esta manera el impacto será muy beneficioso para ambos.

Pero otras veces, cuando llegan tarde del trabajo y las ganas por cocinar decaen o el tiempo nunca parece suficiente se llama al delivery. Y la costumbre de cocinar en casa se pierde.
Una de las principales estrategias para mejorar los hábitos alimentarios es planificar la compra e incluir en la lista del supermercado, alimentos frescos que aporten nutrientes valiosos. Si uno de los dos necesita cuidar los niveles de colesterol o el aporte de sal o azúcares, es importante armar un plan de comidas para la semana. Definitivamente, la pareja juega un rol muy especial y puede ser un gran aliado si la intención es bajar unos kilos.
Distintos factores además de la pareja, como los amigos, publicidad, comer en un restaurante, las salidas con amigos o familia y la manera que armamos la alacena o disponemos los alimentos en la cocina y heladera, intervienen en nuestras acciones. Si queremos ayudar, tenemos que convertirnos en una influencia positiva para el otro, armar un ambiente con menos tentaciones y propiciar situaciones que aumenten la motivación para facilitar la toma de decisiones.

En conclusión, para acompañar a la pareja en el “proyecto” de descenso de peso, es importante colaborar en las elecciones y fomentar la actividad física entendiendo que cada uno debe “hacerse cargo” de las decisiones que toma en relación a la comida




