De sueño a pesadilla: cómo vive la familia a la que una grúa le destrozó la casa
“Estamos en la casa de unos amigos, a unas cuadras. Estamos tratando de ordenar un poco todo esto. No podemos tocar nada hasta que no venga la aseguradora de la empresa [Paolini Grúas]. Hoy se acercaron los abogados del estudio que los representa. Nos dijeron que la casa volverá a estar como estaba, porque tienen esa orden por parte del dueño. Quiero que vuelvan a poner mi casa como estaba, no me interesa especular”.
El relato es de Stella Maris Morales (59), la dueña de la casa en la que, el sábado pasado, se incrustó el brazo hidráulico de una grúa y rompió el techo. Desde entonces, junto a su marido, Néstor Ottelli y sus hijos Ezequiel y Emiliano, debieron casi exiliarse de la casa que construyeron e imaginaron durante los últimos 20 años.
“El primer día no nos dejaron entrar hasta que vinieron los peritos. Recién al día siguiente pudimos pasar a la planta baja y nos aconsejaron no subir a ningún otro piso. Después, vino gente del Gobierno de la Ciudad y clausuraron el segundo piso y nos dijeron que podíamos pasar al primero. Pero, como hay escombros hasta en la planta baja, no podemos tocar nada hasta que no vengan las pericias. En realidad no se puede habitar. Estamos viniendo a buscar ropa y nos vamos”, cuenta Morales a LA NACION.
El sábado por la tarde, alrededor de las 15, Ottelli y Morales, desde el jardín de su casa, veían bajar la pileta que habían decidido regalarse “por los 60 años de vida”. A pesar de que podían construir una, prefirieron comprar una de fibra para solo “colocarla y disfrutarla” después de “20 años construyendo la casa”.
Todo marchaba bien, pero faltando unos tres metros para que la piscina apoyara en el suelo, afuera de la casa la grúa, ubicada en paralelo a la calzada, perdió el centro de gravedad y se volcó 45 grados y el brazo hidráulico destrozó el techo de la casa. Según un vecino de la cuadra que prefirió preservar su identidad, fue un hecho con suerte, porque “había tres contenedores que la frenaron, porque si no se iba encima de la casa”.
La pileta que tanto esperaba la familia Ottelli se desplomó sobre el jardín. Uno de los empleados de la empresa a la que la habían comprado atinó a empujar a Morales antes de que el gancho la golpeara y fue herido por la linga: tuvo una fisura en una costilla y otra herida en un hombro. Otro, según el relato de la dueña, apenas tuvo un golpe en una rodilla. Y el que llevó la peor parte fue el encargado de los tres, a quien el gancho le comprimió una de sus piernas, ocasionándole una fractura.
“En el momento lo único que me interesaba era la gente, quería que auxiliaran al muchacho de la pierna. Entre todos movimos el gancho para liberarle el peso de la pierna. Mi marido corrió a pedir auxilio y yo salí corriendo a buscar maderas para la pierna del chico, no sabíamos qué hacer”, relata.
El techo fue partido al medio y el brazo hidráulico destrozó parte del segundo piso de la casa, donde la familia tenía un playroom, una terraza y una baulera que quedó destruida, en la que guardaban “todo lo que uno tiene en su casa que quiere conservar”, dice Morales emocionada.
Emiliano, el hijo menor de la familia, estaba en la costa de vacaciones cuando se enteró. Entonces, adelantó su regreso. “Fue muy chocante, pero por suerte estaba con mi novia, mi mejor amigo, mis tíos y mis primos, que nunca me dejaron estar solo y me ayudaron a tranquilizarme”, cuenta a LA NACION. Ahora, se reparte entre la casa de los amigos y lo de su novia.
Su madre también reconoce el afecto recibido. “Tengo que agradecer muchísimo a mis vecinos, mis amigos y mi familia. Nos han brindado de entrada una mano: un baño, agua, atención. En el momento trataron de calmarnos. Saben que somos gente de trabajo, estaban afuera con nosotros, contentos. Vivieron esto con nosotros porque es el sacrificio de toda una vida. Nuestros amigos no nos han dejado caer, lo mismo nuestra familia: nos apuntalan”, dice.
Sin embargo, tienen un sabor amargo: según Morales, además del operario de la grúa, la Justicia también imputó a su marido “por ser el dueño de la casa, por un problema de tecnicismos”.
Así, la familia espera que se esclarezca lo sucedido. “La grúa que tenía que venir era más chica. Esta podía levantar como 60 toneladas y la pileta pesaba muchísimo menos. Lo que vence la grúa es la distancia del brazo. Pero no soy perito ni entiendo como para decir qué pasó. Obviamente fue un error de la grúa, pero no sé cuál”, dice la dueña de la casa.
Hasta ayer, la casa tenía peligro de derrumbe y era una amenaza también para los vecinos por una de las medianeras que estaba comprometida. Defensa Civil la tiró abajo y eso ya quedó en el olvido. Pero para los Ottelli dejar atrás el incidente será bastante más complejo: por lo pronto, el arreglo del techo llevará al menos entre tres y cuatro meses.
Leandro Steeb
LA NACIONTemas
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