
Desolación e incertidumbre de los que perdieron todo
Propietarios en el edificio caído relataron a LA NACION los momentos previos al desastre; esperan respuestas para saber cómo y cuándo resolveran sus situaciones
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Angustia, desolación e incertidumbre son los sentimientos que dominan a los propietarios de los departamentos del edificio que se derrumbó ayer en Bartolomé Mitre al 1232 y a los vecinos del lugar que tuvieron que abandonar sus viviendas, o lo que quedó de ellas, y aún no saben cómo se resolverá la situación.
Gente que perdió todo y de milagro salvó sus vidas porque el derrumbe ocurrió minutos después de la evacuación; personas que hicieron las valijas y se fueron de la zona, que tendrá cortado el servicio de luz y gas por tiempo indeterminado; comerciantes a la expectativa, esperando que las cuadras cercanas al lugar del siniestro recupere la actividad normal.
Desorientados, se reúnen apoyados en las vallas de las esquinas que están cerradas al tránsito y por donde sólo pueden acceder personas a pie. Cerca del edificio caído se ven grúas, bomberos, ambulancias, personal de Defensa Civil y escombros.
Hacía allí observa Verónica Di Biassi, propietaria del departamento sexto B desde hace diez años, donde vivía con su madre y su hermano. "Cuando bajábamos por las escaleras caían cascotes enormes detrás nuestro, se iba desmoronando todo. Pero nosotros hacíamos de cuenta que no escuchábamos nada y seguíamos bajando", relató a LA NACION mientras esperaba en la esquina de Cerrito y Mitre.
Con ropa prestada, una cartera y su celular, contó que ayer a las 19 comenzó a agrietarse el edificio y más tarde los bomberos pidieron evacuarlo. "Se amontó la gente en los pasillos, pero nosotros no queríamos bajar. Salimos por la fuerza. A los 20 minutos estábamos afuera y vimos una nube de polvo. Mis cosas, mis pertenencias, ya no existen más".
La incertidumbre le gana espacio a la desesperación inicial que sintieron los vecinos y al razonamiento de saber que salvaron sus vidas de milagro. Ahora necesitan respuestas y no las tienen. "No tenemos donde ir, no tenemos ropa, documentos, no nos dan respuestas. Es como una película. ¿Dónde voy a vivir? ¿Cómo continúa la vida?", se preguntó Di Biassi.
"La sensación es tremenda, es sentir que no hay nada después de que nos matamos para tener nuestros proyectos. Me acerqué más temprano al edificio y sentí un vacío total. Cuando me acerco y no veo nada, no puedo creerlo".
En una situación similar se encuentra Karen Viana, pero su departamento, el A del segundo piso, no se derrumbó por completo, sólo un sector, aunque perdió gran parte de sus pertenencias. "Mi casa, mis cosas, mis documentos, dejé hasta mi mascota que estaba adentro. Le pedí a los bomberos si se podía hacer algo y me dijeron que no. Estimo que debe estar todavía", se esperanzó.
Karen no estaba en el edificio en el momento del derrumbe, pero quiso ingresar y no pudo hacerlo. Fue testigo del desastre desde la calle y vio la nube de polvo avanzar hacia la gente por la calle Mitre.
"Hay angustia y desolación. Nadie se acercó a darnos una mano, a decirnos qué necesitábamos o cuáles son los pasos a seguir. Dormí en lo de una amiga, me prestaron ropa. Es trágico", sintetizó.
"Pensé que era un sismo"
Entre las vallas, custodiadas por efectivos de la Policía Metropolitana, sólo podían acceder las personas que vivían cerca del edificio derrumbado. En las cuadras aledañas a Mitre al 1232 las señoras se asoman a los balcones para sentirse cerca de la escena y los comerciantes sentados fuera de su negocio.
Las calles se convirtieron en peatonales porque no está permitido el acceso de los vehículos. La gente retira sus pertenencias en valijas porque no saben cuánto se demorará en reestablecer los servicios y se autoevacuan. Pero hay quienes no tienen la posibilidad de vivir en otros lugares.
Es el caso de Paz Avalos, una periodista chilena que está estudiando en Buenos Aires y vive en el hostel Santa Teresita, de Mitre 1192, en la misma cuadra. "Pasé la noche en mi cama, en mi pieza. Nadie nos evacuó y vivimos al lado", contó.
"Tembló el hostel, la cama se movía, pensé que era un sismo que no terminaba nunca. Fueron quince segundos que se fueron intensificando. Ruidos, temblores largos y fuertes", recordó.
La ciudadana chilena fue testigo de los primeros instantes posteriores al derrumbe. "Me asomé a la ventana y una nube de polvo subió hasta la pieza. Se metió mucho polvo. ¡Mirá cómo tengo el pelo! No me pude bañar en toda la noche".
Después del mediodía esperaba cerca de las vallas que le dejaran entrar a retirar algunas pertenencias. Como ella otros vecinos del lugar aguardaban, con valijas, a que le den la autorización. "Tengo oficinas frente al edificio y mi preocupación es porque dejaron la puerta del edificio abierta. Quiero sacar las cosas de valor porque capaz que no puedo entrar por quince días", dijo Leonardo Fernández, que trabaja en el rubro de la bijouterie.
De la misma forma Marcelo, que posee un estudio jurídico con ventanales que dan al edificio caído, esperaba junto a su esposa retirar objetos de valor. Según contó el pozo donde estaba la obra en construcción lindera "era muy profundo como para hacerlo cerca de edificios de 100 años". Al igual que otros vecinos pudo ver "algunas grietas en las paredes o pequeñas fisuras", pero de ninguna manera "imaginaba que podía ocurrir algo así".
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