Detectaron al iceberg más grande del mundo cerca de las islas Georgias del Sur y es monitoreado por Prefectura
Recientemente, el A23a se desprendió del bloque que lo contenía en la Antártida desde hacía más de 30 años; las autoridades aconsejaron navegar con precaución
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Luego de desprenderse del fondo marino que lo sostenía hacía más de 30 años cerca de las Islas Orcadas del Sur, en la Antártida, el iceberg A23a comenzó a moverse a lo largo y ancho del Océano Austral y llegó hasta las cercanías de las Islas Georgias del Sur, en el Atlántico Sur.
Según pudo saber LA NACION, la Prefectura Naval Argentina (PNA) comenzó a realizar un monitoreo especial junto con la División Sistemas de Información Geográfica de la Dirección de Informática y Comunicaciones, que también generó un reporte informativo sobre la detección.
El organismo nacional -responsable de mantener la seguridad en la navegación, y la vigilancia y el control de los espacios marítimos- indicó que la masa de hielo fue detectada mediante imágenes satelitales de tipo SAR (Radar de Apertura Sintética) al suroeste de las islas, a aproximadamente 250 millas náuticas de distancia. Tras esto, se dio aviso a la Dirección de Tráfico Marítimo, Fluvial y Lacustre de la Prefectura que, a través de los Centros de Control y Gestión de Trafico Marítimos, puso en conocimiento y difundió una serie de alertas para mantener protegidos a los navegantes que se encuentran en la zona.

La autoridad marítima nacional aconsejó navegar con precaución en la zona y evitar aproximaciones innecesarias a la masa de hielo, con el objetivo de disminuir riesgos.
Según las predicciones de los especialistas desde el desprendimiento, se descartaron mayores complicaciones ya que se cree que es probable que cuando ingrese en las aguas aún más cercanas a las islas comience a descomponerse en icebergs mucho más pequeños debido a la temperatura más elevada del agua.
En octubre de este año, el informe Protecting a Changing Southern Ocean de la Coalición Antártida y del Océano Austral (ASOC) alertó sobre las “anomalías sin precedentes” que enfrentan la Antártida y el Océano Austral, debido al cambio climático. Con temperaturas récord, olas de calor marinas más frecuentes y un deshielo acelerado, reabrieron la importancia de la conservación de los recursos del planeta.
Estos cambios en las temperaturas del aire y del agua moldearon al A23a, que tenía un estado de deterioro evidente, según los datos que habían arrojado los satélites del BAS. El calor desgastó sus bordes, aunque su parte central permanecía relativamente intacta. En tanto, su masa comenzó a disminuir a medida que avanzó hacia zonas más cálidas alejadas de la Antártida.

El desprendimiento del iceberg
En sus orígenes, el bloque de casi un billón de toneladas (que tiene tres veces el tamaño de la ciudad de Nueva York y 20 el de la ciudad de Buenos Aires) se desprendió de la plataforma de hielo antártica Filchner-Ronne en 1986, cuando un iceberg aún más grande —el A23, de ahí su nombre— se rompió en tres pedazos más pequeños. Hasta ahora, había permanecido encallado tras quedar su base atrapada en el fondo del mar de Weddell.
En 2020 comenzó un suceso sin precedentes. El iceberg de más de 4000 kilómetros cuadrados y 400 metros de espesor tuvo una serie de movimientos que fueron registrados por los expertos en la materia. A mediados de este año, los expertos del British Antarctic Survey (BAS) notaron que en realidad giraba sobre sí mismo debido a que había sido atrapado por un fenómeno natural conocido como Columna de Taylor.
Este fenómeno provoca que las ondas de agua giratorias se sitúen sobre un monte submarino, contengan cualquier objeto en su camino y lo mantengan en su lugar. Una vez que la columna se deprende, el objeto se libera y es impulsado lejos del epicentro. De esta forma, el A23a se desprendió del resto del continente blanco y comenzó a circular.
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