Efecto Apolo: la generación de chicos que soñó con ser astronauta
Nunca tantos chicos soñaron con ser astronautas como a partir de la noche que el hombre pisó la Luna. El llamado efecto Apolo marcó a toda una generación de niños que hace medio siglo trasnocharon para ver por primera vez, y en directo, un acontecimiento que ocurría a cientos de miles de kilómetros. Para los grandes que pasaron en vela la noche del 20 de julio de 1969, la experiencia se tradujo en una explosión de sentimientos sin nombre. Hubo lágrimas, brazos abiertos al cielo, taquicardia, abrazos y la inconmensurable sensación de ser testigos de un hito de la historia. El mundo no va a ser igual a partir de ahora, se dijeron.
Aquel pequeño paso del hombre alimentó entre los adultos emociones contradictorias como grandeza y pequeñez, potencia y fragilidad, conquista e invasión: ¿Por qué abrazarse? ¿Por qué llorar? Para los más chicos, esa noche se volvió un inoculador de sueños. "Ese día, todos los chicos quisimos ser astronautas", resumió el astronauta español Pedro Duque.
¿Qué estabas haciendo cuando el hombre llegó a la Luna?
LA NACION le preguntó eso a niños y adultos que hace 50 años estuvieron frente a una pantalla blanco y negro para seguir en directo la primera caminata lunar. Varios contaban que oscilaban entre la incredulidad y la fascinación. Que iban y venían del televisor al balcón para mirar la pantalla y luego la luna y chequear si era verdad lo que estaban mostrando. Los únicos que no lo recordaban eran los que eran muy chicos y aquellos a los que los habían mandado temprano a la cama en esa noche memorable.
"Cuando el hombre llegó a la Luna eran las vacaciones de invierno, yo tenía nueve años y estaba con una pandilla de primos en la casa de mis abuelos en La Cumbre, y me quedó tan grabada aquella noche que la puse en mi primer libro. Pero franeleé tanto la escena cuando la escribí que ya no puedo separar la realidad de lo que agregué, cosa que calza como un guante con el episodio. ¿O queda alguien que sepa cuánto hubo de verdadero y cuánto de falso en aquel paseo de Armstrong por la superficie lunar? -dispara el escritor Juan Forn-. En mi recuerdo es de noche, hay unos cuantos invitados a cenar y se ha dado lo inconcebible: que mi abuelo haya dejado entrar un televisor en la casa. El aparato ha quedado encendido en una especie de estar que hay a un costado del living, los grandes se han sentado a la mesa en el comedor y a los chicos, que ya cenamos en la cocina, nos mandan arriba, a la cama. El alunizaje está anunciado para después de la medianoche. Las horas pasan interminables. Con mis primos conversamos de huevadas en la oscuridad hasta que se van durmiendo de a uno, pese al barullo de los grandes. Cuando algo parecido al silencio llega de abajo, yo me armo de coraje, salgo de la cama, voy a espiar desde el hueco de la escalera, veo que han dejado la mesa hace rato. Bajo en puntas de pie las escaleras, me cuelo como un fantasma en la salita del televisor, me escondo debajo de los abrigos de los invitados que cuelgan de un perchero. Desde ahí veo que hay sólo dos personas frente a la pantalla en blanco y negro. Uno es mi abuelo. Tiene los anteojos puestos, no puedo verle los ojos, pero es evidente que está despierto por la tensión que electrifica su cuerpo. El otro invitado ronca sin ruido. El volumen del televisor también está bajito, pero igual alcanzo a oír cuando el locutor dice de pronto: "...un pequeño paso para el hombre, un salto enorme para la humanidad", y el que roncaba se despierta de golpe y corre a avisar a gritos a los demás, mientras mi abuelo permanece inmóvil frente a la pantalla. Veo que le corren unas lágrimas plateadas por debajo de los anteojos. Tiene las manos agarrotadas contra los apoyabrazos de su sillón y llora".
¿Por qué recordamos algo que ocurrió hace tanto tiempo? ¿Por qué esos recuerdos acuden a nuestra mente escoltados de emociones y de detalles intrascendentes, como qué cenamos ese día o cómo estábamos sentados frente al televisor? El especialista en neurociencia, Fabricio Ballarini, autor del libro REC, por qué recordamos, de Editorial Sudamericana, afirma que cuando nos pasa algo extraordinario que rompe la rutina se nos abre una ventana especial en la memoria. Cuando hay algo que nos sorprende y nos marca, somos capaces de recordar mucho más. La sorpresa es gran aliada en los procesos de aprendizaje, ya que estimula la imaginación y ayuda a fijar los conocimientos. Las situaciones periféricas a un hecho sorprendente son recordadas debido al efecto de la novedad. Y la consecuencia es que nuestro cerebro consolida ese recuerdo con todas sus instancias y detalles secundarios, explica.
Pero los que en aquel entonces eran jóvenes adultos, ese mismo hito histórico generó tantas expectativas que hoy, muchos relativizan la trascendencia de aquel pequeño paso. Y hasta se sienten demasiado crédulos por haber pensado que ese día empezaba una nueva etapa de la historia. Por qué no volvimos a la Luna. Por qué ya no les interesó ir. ¿Habrá sido verdad? "La llegada del hombre a la Luna fue la gran hazaña del siglo XX -reconoce la artista plástica Marta Minujín-. Pero como soy un ser de otro planeta, no me altero emocionalmente. Ya que creo que todo es posible, y toda proeza es bienvenida".
Esa misma noche, el ensayista Santiago Kodvadloff y su esposa, Patricia, estaban en la casa casa de un por aquel entonces joven dramaturgo, Roberto Wainer. "Si tengo que reconstruir las emociones que vivimos en ese momento, lo primero que se me impone decir es que resultaba no inverosímil sino familiar: la imagen de ese hombre caminando con su escafandra, pisando un territorio sin gravedad. Y era familiar porque la ciencia ficción nos había acostumbrado a imágenes equivalentes. Lo verdaderamente estremecedor fueron las declaraciones de Armstrong diciendo que la tierra era azul. Que nuestro planeta pudiera ser contemplado desde el exterior, que la mirada de un hombre pudiera dirigirse hacia la tierra desde tan lejos y desde tan afuera", señala Kodavloff, que está convencido de que esa hazaña fue la posibilidad de abrirnos hacia un universo inédito.
"El comienzo de una aventura que recién se empieza a desarrollar; la de avanzar en una nueva territorialidad, que ya no es la del nuevo mundo sino del nuevo cosmos. Estábamos todos estremecidos, conmovidos, convencidos de que algo nuevo empezaba y de que nosotros habíamos sido testigos de un descubrimiento excepcional".
La Luna y el nacimiento de internet
"El hombre en la Luna es un hito que parte aguas en nuestra historia. Es una fecha que nos remite al fin de la sociedad industrial como la conocíamos, y por varios motivos. Por un lado, ese año se inventó internet, y empezó a crearse la nueva tecnología que iba a cambiar el mundo. El cohete Saturno V y las cápsulas del programa Apolo llevaban por primera vez un sistema computarizado que controlaba completamente el vuelo, algo totalmente nuevo para la época y que nunca se había probado antes. Hoy, los aviones vuelan de esa forma, pero el pionero fue el Apolo", explica el sociólogo Alejandro Artopoulos, director de I+D del Centro de Innovación Pedagógica de la Universidad Austral.
Además, agrega el experto, el suceso Apolo fue un gran paso a la revolución feminista. En un contexto donde los movimientos antipatriarcales de la segunda ola del feminismo comienzan a escucharse con fuerza, en el Programa Apolo el nombre de una mujer resonó en el espacio. Fue la matemática e ingeniera en sistemas Margaret Hamilton, directora de la división de Ingeniería de Software del Laboratorio de Instrumentación del MIT, la que desarrolló con su equipo el software de navegación "on-board" para el Programa Espacial Apolo. "El presidente Obama la distinguió por este logro, y es una mujer recordada por toda la comunidad científica a nivel mundial", recuerda Artopoulos.
Y agrega: "Otro suceso fue la fotografía denominada earthrise (‘salida o amanecer de la Tierra’) que fue tomada el 24 de diciembre de 1968 durante la misión Apolo 8. Fue histórica, porque por primera vez se fotografiaba la Tierra desde la órbita de otro mundo. Representaba el verdadero punto de vista que deberíamos tener del universo, que es descentrado de la Tierra y mostrando su fragilidad. Como un nuevo punto de partida para pensar el futuro sustentable, y tomar conciencia de que el hombre puede ser capaz de destruir su propio hogar".
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