
“El ritual de cerrar dos veces la puerta cada vez que salís no es TOC”
Romina Vitale fue diagnosticada hace 5 años con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) en el punto más alto de su carrera musical; hoy, en pleno tratamiento, habla de la necesidad de reeducar y concientizar, y de su libro TOCada
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Romina Vitale pide cambiar de mesa. Podría ser algo insignificante en otra persona -es algo que cualquiera hace por la ubicación, comodidad, silencio o simple gusto- pero para una mujer que atravesó buena parte de sus últimos años viviendo en un "campo minado" (así consideraba a su propia casa), deriva en algo esperable, y hasta de color.
Resulta imposible adivinar cómo puede actuar hoy alguien que todavía, después de 5 años de ser diagnosticada con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) severo, continúa su tratamiento; pero al llegar puntual al encuentro pautado, saluda y se maneja con tranquilidad, salvo por un detalle: en ningún momento, a lo largo de casi una hora de conversación, soltará su cartera. Al menos una de sus manos la apretará contra su cuerpo, mientras la otra gesticula, revuelve el café o golpea la mesa para hacer énfasis en cada una de sus explicaciones.

En 2009 Ro Vitale estaba en lo mejor de su carrera: había ganado un Premio Gardel como Mejor Álbum Nuevo Artista Pop por su disco Étnica, y había dado shows en Buenos Aires, Nueva York y Los Angeles. Puertas adentro, algunos síntomas hipocondríacos habían disparado una alarma que nadie supo escuchar. Una explosión de temores irracionales a cuestiones cotidianas como tomar un vaso de agua, salir a la calle, dormir en su propia cama, sentarse en un inodoro y llevarse comida a la boca. Cosas mínimas y vitales que se transformaron en terrores: a la ropa, a la gente, a que todo -todo- esté contaminado. "Así es como terminé cercenando mi vida al borde de la bañera, a una baldosa; perdiendo tiempo, afectos y la posibilidad de llevar adelante cualquier proyecto".
-¿Te acordás cómo empezó todo antes de esa explosión?
-Después del diagnóstico pude hacer una relectura y darme cuenta de que había tenido síntomas, aunque mucho más leves. Mi ex pareja, la última que tuve, tuvo que soportar pedidos excesivos de mi parte, y aunque él fue muy paciente, al no saber que eso era TOC, no supimos cómo manejarlo. Estaba muy tomada por el pensamiento TOC, es decir, mi día consistía en evaluar, atender y en realizar las compulsiones que me pedían mis pensamientos intrusivos.
Eso se traducía en pasar horas (incluso el día completo) lavando ropa compulsivamente una y otra vez, hasta que mis brazos no dieran más del cansancio. Quedaba exhausta y descansaba en donde pudiera, porque los lugares eran cada vez más acotados porque todo estaba contaminado. Estaba cansada también en la mente, porque todo era agotador y la frustración de no poder hacer nada contra eso también cansaba mucho. Si tenía que caminar una cuadra quizás tardaba media hora, porque iba y venía mil veces, y eso implicaba más y más cansancio.
-Imagino que debe ser complicado vivir con vos misma en ese estado. ¿Hubo gente que se cansó de vos?
-Uff, sí. Absolutamente. Hay gente con la que se terminó el vínculo, gente que apenas aparecieron los síntomas no pudo entender que se trataba de una enfermedad, y por eso se alejó. Sintieron que se trataba de un aspecto caprichoso de mi personalidad, y bueno… yo no estaba en condiciones de lidiar con eso también. Yo no podía curarme a los cachetazos, y esos vínculos se rompieron. El familiar casi siempre reacciona de dos maneras: o te dice "¡dejate de joder con eso!" -lo que asusta mucho al paciente y no lo ayuda- o participa de las compulsiones, por ejemplo, dándote ese reaseguro todas las veces necesarias. Y eso no ayuda a resolver nada, sino que le da más entidad al problema. El TOC te pone en una situación permanente de estrés, y mi personalidad se llevaba como el culo con el TOC. Soy intensa, busco los límites, no soy dócil, soy muy autocrítica…
- La terapia cognitiva-conductual apunta a atacar el síntoma, ¿pero tenés una teoría de cuál fue el origen, de qué puede haber desencadenado esto en vos?
-Esa es la gran pregunta. No me atrevo a decir que es así, pero está muy investigada la línea psicobiológica: se supone que el TOC tiene un componente genético, que es una cuestión química, que hay cierta predisposición. El factor estrés puede desencadenar un TOC, pero eso no quiere decir que el estrés sea la razón por la cual la patología existe. En mi caso puntual no lo tengo bien claro. Un pedacito de mi cabeza intenta ser lacaniana y encontrar una relación entre los premios que recibí, las expectativas que generaron, lo que simbolizaban y demás... ¡y hasta me hubiera encantado que sea así! Pero no, yo ya venía con hipocondría antes de los premios. El psicoanálisis no es un buen tratamiento para el TOC, porque no hay nada que interpretar, hay que atacar al síntoma.

- En tu libro (TOCada, Editorial Del Nuevo Extremo), contás que el cambio empezó cuando viajaste sola a Los Angeles para iniciar el tratamiento. ¿Hay que tener plata para curarse del TOC?
-Hace un año te hubiera respondido que sí, pero hoy te digo que no necesariamente. La cognitiva conductual está cada vez más difundida y yo misma trabajo con especialistas de altísimo nivel en Buenos Aires, y se están implementando servicios de bajo costo mientras esperamos poder brindar servicio gratis en hospitales. Yo no soy una referente, pero sí la cara visible de un problema, y quien quiera puede contactarme para que yo lo ponga en contacto con algún profesional.
-¿Qué aprendiste los últimos cinco años de tu vida?
-El TOC no me dio nada bueno -es más, me quitó- pero lo que sí me hizo notar es mi gran capacidad para saber que puedo recuperarme. Eso es propio y forma parte de mi identidad. Nunca hay que subestimar la potencia de una persona que esté vulnerable. Si una persona que está con niveles altísimos de estrés, de disfuncionalidad, de angustia y dolor permanentes puede salir adelante, quiere decir que el nivel de fortaleza y de tolerancia al umbral del dolor es enorme. El que está luchando tiene más fuerza que nadie. Y una vez afuera, es esencial no olvidar.
-¿Y qué lugar ocupó la música en todo este proceso? Además de tu pasión y tu profesión, era tu modo de vida...
-La música es fantasía, y eso siempre me hizo muy bien. Cantar y producir mis propias canciones me daba un poco de "espejo", me ayudaba a recordar quién era yo, a mirarme de otra manera. Lo que sí me atravesó durante todo este tiempo -desde apenas diagnosticada hasta ahora que estoy "recuperada"- es el escenario. El vivo nunca se manchó, ahí podía tocar, agarrar, agacharme, tocar el piso… Había algo del orden del deseo que se jugaba con una potencia capaz de superar todo.
-¿Qué pensás de que esa moda o costumbre de decir "tengo un TOC" y de las páginas que lo toman en clave de humor?
-El TOC prácticamente no se estudia en la facultad aunque sea una patología de bastante incidencia, que está en alrededor del 2 o 3 por ciento de la población. No es una rareza, a pesar de que esté mal utilizado el término, banalizado, usado para decir cualquier boludez… Se puede hacer humor con cualquier cosa, pero siempre y cuando se sepa que detrás de eso hay una enfermedad grave. El TOC se usa para reírse de cualquier cosa que no es TOC, y así la gente no se entera de que puede ser una enfermedad grave. Hay que reeducar y que la gente empiece a decirle de otra manera al ritualcito de cerrar dos veces la puerta cada vez que sale, porque eso no es TOC. Esto no se trata de no tener humor: el problema es que si se mal utiliza el término y todos se ríen de eso, la gente que tiene TOC se esconde más.
-¿Y cómo reacciona la sociedad frente a alguien con TOC?
-Todavía hoy me siento observada y discriminada. Cuando estoy en un negocio y tardo mucho en elegir una ropa, le explico al vendedor lo que tengo, que no es un chiste y que por favor tenga paciencia. No es justo ni está bien tener que sobreadaptarse porque el otro no comprende: si no entiende, se le explica; y si el otro discrimina, no está mal decirle "me estás discriminando". Hay que educar.
-Hablás más como una profesional que como una artista que hace música. ¿Ambos perfiles van a convivir en vos?
-El TOC no es mi identidad, pero yo sé que TOCada soy yo. El libro es como una síntesis de algunas cuestiones que se venían perfilando para integrarse en mi propia mirada como artista y como persona. El libro me permitió integrar muchos de los aspectos de lo que a mí me parece importante comunicar en términos artísticos, intelectuales y estéticos. Disfruto mucho de hacer música, pero también de charlar acá, de contar, de intercambiar, de escribir. Por primera vez en mi vida siento que todo está integrado, y de a poco estoy tratando de recuperar ciertas cosas, desde volver a subirme al auto de mi mamá y hacer un montón de cosas con ella, hasta pensar en tener un novio. Quizás sea algo importante, o quizás me esté salvando de un embole, ¿no?





