
El Y2K no generó el caos, sólo polémica
Algunos analistas aseguran que el fenómeno representó un riesgo muy grande y otros, que fue magnificado y se gastó de más
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Para la mayoría de nosotros, el fenómeno del Y2K posiblemente nunca deje de parecerse un poco al de los platos voladores.
Para algunos, la falla del milenio existió, fue un peligro real, se invirtió mucho dinero, se hizo suficiente difusión y, como consecuencia, no se produjeron sino pequeños incidentes aislados.
Para otros, en cambio, fue un fantasma, un cuco, o incluso una gigantesca conspiración para generar uno de los mayores negocios de la historia. En tan sólo cinco años (se comenzó a trabajar en el problema en 1995, aunque se lo conocía desde al menos la década del 60) se gastaron entre 300 y 600 mil millones de dólares. Este cómodo margen entre el mínimo y el máximo que estiman las diversas consultoras en tecnología da cuenta de la descomunal masa de divisas que cambió de mano en un lustro para evitar un desastre que ningún técnico se atrevía a vaticinar con un ciento por ciento de certeza.
Un desastre que, al final, ni siquiera mostró un poco los dientes.
Incidentes o incluso menos
Al comparar aquellos costos con lo que realmente ocurrió, los escépticos obtienen una prueba cristalina.
La inverosímil distancia entre la psicosis previa al 31 de diciembre de 1999 (algunos almacenaron agua y alimentos para un año; hubo un grupo radical norteamericano que aconsejaba armarse porque llegaba el fin del mundo; la Reserva Federal de los Estados Unidos imprimió 50.000 millones de dólares por si se producía una corrida bancaria y Nueva Zelanda, 2600 millones) y las cifras astronómicas que se gastaron para arreglar el Y2K respecto de los minúsculos incidentes que se registraron en el mundo (ver infografía) lleva a preguntarse qué pasó exactamente.
Para la consultora International Data Corp. (IDC), se gastó mucho dinero de más. El costo de la "excitación" Y2K -asegura- fue de 70.000.000.000 de dólares. Las estimaciones de los gastos en exceso son parte del Proyecto Magallanes, un esfuerzo de investigación basado en estadísticas de IDC sobre la tecnología de la información en 52 países y encuestas a organizaciones y el impacto del Y2K en más de 40 países.
"El ruido generado por el Y2K se cobró un precio -advirtió en una gacetilla de prensa John Gantz, director de investigaciones de IDC y líder del proyecto Magallanes-, tanto en los costos de desarrollo de planes de contingencia como en sobregastos para arreglo de los sistemas informáticos."
Pero no todos los expertos coinciden con esta visión. Otras consultoras, entre ellas el Gartner Group, estiman que, simplemente, se hizo lo correcto y que por eso no hubo sino pequeños incidentes aislados.
María Luisa Kun, directora de investigaciones para América latina de esa consultora, dijo: "Gartner ve el cambio de año sin incidentes graves como el buen resultado de una gestión de proyecto, y es por eso que no hubo una debacle, salvo incidentes menores. No se gastó de más, se gastó lo necesario. Si no se hubieran hecho bien las cosas, hubiera habido problemas grandes".
Enrique Carrier, de la consultora local Prince y Cooke, es el más mesurado: "Estuvo un poco inflado -dice-, aunque habría que admitir que tanta alarma hizo que se le prestara más atención. Pero creo que aquellos que estaban más expuestos al tema, porque tenían sistemas viejos o de misión crítica, empezaron a trabajar mucho antes. Un banco, un servicio público, estaban trabajando desde antes".
Kun también cree que estuvo inflado, pero en otro sentido: "Hubo agoreros con respecto al Y2K -dice-, pero desde el punto de vista de los individuos, no desde las empresas."
El medio es el culpable
Muchos dedos apuntan a la prensa, responsabilizándola de la psicosis masiva, si no acaso del sobregasto, argumentando que los medios inflaron mucho el Y2K. ¿La razón? El tema, dicen, se prestaba a interpretaciones apocalípticas. Es más atractivo hablar de que se pueden caer aviones o que las ciudades se quedarán sin servicios esenciales que hablar de tecnicismos.
Esto, que es cierto en algunos casos, no puede aplicarse a la prensa seria, ni explica el conjunto de la psicosis colectiva provocada por el Y2K. Mucho menos da cuenta de los 300 mil a 600 mil millones de dólares que se gastaron en el proceso.
Pero no todos endilgan a la prensa la preparación de este fallido apocalipsis: "La divulgación fue fundamental para la toma de conciencia respecto del problema. A partir de ello, organismos, empresas e instituciones actuaron de manera acertada para superar los factores de riesgo", dijo Manuel Rodríguez Giavarini, del Centro de Estudios de Soluciones Informáticas para el año 2000.
Curiosamente, la prensa también aparece como culpable ahora, cuando se pone en duda la magnitud real del Y2K. "Que no haya habido problemas no prueba que sea una mentira, como dice parte de la prensa, sino que se hizo mucho, y bien. Aunque es probable que se haya gastado de más", dice Robin Guenier, director ejecutivo de la Taskforce 2000 inglesa, una entidad gubernamental que se dedicó al problema.
En este cruce de opiniones encontradas y pases de factura, lo más sensato es pensar que la verdad se encuentra en otra parte, o quizás en el medio de todas estas líneas de pensamiento.
¿Pero se gastaron 300.000.000.000 de dólares por un miedo irracional que parece arraigado a la Edad Media? Difícilmente. ¿Hubo entonces un desembolso de 70 mil millones que podría haberse evitado? Para Edgardo Sajón, del sector GlobalRisk Management de Price Waterhouse Coopers, "posiblemente lo que haya pasado, pero que para nosotros es difícil de cuantificar, es que hubo gente que aprovechando el tema del Y2K logró renovar equipamiento, obteniendo más fácilmente presupuesto que en otro momento no hubiera obtenido".
Este punto es clave. ¿Se gastaron 300 mil millones en resolver el Y2K o, ante la clara dificultad de hallar las líneas de código anómalas, se optó por comprar equipos y programas nuevos que, de todas formas, tarde o temprano había que incorporar?
El presidente de la Asociación Americana de Tecnología de la Información, Harris Miller, evalúa la situación en el mismo sentido: "Para muchas empresas, el Y2K fue un pretexto para hacer un reinventario de toda la empresa a nivel IT (Information Technology). En esencia, las empresas se preguntaron si, al cambiar el aceite del auto, no podrían también mejorar el motor".
Lecciones
Para una sociedad recientemente informatizada, el Y2K constituía una pesadilla. Cuando consultoras del peso de IDC, Gartner Group, Price Waterhouse Coopers o la misma Asociación Americana de Tecnología de la Información llegan a conclusiones tan disímiles, y sobre todo cuando es tan patente que no pasó nada, la conclusión es obvia.
O bien el Y2K, como afirma la mayoría de los analistas, representó un riesgo muy grande que los expertos supieron desmenuzar, aunque a un costo multimillonario, o bien fue magnificado y se gastaron al menos 70.000 millones de dólares de más. Ninguna consultora en tecnología admitiría, sin embargo, que el bug del milenio jamás existió.
En cualquiera de los dos casos, el Y2K aparece como un curso veloz en responsabilidad informática. Los ingenieros que programaron reduciendo el año a dos dígitos cometieron el primer error (aunque, en realidad, no esperaban que sus programas duraran 30 o 40 años); el segundo lo dieron los que dejaron para último momento la resolución del bug. Esto permitió no sólo la estratificación de capas de código y sus sucesivas modificaciones. Peor aún, a medida que pasaban los años el mundo se volvía más y más dependiente de la tecnología.
Una parte del gasto en el Y2K, según los analistas, puede interpretarse como una inversión en cultura informática.
Para el resto de nosotros, que podemos darnos el lujo de creer o no creer en los platos voladores, el Y2K deja un gusto agridulce.
Una vez más fuimos presa de la superstición, nos dejamos dominar por el miedo a algo que no entendíamos basándonos -qué casualidad- también nosotros en un cambio de fecha, el paso de 1999 a 2000.
Pero al mismo tiempo, y por primera vez en la historia, no estábamos de rodillas esperando resignados el Apocalipsis. Excepto algunos enajenados, que nunca faltan, la mayoría fue tranquilizándose a medida que se acercaba el fin de año -así lo mostró un estudio realizado en los Estados Unidos-, no hubo corrida bancaria, ni histeria, ni nada. También en un nivel social, el Y2K fue impotente.




