
Fiesta sin pausa: el baile empieza en la arena y no para hasta el boliche
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MAR DEL PLATA.- Un breve paso por el hotel o el departamento para darse una ducha o ponerse algo de maquillaje. Para cambiar, según el caso, la bermuda, la musculosa y las ojotas por el jean, la remera y la zapatillas o la bikini, el short y la remera tejida por otro short o mini, el top y los zapatos bien altos. No mucho más separa la tarde de playa y el inmediato after hasta el anochecer -con discoteca incluida- de la irreemplazable "previa" y la larga noche, otra vez entre luces y parlantes. Con la música siempre presente. Y el alcohol como imprescindible compañero de ruta.
Cerveza y fernet por las tardes. También algún aperitivo combinado con jugos. Más fernet y el vodka, desde el clásico hasta los saborizados, se abren camino hacia la madrugada entre las preferencias de miles de jóvenes que viven sus vacaciones entre la arena tibia, los pasos de baile y los tragos. Uno tras otro, en una noche que arranca y termina con sol.
El punto de encuentro, durante años consolidado en paradores alejados al sur del faro, ahora se mudó y echa raíces firmes en Playa Grande. Donde hace un tiempo se instalaron los principales bares y discotecas y ahora, en plena temporada, adolescentes y jóvenes bailan a partir del mediodía y hasta que el DJ de turno, al otro día, diga basta.
Lo único quieto en torno a la escollera que se prolonga más allá del complejo La Normandina son los cuatro surfistas que, sentados sobre sus tablas, esperan una buena ola que tardará en llegar en ese mar calmo. "Acá llegás, tomás un rato de sol como para reponerte un toque de la noche y a media tarde empezás? y ya no parás", explica Sofía, de Ramos Mejía, con 17 años y de vacaciones con compañeras de colegio. Solo dos de las cinco que comparten departamento son mayores de edad. "Si no nos dejan pasar, bailamos desde acá", dicen de este lado de Samsara, el boliche que abre su pista a orillas del mar de 18 a poco más de las 21 y habilita un segundo turno un rato después de la medianoche.
El fenómeno de la temporada, más que en otras épocas, es que el alcohol viaja a todos lados con cada grupo. El paso superador de las grandes heladeras portátiles, algunas con manijas, otras de mayor tamaño que tienen ruedas para facilitar su traslado, son las que sacaron al mercado distintas marcas. Plásticas y con forma de lata de cerveza, otras metálicas y con sello mexicano, son furor. Cargan hasta 12 botellas chicas. "Hay días que nos alcanza para los dos, otras veces nos quedamos cortos", reconocen Deborah y Sol, que hace una semana llegaron desde Rosario y se quedan hasta fin de mes.
Desde temprano, con la música cercana de un puesto de gaseosas, reggaeton y rap melosos suenan a medida que la playa se cubre. Para media tarde, con sol y calor como ayer, la arena recién se despeja con los que van a hacer la cola para caminar 30 pasos, pagar 200 pesos e ingresar al after puertas adentro del boliche. Juan, Lucio y Federico, de Córdoba, con fernet con bebida cola en mano, están por ingresar a bailar: "Afuera se arma, se pone buenazo, pero adentro es un boliche y ahí siempre es más divertido", explican.
Mientras hay luz de día, hay fiesta en la playa. Las penumbras de la noche invitan a una lenta retirada, que implica cargar con heladeras vacías y, con suerte, la última lata o el vaso con los últimos sorbos de la tarde.
Es cierto también que si la logística falló, si no hubo previsiones debidas, el grupo debe partir de apuro antes de las 21 en pos de reponer botellas para una noche que está acá a la vuelta. El tope horario de venta de bebidas alcohólicas en supermercados y almacenes expone a quedarse con manos vacías para el paso siguiente, "la previa", que nace antes de medianoche y para los hombres es una gran excusa: invitan chicas a su casa/departamento y así abren camino a una madrugada con buena compañía.
Hace poco menos de una semana, una cámara empresaria pidió que se les permita en la costa vender bebidas alcohólicas hasta las 23. "Es por lo menos poco lógico algo así mientras estamos luchando contra las malditas previas", dijeron a LA NACION desde altos rangos del Ministerio de Seguridad. En lo que va de la temporada el Registro Provincial de Bebidas Alcohólicas de Buenos Aires (ReBA) lleva secuestradas más de 8000 botellas de bebidas en 900 inspecciones. "En promedio se incautan 20 litros por hora", afirmaron a LA NACION.
"Nos trajimos el auto cargado con más de diez cajas de bebidas porque comprando como mayoristas bajamos los costos a mitad de precio", contaron cuatro jóvenes que vinieron desde la Capital en auto y con equipaje limitado a mochilas, porque ya no tenían lugar. "Otros amigos que vinieron después nos trajeron el resto", explicaron. El presupuesto en alcohol para el grupo, que se queda aquí siete días, fue de 2500 pesos cada uno. "Hay fernet, algo de cerveza y algunos lujitos", dicen sobre un par de botellas de buen gin y un whisky importado.
La noche, entonces, vuelve a arrancar en "la costa", como todos mencionan la salida. Siempre en torno a Playa Grande, para la "previa" ambulante desembarcan a pie con botellas en mano o en autos, con la misma heladera de playa otra vez bien cargada, ahora en el baúl. Se toma en el paseo que se extiende desde Playa Grande a Varese, zona de discotecas, donde para ingresar hay que pagar entre 250 y 400 pesos según el día. La competencia a veces alumbra beneficios. Hay noches de marplatenses sin cargo. También de mujeres free toda la noche. Porque lo que no se paga en boletería, saben, lo dejarán en la caja de la barra.






