
Fósiles de moluscos en pleno Palermo
Improntas de amonites de entre 65 y 200 millones de años adornan lajas en Seguí y Scalabrini Ortiz
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En Palermo, hay vecinos que tienen entre 65 y 200 millones de años. La gente los mira, extrañada, y se pregunta de dónde salieron. Algunos hasta les sacan fotos. Y ellos, inmutables, se muestran en la esquina de Seguí y Scalabrini Ortiz como si fueran figuras de lo más habituales en la fauna de la Buenos Aires de 2004.
Claro que aquí, cuando se habla de fauna, se habla literalmente de animales. Las siluetas que asombran a los residentes en el barrio -pero que resultan bien conocidas entre los paleontólogos- son improntas de amonites, unos moluscos marinos que habitaron la zona de Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza en la era Mesozoica, cuando todavía no existían los Andes y el océano Pacífico cubría esa parte del territorio.
Al menos cinco de estos fósiles adornan el perímetro de lajas del edificio torre situado en la mencionada esquina, al que los vecinos le atribuyen unos 20 años de antigüedad. Tienen la clásica forma espiralada de la concha de los caracoles marinos; precisamente, los amonites estaban recubiertos por una.
A ella también deben su nombre. Según el Diccionario de la Real Academia Española, Amón era el sobrenombre de Júpiter, representado por cuernos de carnero, similares en su morfología a una espiral.
¿Cómo llegaron las huellas de estos invertebrados marinos a su emplazamiento en pleno Palermo? Lo explica el paleontólogo Pedro Gutiérrez, especialista del Museo Argentino de Ciencias Naturales.
Explotación
"Las lajas son rocas cretáceas o jurásicas, laminadas, muy utilizadas para revestimiento, que, en nuestro país, se extraen de la cuenca paleontológica neuquina. Esta cuenca abarca a Neuquén, parte de Mendoza, parte de Río Negro y parte de La Pampa. Allí ha habido importantes hallazgos de fósiles, desde dinosaurios hasta amonites", describió el experto.
Gutiérrez recordó que, en el período cretácico de la era Mesozoica, entre 65 y 200 millones de años atrás, el oeste argentino estaba abierto al mar. Y que, a la altura de lo que hoy es Neuquén, había una especie de golfo con ambiente cálido y sedimentación tranquila, que favoreció la formación de una gran cuenca con restos orgánicos y sedimentos finos.
También existían allí rocas carbonáticas que propiciaron la formación de las laminadas e hidrocarburadas, o sea, las lajas con presencia de restos orgánicos vegetales y animales. En ese sentido, el paleontólogo recordó que resulta, asimismo, común observar en las lajas improntas de helechos.
A fines del cretácico y comienzos del terciario, el área comenzó a cerrarse al mar como consecuencia de la actividad volcánica y tectónica. Pero la tierra guardó para siempre en sus entrañas recuerdos de los organismos que habían vivido allí bajo el agua. Entre ellos, los amonites, que -pese a haberse extinguido hace 65 millones de años- suelen asomar en las lajas que visten fachadas y caminos.
"En el Gran Buenos Aires, es bastante común observar esas siluetas. En la ciudad, un poco menos", sostuvo Gutiérrez. Y reveló que, en las aguas cálidas del Pacífico, aún subsisten unos parientes cercanos de los amonites, llamados nautilus. A esos los consideran verdaderos fósiles vivientes.






