"Gaby Alvarez murió el 23 de enero de 2008, ahora soy otra persona"
PUNTA DEL ESTE.- Con un poncho blanco, jeans y alpargatas del mismo color; delgado, bronceado y rapado; con una cadenita y una cruz, el relacionista público Gaby Alvarez planifica en una cárcel uruguaya un futuro muy diferente de su glamoroso pasado.
Un múltiple asesino camina casi una cuadra para acercarle algo que Alvarez le pidió y ésa es una de las tantas demostraciones de adhesión hacia este recluso argentino, que no tiene privilegios en la cárcel, pero que se nota que ha logrado una inusual red de afectos que incluye a presos, policías e, incluso, autoridades de seguridad de la zona.
Alvarez y su secretario Ariel Coelho de Oliveira cumplen en la cárcel de Las Rosas un procesamiento con prisión por homicidio culposo seguido de pluraridad de muertes. La pena que puede corresponder es de seis meses a ocho años. Se los acusa de ser responsables del accidente de tránsito del 23 de enero en la ruta hacia José Ignacio, que terminó con la muerte de una joven pareja de turistas argentinos: la publicista Gloria Pérez del Cerro, de 31 años, y su novio, Fernando Cichiari, de 32.
Del mundillo fashion del balneario estrella del Uruguay al oscuro mundo tumbero de la cárcel de Las Rosas. De cenas con sushi servido en mesas ultradecoradas y tragos coloridos, al guiso que los presos llaman "rancho". Así Alvarez para sus días en prisión.
Se levanta a las 5.30 y tiene que usar un aparatito eléctrico para calentar el agua de la ducha. Asegura que no volverá al mundo del que proviene, que se quedará a vivir en Uruguay y que ya no se dedicará a la misma actividad.
Un amigo de Alvarez llegado de Buenos Aires hacía fila para la revisión de los paquetes que se pretenden ingresar en el penal. Tuvo que volcar la yerba mate en una bolsa, como es costumbre, para evitar que pasen elementos prohibidos. El visitante traía para Alvarez algo especial: una pelota de fútbol con la firma de Diego Maradona. Alvarez había prometido un balón firmado por el ex futbolista a los presos del Celdario Nº 5, el que aloja a los reclusos más peligrosos.
-¿Qué lectura hace del trágico episodio que lo depositó en esta cárcel?
-Hay un dolor que lo voy a llevar toda mi vida, que es por las dos personas que perdieron la vida. Yo no las puedo resucitar. Agradezco a Dios todos los días estar con vida. Dicen que no padecí nada... pero tuve 15 puntos acá, otros 14 acá y otros 14 acá ( se va señalando partes del cuerpo ). Fue un accidente, una fatalidad.
-¿Qué espera del proceso?
-Mi compañero no quiso tener un accidente. Yo venía como acompañante. Accioné el freno de mano pero cuando ya habíamos chocado. En todo lo que dije fui sincero. Dije que tomé dos caipiroshkas, reconocí que consumí media raya de cocaína . ¡Qué iba a mentir! Está probado que ni yo ni mi compañero estábamos alcoholizados ni drogados.
"Duermo con 25 narcotraficantes, con uno que mató a su mujer y la escondió en medio del río; con otro que mató a su mejor amigo con un cuchillo así de grande ( lo expresa con las manos abiertas ). Personas con las cuales no imaginé que iba a estar compartiendo un almuerzo, la vida. Es una celda donde no hay ventana. ¿Sentís el frío? ¡Y acá en Uruguay el frío es de verdad! Esto es una escuela de vida. Acá valorás todo, te das cuenta de quiénes son los amigos. Hoy, a los 31 años, estoy pasando por un obstáculo que me puso Dios, que quiere que lo supere.
-¿Cómo es el trato con los reclusos?
-Muy bueno. Aprendí a caminar, a llevarme con el pesado y el no pesado. Me hice respetar. Jamás tuve un problema con alguien. Acá te hacés hombre de verdad. Yo camino por todos los celdarios y no tengo respaldo de nada, ni pago peaje. Al Sector 5, el más peligroso, no entra cualquiera y yo comparto con ellos, la comida, las charlas...
-¿Y con los policías?
-Los policías están presos con nosotros. Es muy duro esto. La cárcel es lo peor que le puede pasar a una persona. Los días no te pasan más. Gaby Alvarez murió el 23 de enero de 2008. Ahora soy otra persona.
-¿Y el futuro?
-No creo que me dedique a las relaciones públicas, a estar con tres celulares. Yo toda la vida me puse objetivos y los fui cumpliendo. Ahora, cada día pienso un futuro diferente. Yo siempre dije que iba a terminar en Uruguay viviendo en un campo, pero no lo imaginé con un alambrado y con 400 presos adentro.
Alvarez expresa malestar por algunas bromas que hacen en Buenos Aires sobre su situación y dice que ve más respeto en la cárcel que fuera de los barrotes. "Aca aprendés a valorar todo, a respetar. Acá en la cárcel se dice ´buen día , provecho , ´salud , todas esas cosas. En el mundo de la farándula, no. Acá no despertás a un preso, porque el sueño de un preso es la libertad. Los días son interminables, la hora no pasa más. Todos los que han hablado tantas pavadas ¡que no tengan un accidente y deban ir a parar a una cárcel!"
La recorrida por la cárcel de Las Rosas sigue y se nota la huella de Alvarez hasta en el despacho de las autoridades, donde hay un cuadro grande que él mismo hizo combinando fotos.
"En la cárcel se siente la adrenalina. Es como un River-Boca, escuchás los cucharones contra las chapas. Acá está el que le robó el demo a Shakira y el que le robó a Amalita Fortabat; el que mató y el que violó."
Alvarez se ampara en amistades que, según cuenta, lo llaman a menudo por teléfono. "Recién corté con Luis Alberto Spinetta, es como mi padre postizo y mi mejor amigo, Juan Cruz Bordeau ha venido millones de veces."
Sobre la versión de una novia uruguaya, aclara que es la hija de un recluso que simpatizó con él y que le hace compañía. Un espacio para visitas conyugales no ha sido pedido por Alvarez en los meses que lleva preso.
Silencio de los familiares de las víctimas
- LA NACION intentó comunicarse con la familia de Gloria Pérez del Cerro, una de la víctimas que murieron, junto con Fernando Cichiari, en el accidente protagonizado por Gabriel Alvarez y Ariel Blas Cohelo. Sin embargo, ningún familiar respondió a las llamadas, y prefirieron guardar silencio. El mismo que mantuvieron desde que se conoció la noticia de la muerte de Gloria. En ese momento, su padre, Manuel Pérez del Cerro, se limitó a decir unas pocas palabras: "Creo en la justicia uruguaya". Nada más. Desde entonces guarda un respetuoso silencio.