Las palabras o los gestos: ¿qué pesa más a la hora de sentirse aceptado o rechazado?
El análisis de la Universidad Austral detectó que la mirada, el silencio y el tiempo disponible son elementos claves al momento de comunicar
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Una investigación reciente realizada por docentes e investigadoras de la Universidad Austral analizó las conversaciones interpersonales y concluyó que la comunicación no verbal predomina en la percepción de aceptación o rechazo. Las señales más determinantes se manifiestan, en mayor medida, a través de posturas corporales, miradas, gestos y tonos de voz, por encima de las palabras explícitas.
El estudio, titulado “Una aproximación al campo: Feedbacks de aceptación/rechazo”, fue desarrollado por Roxana Fantin junto con María Soledad Jouliá, Marina López Saudibet y Agustina Zapiola. Se basó en una muestra de 143 estudiantes de posgrado en comunicación de la Universidad Austral pertenecientes a distintas camadas entre 2020 y 2023.
Durante una semana, los participantes registraron de manera libre las señales verbales y no verbales de aceptación y rechazo percibidas en sus diálogos cotidianos, y las describieron con palabras. A partir de ese corpus, el equipo investigador analizó los materiales e identificó categorías emergentes.
“El cuerpo habla incluso cuando no somos plenamente conscientes de ello. Muchas veces creemos que aceptamos con palabras, pero el otro lo percibe, sobre todo, a través de nuestra mirada, nuestra postura y el tiempo que le damos”, explicó Fantin, doctora en Comunicación y docente investigadora de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral.

Hace una década, Fantin concluyó un doctorado sobre diálogo interpersonal y, desde entonces, analiza sus diversas aristas. “Este informe se basa especialmente en una teoría que sigo mucho, la de un filósofo que se llama Emmanuel Lévinas”, explicó.
“Él distingue en el diálogo interpersonal la aceptación de la persona de la comprensión de sus ideas”, agregó. Desde este marco teórico, aceptar implica recibir al otro en su totalidad, más allá del acuerdo o desacuerdo con sus ideas, en una dimensión afectiva, corporal, espiritual y precognitiva.
“La aceptación no es solamente un acto racional; también es afectiva, corporal e incluso espiritual. Y eso se refleja claramente en los resultados que obtuvimos”, subrayó Fantin. Aceptar a la persona, precisó, supone reconocer su derecho a pensar y expresar. Mientras que el debate sobre las ideas sigue otra lógica —puede haber acuerdo o disenso—, el respeto hacia el interlocutor permanece. Esa distinción constituyó la base del estudio.
“Requiere tiempo entenderse con el otro, y para eso debe haber aceptación en un nivel humano-humano, persona-persona, que deja el diálogo abierto. Por eso es tan importante sentirse aceptado más allá de sentirse validado en lo que digo”, afirmó
“Se trata de abrir el diálogo y evitar identificar al otro únicamente con lo que dice, porque eso nos lleva rápidamente a la polarización. Cuando el otro queda pegado a su discurso, rechazo la idea y, con ella, rechazo a la persona”, añadió.
El estudio analizó 558 señales registradas por alumnos de posgrado y concluyó que el 60% de los feedbacks de aceptación fueron no verbales.
“En un ámbito donde no se había estudiado todavía la percepción de la aceptación en el diálogo, esta muestra exploratoria permitió empezar a delimitar significados. No sabíamos bien qué implicaba aceptar al otro cuando no estoy de acuerdo con lo que dice, por eso las categorías emergen del campo”, señaló Fantin.
De acuerdo con la investigadora, cuando se habla en un intercambio cotidiano suele creerse que todo se juega en las palabras. Sin embargo, los registros revelan otra dimensión: para que el otro se sienta aceptado en el plano personal, influyen con mayor fuerza los signos que se expresan casi inconscientemente —el tono de rigidez muscular, la apertura corporal, la relajación, el modo en que se modula la voz, lo paralingüístico−.
“Por eso a veces uno dice ‘¿qué es lo que dije mal?’. Y en realidad no es lo que se dijo, sino cómo se dijo. Todo nuestro cuerpo comunica. No se puede mentir que se acepta al otro, porque es muy inconsciente: la aceptación, en el fondo, está o no está. Uno puede decir muchas cosas verbalmente, pero el cuerpo puede transmitir otra”, explicó Fantin.
Entre los principales hallazgos, se destacó que la mirada atenta fue la variable de mayor peso para percibir la aceptación. “En realidad, lo que se ve es que la mirada y lo que sucede en el rostro —todos los feedbacks que están del cuello para arriba: la mirada, la sonrisa, el tono muscular de la boca— representan casi el 70% de lo registrado, y el 30% corresponde al resto del cuerpo”, explicó.
En el extremo opuesto, la falta de mirada apareció como el signo más fuerte de no aceptación.
En los feedbacks vinculados al rechazo, la interrupción apareció como primera variable. El rechazo suele manifestarse a través de interrupciones, inquietud corporal, rigidez muscular, tono de voz cortante, respuestas monosilábicas y falta de priorización del diálogo. “Es notorio cómo las personas percibieron sentirse rechazadas cuando se las interrumpe. ¿Qué es la interrupción? Quitar el piso, negar el derecho a continuar. No la interrupción colaborativa, que también aparece, cuando ambos están enganchados y se pisan en el tema; sino aquella que implica cambiar de tema o mostrar desinterés por lo que el otro dice: invalidar al otro. Eso se percibe como rechazo a la persona”, detalló.

A esto se sumaron otros factores clave, como la postura corporal relajada, el tono de voz pausado, el silencio respetuoso y el tiempo disponible para el interlocutor. El 50% de los registros de aceptación se vinculan con la capacidad atencional, mientras que un 30% se relaciona con el tiempo disponible durante la interacción.
“La variable tiempo es muy interesante, porque vivimos en una cultura del no tiempo: queremos tener un diálogo en quince minutos, llamamos porque tenemos diez, adelantamos audios. Y lo que aparece en el diálogo interpersonal en esta muestra es la percepción de tiempo disponible. ‘Percibí que había tiempo disponible y eso me hizo sentir aceptado’”, explicó.
El silencio es otra variable importante.“Tiene valor positivo y negativo en la muestra. El silencio como signo de aceptación es mayor que como signo de rechazo. Del campo emergen categorías como silencio indiferente y silencio respetuoso”, afirmó la investigadora.
El estudio también destacó que la percepción de aceptación y rechazo no se construye a partir de un único gesto, sino de la combinación de múltiples manifestaciones interdependientes, verbales y no verbales. “No es una sola señal la que define si alguien se siente aceptado, sino un entramado de gestos, silencios, miradas y tonos que se articulan en el intercambio”, agregó.
Los resultados generales también mostraron una predominancia clara de la aceptación sobre el rechazo: de las 558 señales que se identificaron, 425 fueron de aceptación frente a 133 de rechazo. Además, se observó una alta coincidencia en los términos utilizados para describir las percepciones y una notable riqueza en el nivel de detalle de los registros. Uno de los valores principales consistió en detectar categorías a partir de la autopercepción de los participantes.
La investigación no buscó generalizar los resultados, sino abrir nuevas preguntas sobre cómo se construye la aceptación en el diálogo, qué relación existe entre atención y acuerdo, y hasta qué punto estas percepciones dependen del contexto y de la subjetividad de cada persona.
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