
Pagó el rescate, pero su hijo secuestrado aún no aparece
El caso comenzó 23 días atrás; hace ocho que debió terminar
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El dolor de Luis Peralta y de su familia se prolonga y nada indica, hoy, que ese sentimiento desaparezca si no llega la noticia que tanto espera. Hace 23 días comenzó su calvario, cuando secuestraron a su hijo Diego, de 17 años. Aunque hizo todo lo que los captores le dijeron, aunque pagó el rescate pedido hace más de una semana, el joven aún no aparece.
El 5 del actual, Diego Alejandro Peralta fue secuestrado por tres hombres armados que vestían de azul y que cortaron el paso del remise en el que iba al colegio al grito de “alto, policía”. Su padre –mecánico y dueño de una distribuidora de bebidas–, tras dos semanas de negociaciones, dejó en el sitio donde se le indicó, en Claypole, 9000 pesos y 2000 dólares, el rescate pactado.
Pero Diego no fue liberado cerca de la cárcel de mujeres de La Plata, como habían prometido sus captores. Desde el sábado último, día del pago, el teléfono ya no trajo ni la voz de los secuestradores ni la noticia de que el chico está sano y salvo. Y el tiempo sigue corriendo.
El día del secuestro
El viernes 5 del actual Diego salió de su casa, situada en Cabildo 317, de El Jagüel, hacia la Escuela Privada El Jagüel –en Ezeiza–, donde cursa el tercer año del polimodal. Vestía el uniforme del colegio: pantalón gris, camisa blanca y un buzo con la inscripción “Egresados 2002”. Siempre iba en bicicleta, pero como llovía, y como muchas de las calles del barrio en el que vive son de tierra, tomó un remise.
En la calle El Ceibo, entre Gutiérrez y Uraldi, tres hombres armados que iban en un Volkswagen Senda rojo le cortaron el paso al remise, golpearon al chofer, Fermín Amarilla, y se llevaron al adolescente, según relató ayer a LA NACION su padre.
Según el remisero y otros testigos, los delincuentes estaban vestidos de azul y detuvieron el auto al grito de “¡alto, policía!”, como si fuese un procedimiento. Le preguntaron al chico “¿vos sos Diego?” y se lo llevaron.
Minutos más tarde, el remisero advirtió del hecho a Luis Peralta, que hizo la denuncia de inmediato.
Los secuestradores efectuaron la primera llamada media hora después de que Diego desapareció. Exigieron el pago de 200.000 dólares a cambio de la liberación del adolescente.
“Sacá la plata que tenés en el banco”, le ordenaban los secuestradores, según relató a LA NACION Peralta, que trabaja desde hace 24 años como mecánico en el peladero de pollos La Cresta Roja, que hace nueve puso una distribuidora de bebidas en el fondo de su casa y que, asegura, no entiende cómo alguien pudo pensar que él tenía semejante cantidad.
La Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de Lomas de Zamora colocó desde el primer día policías en la casa de los Peralta para rastrear las llamadas y para que aconsejaran a Luis sobre cómo dialogar con los delincuentes para no poner en riesgo la vida de su hijo.
Peralta y su esposa, Emilse, pidieron a los secuestradores hablar con Diego para asegurarse de que su hijo estaba vivo y bien. Pero los captores no accedieron ni dieron una prueba de vida. Sólo respondieron: “El está bien, quédense tranquilos”.
Durante la primera semana, los secuestradores llamaban cada dos días. Según Peralta, se comunicaban de noche y siempre hablaban con tranquilidad, sin amenazas. “Me decían que junte la plata tranquilo”, relató, con la voz entrecortada.
En la segunda semana, los captores llamaron con menos frecuencia y bajaron sus pretensiones a 100.000 dólares. Hasta que el sábado 20, inesperadamente, acordaron liberar a Diego a cambio de la cifra que había juntado la familia hasta entonces. “Como si hubieran querido hacer rápido los trámites”, contó Luis.
Con ayuda de compañeros de trabajo y amigos, y la venta de la mercadería de su negocio, Peralta logró juntar el dinero que los secuestradores aceptaron como monto del rescate. Entonces, los secuestradores le ordenaron a Luis que llevara un teléfono celular y que fuera a la rotonda Los Pinos, en Burzaco.
Nuevas instrucciones lo llevaron a un cruce de avenidas en Don Orione, Claypole. Allí, sobre la base de un semáforo, Luis encontró un celular que dejaron los delincuentes. En ese teléfono recibió otra orden: ir a la cancha de Claypole y, contra un paredón, dejar el dinero en una bolsa blanca. “Cuando tiré la plata me llamaron y me dijeron que si todo iba bien iban a soltar a Diego en la zona de la cárcel de mujeres de La Plata”, dijo Luis. Eso nunca pasó.
“Por ahora no voy a dar ninguna información para preservar la vida del joven”, dijo anoche a LA NACION el comisario inspector Domingo Casafús, titular de la unidad antisecuestros de la policía bonaerense.





