Palomas mensajeras: como flechas, alcanzan los 100 km/h
En tiempos en donde no había Internet, y mucho antes en la historia, cuando no existía el telégrafo y eran pocos los medios de comunicación con los que contaba la humanidad, la paloma mensajera cumplió un rol trascendental. Constituyó la única forma de enviar mensajes a ejércitos o novedades sobre expediciones en tierras inexploradas.
En nuestro país existen alrededor de 700.000 aves de este tipo nucleadas en 136 clubes de colombófilos que realizan hasta 80 competencias anuales, donde participan 2800 aficionados de todas las provincias. "Hay mucho desconocimiento de nuestro deporte, que es sano y se hace en familia", confirma Osvaldo Dagnino, presidente de la Federación Colombófila Argentina.
La paloma mensajera es una variedad de paloma denominada Columba livia doméstica. A diferencia de las urbanas, tienen un sentido de orientación único, muy desarrollado. También tienen más plumaje, brillante, mayor rapidez en vuelo y una resistencia a la fatiga: son capaces de volar en un solo día 1.000 kilómetros.
La característica más llamativa de esta raza es que siempre vuelve al lugar de nacimiento, es decir, a su palomar. Este rasgo, que fue advertido por los griegos (los resultados de los juegos olímpicos eran enviados por estas palomas) y perfeccionado por los árabes (las usaron contra los Cruzados) tuvo su momento de apogeo en Europa entre los siglos XVI y XVII, cuando los servicios de mensajería por palomas se institucionalizaron hasta convertirse en una red muy amplia que se extendía en los más diversos países. Sin duda el papel más relevante de la paloma mensajera fue en conflictos bélicos. "En la primera y segunda guerra mundial condecoraron a muchas palomas", señala Dagnino.
Con el progreso de los medios de comunicación, como el telégrafo, el teléfono e Internet, la mensajería por palomas desapareció, para volverse una disciplina practicada en todo el mundo por colombófilos. La colombofilia es el deporte de la cría y adiestramiento de palomas Columba livia domésticas. Los mejores exponentes del mundo están en Bélgica y en los Países Bajos. Entre ambos países existen 40.000 colombófilos.
En nuestro país, el 18 de febrero de 1900 se creó la primera asociación colombófila, llamada la Zarateña. La Federación Argentina se formalizó el mismo mes pero del año 1926, desde entonces las palomas mensajeras estuvieron protegidas por el Ministerio de Guerra y la práctica se extendió en todo el país, focalizándose en la provincia de Buenos Aires. En el año 2015, y luego de más de un siglo de actividad, el Congreso Nacional proclamó la Ley 27.171 que declaró a la colombofilia como un deporte. "Hace tres años tenemos un miembro en el Comité Olímpico", sostiene Osvaldo, abriendo la puerta a una de las más grandes ilusiones: que algún día se valore como deporte olímpico a las competencias con palomas mensajeras.
El deporte colombófilo se basa en carreras que usan el sentido de la orientación de las palomas. Cada entrenador tiene un palomar con hasta 150 palomas que crían, alimentan y entrenan. "Las tratamos como deportistas, tiene una dieta especial de maíz cuarentin, trigo candeal, sésamo, girasol y en competencia comen maní cocido", resume el titular de la Federación. Una vez a la semana se las baña, para que tengan el plumaje limpio y cada una tiene libreta sanitaria controlada por SENASA. El entrenamiento consiste en abrir el palomar y dejar que las palomas vuelen. Ante un estímulo –que puede ser un silbatazo, aunque cada entrenador tiene el suyo- las palomas regresan, una por una, al palomar.
Cada paloma descansa y duerme en un rincón que hace suyo y que protege. Antes de las carreras, se las llevan encestadas hasta un punto alejado del palomar (20/30 kilómetros), se las suelta y las palomas regresan al lugar de origen.
Cada paloma mensajera al nacer tiene un anillo en una de sus patas con su identificación, que remite directamente a su dueño. "Es como el DNI", aclara Dagnino. Las competencias se hacen de la siguiente manera: un día antes cada colombófilo lleva sus palomas al club donde está federado, se les inserta un segundo anillo con chip, que es escaneado en un plato digital que identifica ese dispositivo y lo carga en un sistema, que se sincroniza además con un reloj especial para este deporte que tiene cada entrenador. Se decide allí cual paloma competirá, al día siguiente son trasladadas en cesto al punto de suelta, que puede ubicarse a una distancia de hasta 1000 kilómetros, aunque el promedio es 300. Por whatsapp se avisa exactamente la hora en la que se abren los cestos y a partir de allí cada ave volará directamente a su palomar.
La paloma mensajera es veloz. Puede alcanzar una velocidad de hasta 130 km/h cuando tiene viento a favor, pero el promedio es de 80 km/h. Calculando la velocidad de vuelo y las condiciones climáticas, cada colombófilo espera a sus palomas con el palomar abierto, con agua y alimento. La carrera más esperada, es la de Zapala. Las aves son enviadas a esa ciudad neuquina y desde allí inician su regreso a sus palomares bonaerenses, cruzando la estepa y la región pampeana con una distancia de 1000/1200 kilómetros. "Vienen agotadas, es increíble saber que regresan desde tan lejos", reconoce el presidente de la Federación.
En el camino, cada paloma puede tener obstáculos. Una tormenta en el camino, por ejemplo. "La paloma no vuela de noche, aunque hay casos en los que sí", relato Dagnino, refiriéndose a episodios en los que alguna paloma ha vuelto a su palomar a las 23 horas. Lo normal es que el ave detenga su vuelo y espere la salida del sol para retomar su viaje. Pero peor que la lluvia, el principal enemigo son los halcones, depredadores natural de las palomas, a quienes atacan en pleno vuelo. "Cuando veo un halcón volando, tiemblo", confiesa. "Hasta que no llega la paloma no estoy tranquilo, es como estar esperando a un ser querido", reconoce Dagnino.
La colombofilia puede ser practicada por cualquiera. "Con un pedazo de fondo o terraza que tenga un espacio de cuatro metros por uno y medio, ya está", asegura el presidente. Luego, la Federación fija el club más cercano y le da a cada nuevo aspirante a este deporte el modo de criar y entrenar palomas mensajeras. "El Bélgica se llegó a vender una a un millón y medio de dólares, acá puede costar $20.000", asegura, aunque para comenzar los costos son mucho menores.
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