
Planchar la ropa, el hábito hogareño que está en vías de extinción
Expertos se preguntan si estamos ante una generación descuidada o frente a una transformación cultural profunda que redefine el cuidado personal y doméstico
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Las estadísticas no mienten: la plancha de ropa está en vías de extinción. En el Reino Unido, apenas el 28% de los adultos plancha después de cada lavado y uno de cada cuatro jóvenes entre 18 y 24 años confiesa que jamás lo hace, según un análisis de hábitos de planchado realizado por Pretty You London este año. En Estados Unidos, casi un tercio de los menores de 34 años carece de plancha en su hogar, de acuerdo con un estudio citado por la revista Newsweek. ¿Estamos ante una generación descuidada o frente a una transformación cultural profunda que redefine el cuidado personal y doméstico?
La respuesta es compleja y atraviesa múltiples dimensiones: la pandemia que revolucionó los códigos laborales, el auge del teletrabajo, la innovación textil, los nuevos electrodomésticos y, sobre todo, una redefinición radical de lo que significa “verse bien” en el siglo XXI.
El mercado que se desploma
Eduardo Echevarría, Market CS Manager de NielsenIQ, confirma el descalabro: “El mercado de planchas, analizado en una tendencia de largo plazo, muestra una contracción del 36% si comparamos 2024 respecto al 2014”. La pandemia marcó un punto de inflexión definitivo al instalar el home office como modalidad permanente. “Buena parte de esta evolución estuvo marcada por el impacto del COVID, que implicó un cambio de hábitos en términos de menor presencialidad y mayor home office, lo cual se mantiene hoy en día”, explica. Aunque las ventas repuntaron levemente en 2022 y 2023, nunca recuperaron los volúmenes previos. “Hay un cambio estructural en cuanto al mercado potencial del producto”, advierte.
El dato más revelador: entre quienes aún compran planchas, el 76% elige modelos verticales a vapor, lo que sugiere que hasta los últimos resistentes buscan eficiencia y rapidez.
La moda se relaja
La industria de la indumentaria ha sido cómplice —y también víctima— de esta transformación. Ferni Moreno, editora de moda y autora del libro Vestite como realmente querés, sostiene que el problema de raíz no es el planchado sino el consumo masivo: “Las personas no priorizan planchado o no planchado, priorizan precios y cantidad y eso las lleva por el camino del fast fashion y sus géneros sintéticos que no necesitan plancha”.
Sin embargo, Moreno advierte que esta democratización tiene un costo oculto. Su postura es tajante: “Una buena prenda necesita plancha. La plancha le da vida a las prendas luego del lavado, no usarla es perder el 50% de la magia de las piezas”. Y lanza una pregunta incómoda sobre los textiles sintéticos: “¿Sin arrugas, pero con plástico? ¡Paso!”.

El ingeniero Diego Martínez, del Departamento de Ingeniería Textil de la UTN, ofrece una perspectiva histórica esclarecedora: “Una foto de los años 40 o 50 muestra a personas vestidas con trajes súper planchados. La moda fue cambiando”. Hoy los ámbitos laborales y sociales que exigen camisa y traje son una minoría. “Ahora la gente usa la ropa más arrugada que antes y además existe la posibilidad técnica de que la ropa tenga menos arrugas. Son muy pocos los ámbitos laborales y sociales donde se usan camisas y un traje, en cambio, se usa mucho más una chomba, una remera, un buzo o lo que se llama pullover de hilo que no se arruga”.
La revolución tecnológica del no planchado
La industria de electrodomésticos ha respondido a la demanda con innovaciones que vuelven prescindible el planchado tradicional. Desde Drean, explican que los lavarropas incorporan ciclos con vapor que cumplen una triple función: desodorizar, desinfectar y reducir arrugas. Además, pueden reducirse las revoluciones por minuto durante el centrifugado: a menor velocidad, menor probabilidad de aparición de pliegues.
Su función “Vuelve y termino” mantiene la ropa en remojo con movimientos alternados posteriores al lavado, “algo especialmente útil cuando el usuario no está presente al finalizar el ciclo, lo que reduce notablemente las arrugas y los malos olores”, explica Julián Filisetti, gerente de producto de la empresa.
La estrategia de la marca es ambiciosa: “Que el lavarropas no solo limpie, sino que también gestione el acabado de la prenda, para que en el 90% de la ropa diaria la plancha deje de ser una necesidad, reservándose solo para la sastrería o el lino más exigente”.

La evolución textil ha sido igualmente determinante. Martínez explica que el algodón cien por ciento solía tratarse con resinas que emitían vapores tóxicos: “Se hacía pero era un proceso que no era amigable con el medioambiente ni con las personas que trabajaban en hacerlo porque emitía vapores malos para la salud”. Hoy la situación cambió radicalmente: “Con la evolución de la tecnología, existen productos químicos que dan efectos similares de antiarrugas sin emitir tantos gases tóxicos. Actualmente, la resina glioxálica es prácticamente inocua”.
Pero la gran revolución llegó con el poliéster. “La fibra de poliéster es un tejido con más memoria. Todo lo que sea agregado de poliéster que esté bien termofijado tiene antiarrugas”, explica Martínez. Aunque es un derivado del petróleo, aclara que “hoy la tendencia es el reciclado de poliéster que permite hacer un nuevo textil”.
La Fundación ProTejer confirma que la nanotecnología ya permite modificar estructuralmente las fibras: “Ya existen textiles antiarrugas cuyas fibras textiles son modificadas estructuralmente a partir de la aplicación de nanotecnología. El abanico de textiles inteligentes con aplicación de nanotecnología es muy amplio y son productos de alto valor agregado y contenido tecnológico, cada vez más demandados a nivel mundial”.
Ana Hernández Hermida, Marketing Manager Fabric Cleaners del jabón de lavar Skip, ratifica la tendencia: “Sabemos por estudios de mercado que hay un abandono del planchado en el hogar y que las personas eligen cada vez más telas que se arrugan menos y productos que reducen la necesidad de planchado. Los hábitos de cuidado de la ropa cambiaron y hoy se busca practicidad más que nuevas tecnologías específicas”.
Género, tiempo y liberación
Amo de Casa, popular creador de contenido sobre tareas domésticas, introduce una dimensión más profunda. Antes, explica, la mujer sostenía en silencio la vida laboral del hombre: “Mientras él salía a trabajar, ella garantizaba que todo funcionara —ropa limpia, camisas planchadas, comida lista, casa ordenada—. Con la incorporación de la mujer al mercado laboral, ese esquema se desarmó: ya no hay una figura que ‘sostenga desde atrás’. Y en esa redistribución, actividades como el planchado empiezan a perder sentido o prioridad”.
El influencer cita un estudio argentino sobre el trabajo de cuidado y brechas de género que señala que la tarea del planchado presenta una brecha de 39 puntos porcentuales entre mujeres y varones. Si la mujer es cónyuge, la brecha llega a casi 55 puntos porcentuales.
Se trata de un cambio cultural más amplio: “Se valora y se busca más el tiempo de ocio, eso hace que dedicar horas al planchado sea algo que muchos prefieren evitar”. También hay un rechazo de lo híperpreparado: “Se valora la naturalidad. Que la casa esté limpia pero vivida, que la ropa esté bien pero sin sacarle el alma”.
Trucos para una vida sin plancha
Los consejos prácticos de Amo de Casa resumen la filosofía del no planchado: “Comprar ropa que no se arrugue tanto. La ropa 100% algodón es la que más se arruga. Usar programas cortos de lavado y centrifugar a baja velocidad. Usar vinagre de alcohol junto con el suavizante: ablanda las fibras y reduce arrugas”.
También recomienda colgar la ropa apenas termine el lavado, sacudirla y estirarla bien, dejar secar las camisas en perchas y aplicar el método de doblado vertical, que evita arrugas porque la ropa no queda apilada. “Colgar la ropa en una percha mientras te duchas para que el vapor disminuya las arrugas”, sugiere. Y añade un consejo sustentable: “Si vas a planchar hacelo por una cantidad de ropa considerable y no de a una sola prenda. La plancha es uno de los electrodomésticos que más energía consume”.
Los límites de la rebelión antiplanchado
Pese a todos los avances, la plancha mantiene su lugar en ciertos contextos. Filisetti reconoce que “existen telas muy difíciles de tratar, como el lino, el algodón rígido o prendas como las camisas de vestir. La plancha sigue siendo irreemplazable cuando se busca un acabado estético y definido, por ejemplo en pliegues y cuellos”.
La explicación técnica es clara: “Esto se debe a la ‘memoria de la fibra’: tejidos naturales de alto gramaje fijan las arrugas con fuerza al secarse. Solo la combinación de calor directo y presión mecánica —es decir, la plancha tradicional— puede realinear completamente sus fibras de celulosa”.
¿Progreso o decadencia?
La extinción de la plancha parece inevitable, pero el fenómeno admite lecturas contradictorias. Ferni Moreno no duda en elegir bando: “Ya lo dijo el maestro Adolfo Domínguez: ‘la arruga es bella’, pero no es lo mismo la huella en un buen lino o una seda que en unos jeans que no planchamos porque nos dio mucha fiaca”.
Y sobre el reemplazo de fibras naturales por sintéticas, es categórica: “Los microplásticos de la ropa en constante convivencia con nuestra piel no me parece un cambio positivo”.
Lo cierto es que la plancha ya no reina en los hogares como lo hizo durante décadas. Tecnología, pragmatismo y cambio de mentalidad convergen para relegarla a un papel secundario. Lo que alguna vez fue una tarea semanal ineludible, hoy es una opción reservada para ocasiones especiales o prendas muy específicas. El electrodoméstico que protagonizó la vida doméstica del siglo XX se despide sin estridencias, desplazado por una época que prioriza la eficiencia, la comodidad y la redistribución del tiempo. Para bien o para mal, el futuro huele a ropa recién lavada que no necesita plancha.




