
Proponen restringir el uso de las calculadoras en las escuelas
Es iniciativa del gobierno británico para mejorar el rendimiento de los alumnos.
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LONDRES (EFE).- Los niños británicos menores de ocho años no podrán usar las calculadoras en el colegio, y en los años siguientes lo harán en forma restringida, con el fin de elevar el nivel de aprendizaje en el campo de la aritmética.
El gobierno propondrá el regreso a los métodos tradicionales en los planes de educación, que hará públicos mañana, según informó ayer el periódico Daily Mail.
Los escolares tendrán una clase diaria, de 45 minutos a una hora, de matemáticas y se invertirán 96 millones de dólares para que los maestros descubran métodos de enseñanza que resulten efectivos.
Se creará también un equipo de "supermaestros" que se encargará de visitar cada centro del país para garantizar el uso de los métodos más adecuados.
Las matemáticas serán un área privilegiada en la estrategia que planteará el Ministerio británico de Educación, debido al bajo nivel que tienen los escolares en esta asignatura.
Según un estudio comparativo realizado el año último sobre las aptitudes matemáticas de los estudiantes de 26 países, el Reino Unido quedó en el decimoséptimo lugar.
Este resultado lo sitúa muy lejos de países asiáticos, como Singapur y Japón, y de países de Europa oriental, como la República Checa y Hungría.
El gobierno británico ya introdujo este año pruebas de aptitud aritmética para niños de once años como examen clave para acceder al siguiente nivel de educación básica.
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La noticia que viene de Londres no abunda en pormenores sobre el cambio que le espera a la matemática escolar británica.
Los funcionarios, alarmados por el flojo desempeño de los alumnos en esa área, intentan fortalecer el papel de los números en el aula, tal vez buscando alcanzar y sostener un ritmo científico y tecnológico de vanguardia.
Hacia fines del siglo pasado, Inglaterra era conocida como "el taller del mundo": una fábrica gigantesca y sofisticada que no se cansaba de lanzar al mercado internacional miles y miles de productos manufacturados. Por la misma época, casi todos los países del globo confiaban su bienestar a la generosidad de la tierra y a la fatigosa labor de los campesinos.
Sea cual fuere el propósito final de la reforma matemática _entrenar científicos más avezados o tener una figuración más decorosa en las estadísticas escolares internacionales_, está claro que para las autoridades educativas la calculadora no es cosa de niños.
Máquina sentenciada
Vista como un juguete peligroso, repleto de botones que atentan contra el pensamiento y fomentan el crecimiento descontrolado de la pereza intelectual, la máquina de calcular va derecho al exilio, sentenciada a no volver a pisar el aula por haber influido en el bajo rendimiento escolar de los niños británicos.
Según el matemático Fausto Alfredo Toranzos, investigador de la Universidad de Buenos Aires, la calculadora le ahorra al estudiante un tiempo muy valioso, el cual puede ser volcado a la resolución de problemas.
"Hay gente que insiste en que se deben seguir usando esos ritos matemáticos repetitivos", dijo el reconocido matemático consultado por La Nación , con referencia a los maestros y profesores aferrados a la doctrina que prescribe la resolución de cálculos kilométricos a mano alzada, con lápiz, entrenamiento y paciencia. Sin máquinas.
El tener que dedicar minutos y tal vez horas a sacar cuentas sin ayuda alguna, resta tiempo y energías a lo que debería ser el tema central de las matemáticas: la resolución de problemas. "Pedirles a los chicos que no usen calculadora es como pedirles que hagan fuego con dos piedras. Para eso tenemos los fósforos y los encendedores", aseguró.
Horacio Reggini, ingeniero y divulgador científico, señaló por su parte que dejar de lado la calculadora "sería lo mismo que prohibir la lapicera y la birome y hacer todo con pluma de ganso". Los chicos tienen que aprender lo que es una suma y listo. Lo demás "es tiempo perdido".
"Nuestra capacidad matemática aumentó cada vez que se inventó un recurso técnico, como el ábaco o la calculadora", afirmó el epistemólogo Gregorio Klimovsky. Con cada avance mecánico, el hombre echa todo el trabajo rutinario sobre los hombros de la máquina y vuelve su mirada hacia el avance de la ciencia. "A medida que uno deja de hacer algunos cálculos matemáticos, uno aprende a resolver nuevos problemas", señaló el científico.
El desafío es razonar
En una recorrida efectuada por La Nación , se pudo comprobar que la mayoría de las escuelas porteñas prefiere restringir el uso de la calculadora en las aulas, especialmente en los cursos inferiores al sexto grado.
Las autoridades educacionales consultadas coincidieron en que el chico debe aprender primero los razonamientos y las operaciones y sólo después, una vez afianzados éstos, utilizar la calculadora como un instrumento complementario.
La vicedirectora del segundo ciclo de la Escuela Argentina Modelo, Graciela Pieres, contó a La Nación que "sólo a partir del segundo cuatrimestre de 6º grado se permite que los alumnos usen la calculadora". Pieres explicó que antes de esa etapa no resulta un recurso pedagógico, ya que "es necesario que se afiancen en las operaciones matemáticas". Por su parte, la vicerrectora del secundario, María Clara García Juanico, cree que "el uso excesivo de la calculadora puede ocasionar la pérdida del significado de la cuenta". Agregó que los docentes "debemos inculcar el análisis crítico y no generar una dependencia hacia la tecnología".
Para el rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, Horacio Sanguinetti, es correcto que se restrinja el uso de la calculadora hasta los ocho años, "porque es más importante hacer hincapié en el aprendizaje del razonamiento". En este tradicional secundario porteño se opta por "darle libertad al profesor para establecer cuándo se permite la calculadora, pero siempre existen limitaciones", afirmó su director.
Cuentas manuales
Una situación similar se percibe en las aulas de la Escuela Presidente Mitre. Allí, la maestra de cuarto grado, Blanca Vallejos, trabaja con "material estructurado", como plantillas de centenas, decenas y unidades, para la enseñanza de las diversas operaciones.
Y su posición es recibida con entusiasmo por algunos de sus alumnos. Federico Diolosa, de 9 años, prefiere hacer las cuentas de manera manual, porque "me divierte más sacar el resultado yo mismo".






