“¡Qué asco, judía!”. Los números que marcan el peligroso crecimiento del antisemitismo y las razones detrás del fenómeno
Desde el ataque de Hamas, la DAIA registra un incremento de los discursos de odio contra el judaísmo
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“Hoy quemamos judíos” cantaban los alumnos de la Escuela Humanos en su viaje de egresados. “Ahora encima tenés un hijo judío, qué asco”, le gritó su vecino a la influencer Michelle Imán Schmukler y a su bebé de ocho meses antes de tirarle un fierro por la ventana, según denunció. “Judío de mierda” le decían a Matías Hauszpigiel mientras lo golpeaban en un semáforo cuando iba camino al acto para pedir por la liberación de los rehenes en el Parque Centenario a dos años del ataque de Hamás que desató la escalada del conflicto en Medio Oriente. Todo esto ocurrió en apenas dos semanas.
Los números indican que el antisemitismo aumentó a nivel global desde que comenzó este conflicto, no solo en términos numéricos sino también en su vehemencia. En Argentina, es la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) quien lleva el registro de las denuncias contra los hecho judeofóbicos. En lo que va del 2025, ya suman 700. El número supera al total de 687 registradas en 2024.

“Hay tres veces más acciones antisemitas de lo que había. Creemos que el 7 de octubre comenzó un ataque terrorista y después se expandió a las redes sociales y a la opinión pública, buscando generar alianzas con ciertas minorías sin entender demasiado la misión y buscando frases y simbolismo, buscando antisemitismo”, plante el presidente de la DAIA Mauro Berenstein.
Y subraya la importancia de entender los simbolismos: “El tema no es la bandera de Palestina, sino lo que simboliza al decir del río al mar: la destrucción del Estado de Israel, y dentro de él, la destrucción de un pueblo. Eso genera intolerancia y antisemitismo”.
Amplificación en redes
Las redes sociales también se convirtieron en un terreno fértil para la propagación del antisemitismo. A modo de ejemplo, mientras que en septiembre de 2023 el Observatorio Web por una internet sin discriminación recopilaba en promedio 4.000 tweets con contenido antisemita por día, el 7 de octubre fueron más de 200.000.
“En ningún momento desde que comenzó este conflicto el antisemitismo volvió a un punto anterior al 7 de octubre”, grafica Ariel Seidler, director de la iniciativa conjunta del Congreso Judío Latinoamericano (CJL), la DAIA y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que desde el año 2010 trabaja contra la discriminación en Internet y por un uso responsable de las tecnologías.
El Observatorio analiza el contenido en idioma español en redes sociales y para su investigación utilizan la definición de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, que entiende al antisemitismo como una “cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos y las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo que se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. Por lo que las críticas al Estado a Israel por sus políticas son una categoría distinta.

“Nos encontramos frente a un panorama nuevo, desde distintos puntos de vista, tanto en lo numérico, como en cuestiones de contenido y argumentos”, describe Seidler. De acuerdo a sus registros, casi el 90% de los mensajes discriminatorios están relacionados con el conflicto en Medio Oriente. “Una de las particularidades del antisemitismo online observada desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamás es la utilización del término “sionista” como sustituto de “judío”. Esta práctica busca tanto evadir la moderación de contenidos de las plataformas como deslegitimar al Estado de Israel”, señala.
Resume que no solo observan un aumento nominal en todas las plataformas sino que el contenido antisemita cuenta con mayor impacto y se viraliza. “En 2024, registramos por primera vez un aumento del antisemitismo en todas las plataformas analizadas, algo que se viene sosteniendo en 2025. Lo hemos estudiado tanto en redes sociales muy permeables a la coyuntura diaria, como X, Facebook y el chat de Youtube, como en otras plataformas donde no suele haber cambios importantes en el contenido que muestran, como los principales resultados de búsqueda de Google y Youtube”.
Y la regulación actual tampoco colabora: en nombre de la libertad de expresión, Meta eliminó ciertas restricciones a los discursos de odio y a las prácticas de chequeos de datos verificados a principios de este año, mientras que la escasa regulación de X desde que lo compró Elon Musk también contribuye a la proliferación de discursos de odio.
“La exposición constante a este tipo de contenido plantea el interrogante sobre si los usuarios se vuelven más receptivos a estos mensajes y cómo el clima de odio en línea puede derivar en violencia física, principalmente en los más jóvenes. Así como vislumbramos un nuevo piso de antisemitismo en Internet, en los reportes de incidentes antisemitas de las comunidades judías más grandes del mundo se observa una tendencia similar. Si bien en nuestra Latinoamérica solamente hay registros en Argentina, este debe ser un tema sobre el que debemos estar atentos”, plantea.
“El antisemitismo emerge episódicamente en en el debate público, frente a cada jalón del conflicto árabe-israelí y el último episodio lleva dos años. Se observa un incremento constante, que se liga mucho a lo que está pasando en Medio Oriente, y particularmente en la masacre que se está cometiendo en Gaza. Se van acumulando sentidos, representaciones, prejuicios y también, impugnaciones políticas al régimen de Benjamín Netanyahu”, describe Emmanuel Kahan, Magister en Historia y Memoria.
El investigador del Conicet apunta que el antisemitismo en la Argentina es de larga tradición y llegó casi al mismo tiempo que los grandes contingentes de inmigrantes. Menciona que el sociólogo Gino Germani diferencia el antisemitismo popular del antisemitismo de las élites en la Argentina. Mientras que el segundo, que hace referencia a élites políticas, económicas, culturales, capaces de construir políticas públicas, o políticas que persigan a los judíos, se diluyo; el antisemitismo popular está muy arraigado, como evidencian las redes sociales, o los episodios antisemitas en el futbol.
“Es importante diferenciar aquel que hace uso de la provocación de un bando, incluso con clara intencionalidad política, partidaria o electoral, de aquellos que son consumidores acríticos de visiones”, suma Hector Shalom, director del Centro Ana Frank en Argentina.
Y relata: “Tres años atrás era impensado que un chico o una chica no pueda ir por la calle con una estrella de David, pero estas narrativas de violencia amenazante van instalando incluso la palabra judío como insulto. Hay que alertar sobre el crecimiento de estos reproductores acríticos y postular una visión que sea propositiva de la paz, de la convivencia, de los derechos de ambos pueblos y cuestionando severamente las narrativas fundamentalistas”.
“Estamos convencidos de que estamos viviendo un tiempo en el que la violencia se convirtió en la manera casi única que tienen ciertos referentes de construir capital político. Creo que tenemos que trabajar con los actores -los políticos, los comunicadores y las escuelas- que son constructores de opinión pública”.
La DAIA, por su parte, aborda el problema desde los frentes educativo y jurídico. “No es solo educación en las escuelas; también trabajamos con familias, redes sociales y medios de comunicación, transmitiendo un mensaje de tolerancia. Por el lado jurídico, analizamos todas las denuncias que recibimos y, si implican violaciones legales, actuamos según la Ley de Discriminación. También ofrecemos cursos y charlas en clubes, ministerios, municipios y escuelas, promoviendo que todos los docentes reciban formación contra el discurso de odio. Es un trabajo de larga data, que requiere continuidad”.
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