
Se firmó en Alemania un histórico acuerdo entre católicos y luteranos
Las dos iglesias cristianas superaron sus diferencias sobre cómo se alcanza la salvación
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AUGSBURGO, Alemania.- La Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial firmaron ayer un histórico acuerdo que permitirá una expresión común de fe, a casi 500 años del cisma luterano.
El acercamiento entre las confesiones, que tienen, respectivamente, 1000 millones de fieles y 70 millones en todo el mundo, se centra en la doctrina de la justificación, uno de los mayores puntos de divergencia.
Se trata, más precisamente, del camino necesario para la salvación de cada fiel: para los protestantes, lo que salva es la gracia que sólo Dios puede ofrecer a los hombres, mientras que para los seguidores de Roma se requieren, además, obras de bien.
La separación doctrinal data del siglo XVI, cuando Martín Lutero se opuso al sistema de indulgencias como medio para que los fieles obtuvieran el perdón de sus pecados. Su negativa a reconocer el valor salvífico de los actos era vista por algunos como una manera de incitar al "libertinaje".
Satisfacción del Papa
El acuerdo de ayer fue saludado por el Papa como "un hito en el difícil sendero de la recomposición de la plena unidad entre los cristianos".
El presidente de la Federación Mundial Luterana, el obispo Christian Krause, y su colega del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, cardenal Edward Cassidy, se reunieron en la iglesia de Santa Ana para la firma del documento, que fue seguida por un rito religioso común.
"Juntos confesamos -afirma la parte esencial de la declaración-: sólo por la gracia y la fe en la acción salvadora de Cristo, y no en base a nuestros méritos, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo, que renueva nuestros corazones y nos habilita y llama a cumplir con las obras de bien."
El compromiso definido se refiere al uso de la palabra "gracia" en lugar de "fe" en el texto de la declaración común. En términos de teología cristiana, la gracia emana por definición de Dios y puede ser vista como "respuesta" tanto a la fe de cada individuo en la divinidad superior como a las obras de bien que éste realiza en nombre y consecuencia de su confesión religiosa.
Durante la plegaria del Angelus dominical en el Vaticano, el Papa dijo que la declaración de Augsburgo, firmada exactamente 482 años después de que Martín Lutero clavó sus famosas 95 tesis sobre la puerta de una iglesia de Wittenberg y dio comienzo a la Reforma, "constituye una base segura para el proseguimiento de la investigación teológica ecuménica".
Agregó que gracias a este documento, de 20 páginas, se podrán "enfrentar las dificultades" que aún subsisten en términos teológicos entre luteranos y católicos, "con una esperanza más fundada de resolverlas en el futuro".
Juan Pablo II agradeció a Dios "por este logro de la unidad de los cristianos", que representa "una significativa respuesta a la voluntad de Cristo, que antes de su pasión rogó al Padre para que sus discípulos fueran una sola cosa".
Ciudad emblemática
El pontífice destacó, además, la importancia de que el documento haya sido firmado en Augsburgo, "la ciudad en la que fue escrita una página decisiva de la reforma luterana".
El 25 de junio de 1530 fue presentada a Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano, la Confesión de Augusta, resultado directo de la Dieta convocada por él para obtener el apoyo de los príncipes y de las ciudades luteranas contra el enemigo común: los turcos que amenazaban sus territorios desde el este de Austria. Ese texto se convirtió luego en el documento base de la ortodoxia luterana.
Hubo quienes pusieron sus reparos respecto de la ceremonia de Augsburgo: por ejemplo, el teólogo protestante Joachim Ringleben denunció que "es absurdo que, pocas semanas después de la firma de la declaración común, la Iglesia Católica abra un Jubileo basado en las indulgencias, cuando es notorio que la Reforma comenzó justamente con la crítica de este sistema".
Sin embargo, el optimismo es lo que predominó en la jornada: el obispo Krause dijo que se trató de una "una de las fechas más significativas" en la historia de las dos confesiones, ya que "por primera vez en siglos se camina sobre un terreno común".






