Según un ranking británico. La escuela que nació tras la crisis de 2001 y hoy está entre las 10 mejores del mundo
El colegio Madre Teresa, en San Fernando, fue elegido entre miles de instituciones por su trabajo educativo gratuito y sostenido en contextos de pobreza estructural
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Desde el cielo, el edificio tiene forma de E. Esa letra no es solo una cuestión arquitectónica: en el Colegio Madre Teresa, ubicado en la localidad de Virreyes, partido de San Fernando, la “E” remite a educación, pero también a estructura, esfuerzo y enfoque. Esta escuela de gestión privada sin fines de lucro, que ofrece educación gratuita en los niveles inicial, primario y secundario, fue seleccionada como una de las diez mejores del mundo en la categoría “Superación de la adversidad” en el World’s Best School Prizes 2025, uno de los galardones internacionales más relevantes en el ámbito educativo.
El anuncio fue realizado el 18 de junio por la organización T4 Education, con sede en el Reino Unido, que desde 2022 distingue a escuelas públicas y privadas de todo el mundo por su capacidad para transformar la vida de sus estudiantes. Las instituciones finalistas son evaluadas en cinco categorías: Colaboración con la comunidad, Acción ambiental, Innovación, Apoyo saludable para la vida escolar y Superación de la adversidad. En esta última fue seleccionada el Colegio Madre Teresa.
Es la primera vez que dos instituciones argentinas ingresan al top 10 del certamen. Además del colegio de San Fernando, fue reconocida también la Escuela Media Gobernador Piedrabuena, de Tucumán, en la categoría “Colaboración con la comunidad”. El secretario de Educación nacional, Carlos Torrendell, calificó sus prácticas como “un ejemplo extraordinario que debe ser tomado en cuenta para el diseño de políticas públicas”.
Recorrido
Durante una recorrida de LA NACIÓN por las instalaciones del Colegio Madre Teresa, se observan las dinámicas cotidianas en las aulas, la interacción fluida entre alumnos y docentes, los espacios destinados a la atención personalizada, los talleres de apoyo pedagógico y el trabajo articulado con las familias.
En el patio central, los estudiantes de primaria juegan entre risas. Una niña, al ver a su maestra, corre hacia ella y la abraza con naturalidad. La expresión en su rostro, al igual que en el de muchos de sus compañeros, transmite una confianza que no se finge. Suena el timbre y los chicos se ordenan sin dificultad. Aunque la mañana es fría, no parece afectarles. Esa escena ocurre en un contexto social complejo, pero dentro del colegio el ambiente es distinto.
Desde uno de los laterales del edificio, se accede a una escalera que conduce a las aulas. En el primer piso, hacia el fondo, hay salas destinadas a encuentros individuales, donde algunos estudiantes conversan a solas con una psicopedagoga o una docente. Cerca del comedor, se repite la misma energía: los niños del nivel inicial saludan con entusiasmo, chocando las manos con los adultos que los acompañan.
Del otro lado de la E, vuelve a sonar la campana: ahora es el turno del recreo para los estudiantes de secundaria. En los pasillos se destacan carteles que promueven el respeto por el entorno y por uno mismo. Esos mensajes no son decorativos: se ven cuidados y, según se observa, se cumplen. En planta baja, en otra de las salas, una madre escucha con atención a una docente que le explica el seguimiento pedagógico de su hijo.
En el hall de entrada, en una pizarra se informa el reconocimiento reciente: “Colegio Madre Teresa. Top 10. World’s Best School Prizes. Overcoming Adversity 2025. Felicitaciones”. Cerca de esa cartelera, una imagen enmarcada de la madre Teresa de Calcuta recuerda el origen y el espíritu del proyecto. Su figura está presente en distintos espacios del edificio. “La figura de la madre Teresa para nosotros es central, no por el nombre, sino por lo que representa: compromiso, servicio y trabajo con los más necesitados”, señaló a LA NACIÓN la directora ejecutiva y representante legal de la institución, Marcela de la Fuente.
Historia
El Colegio Madre Teresa fue fundado en 2003. Su impulsor fue el sacerdote Juan Pablo Jasminoy, quien en 2001 había asumido como párroco de la comunidad local. “La parroquia ya tenía comedores, jardines maternales y apoyos escolares. Pero notábamos que los chicos no accedían a mejores oportunidades. Por eso surgió la necesidad de crear un colegio”, explicó Jasminoy a LA NACION.
La institución comenzó con tres secciones: sala de 5, primer y segundo grado, y una matrícula de 180 alumnos. Con los años, fue incorporando niveles hasta completar jardín, primaria y secundaria, todos con jornada completa. Actualmente asisten al establecimiento 735 estudiantes. El edificio permanece abierto de lunes a lunes, desde las 7.30 hasta las 21, con actividades extracurriculares y programas de extensión comunitaria.
La escuela se sostiene con aportes del Estado, empresas, fundaciones y donantes individuales. “La gratuidad es una forma de adversidad porque requiere gestionar constantemente recursos. Recibimos un subsidio estatal que cubre apenas el 30% del presupuesto. El resto lo conseguimos a través de donaciones, alianzas y redes solidarias. Todos los días buscamos financiamiento para poder seguir funcionando”, detalló Jasminoy.
Categoría
La categoría en la que fue nominada la escuela premia a aquellas instituciones que logran sostener y mejorar el aprendizaje en entornos atravesados por dificultades sociales, económicas o estructurales. “Elegimos postularnos en esta categoría porque nos sentimos profundamente identificados”, explicó De la Fuente. “Trabajamos en un contexto donde las familias atraviesan múltiples situaciones de vulnerabilidad: económicas, sociales, habitacionales, educativas. Y lo hacemos desde una propuesta completamente gratuita, con jornada completa y acompañamiento personalizado. Sostener eso todos los días es una forma real de enfrentar la adversidad”, agregó.
Según De la Fuente, el acompañamiento no se limita a lo pedagógico. “Las familias que llegan a nuestra institución muchas veces han sido maltratadas por otros sistemas. Desde que no consiguen un turno en un centro de salud hasta que son ignoradas en trámites básicos. Nosotros no las juzgamos: las recibimos, las escuchamos y trabajamos junto a ellas. Eso también es parte del enfoque integral”, afirmó.
“Es un esfuerzo grande, pero lo asumimos con claridad y convicción. Queremos que cualquier niño o niña, independientemente de sus condiciones de origen, tenga acceso a una educación de calidad. Y eso implica sostener un equipo profesional, infraestructura adecuada, materiales didácticos y programas de apoyo. Nada de eso es gratuito en términos reales, aunque para las familias sí lo sea. Por eso nos identificamos con esta categoría: porque educar en la adversidad, sin resignar calidad, es lo que hacemos desde hace más de 20 años”, expresó.
La decisión de postularse al World’s Best School Prizes fue, según De la Fuente, parte del recorrido natural de la escuela. “La postulación se inició a comienzos de este año. Nos presentamos en marzo, y el proceso tuvo varias etapas: envío de documentación institucional, entrevistas con directivos, docentes y familias, y validación externa por parte de la organización”, explicó.
La confirmación llegó la semana pasada. Según informaron desde la institución, el anuncio oficial fue publicado a las 3, hora de Reino Unido. “Nosotros lo compartimos durante el horario escolar. Lo festejamos con los alumnos, con los docentes, con las familias que pudieron acercarse. Fue una alegría colectiva”, agregó la directora.
Diagnóstico pedagógico
Durante la visita de este medio, se constató que el modelo de acompañamiento integral del colegio alcanza tanto al estudiante como a su entorno familiar. Al ingresar, cada alumno accede a un diagnóstico social y pedagógico, a partir del cual se diseña un plan personalizado. En el trabajo intervienen docentes, psicopedagogos, trabajadores sociales, bibliotecarios y fonoaudiólogos.
“Nosotros no matriculamos solo a un alumno. Matriculamos a toda una familia”, remarcó De la Fuente. Y completó: “Desde el primer día buscamos que los padres y madres se involucren, participen en talleres, asistan a encuentros y se reconozcan como parte activa del proceso”.
Esa lógica también se extiende más allá de la escolarización formal. El colegio cuenta con programas de seguimiento para los egresados, como “Jóvenes en desarrollo de estudio” y “Jóvenes en desarrollo de trabajo”. A través de ellos, se articula con universidades, centros de formación y espacios laborales.
Además, se ofrecen propuestas culturales y deportivas abiertas a la comunidad, como una orquesta y el proyecto Virreyes Hockey. Estas actividades se desarrollan fuera del horario escolar, con el objetivo de fortalecer la integración y la permanencia.
Los indicadores de desempeño educativo acompañan esa experiencia. Según datos brindados a LA NACION, el 85% del alumnado se desempeña en niveles satisfactorios o avanzados en lengua, y el 75% en matemática. La asistencia promedio supera el 80%, la tasa de deserción es del 0% y más del 80% de los egresados accede a estudios superiores o empleos formales. El 94% de las familias participa activamente en instancias institucionales.
“Pensamos que el impacto social iba a llegar cuando los chicos egresaran. Pero se empezó a notar desde los primeros años. Las familias mejoraron su calidad de vida, buscaron trabajos estables, terminaron sus propios estudios”, indicó Jasminoy. “El colegio se volvió un motor de transformación comunitaria”, indicó.
En las aulas, se ven docentes que corrigen tareas, mientras conversan con los estudiantes; madres y padres que participan de entrevistas pedagógicas, y carteles que promueven la convivencia y el respeto. La figura de la madre Teresa aparece en varias paredes, como recordatorio de los valores que guían el proyecto.
“Queremos que los chicos desarrollen un proyecto de vida. Que puedan sostenerlo. Que sueñen. No todos tendrán una carrera universitaria, pero todos deben tener la posibilidad de elegir”, expresó De la Fuente.
A futuro, la escuela no descarta crecer, aunque aclaran que eso implicaría “terreno, financiamiento y sostenibilidad a largo plazo”. Por el momento, la capacidad está colmada. “Nos encantaría que el colegio fuera más grande. La demanda es mayor a nuestra posibilidad. Y eso es una angustia: tener que decir que no a familias que buscan una opción educativa para sus hijos”, concluyó la directora.
El Colegio Madre Teresa aún no sabe si será el ganador global en su categoría. La organización T4 Education anunciará los resultados en los próximos meses. Mientras tanto, la escuela sigue con su rutina habitual: de lunes a lunes, de 7.30 a 21, en un edificio con forma de E, donde cada rincón sigue sosteniendo una misma convicción: que educar también es transformar.
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