"Tata Dios": el hombre detrás de una de las peores masacres de la Argentina

En este episodio de Crónicas del crimen, Sol Amaya vuelve sobre la historia de Tata Dios, el apodo con el que un hombre llamado Gerónimo Solané se transformó en mito, cuando en 1872 propició la matanza de 36 personas en Tandil.
"¡Mueran los extranjeros y los masones!".
El grito se escuchó en medio de la madrugada. Era el 1° de enero de 1872 y el pueblo de Tandil se preparaba, sin saberlo, para uno de los peores días de su historia. Aquel lunes fueron asesinadas a sangre fría 36 personas, entre ellas varios niños. Aunque la turba de crueles asesinos que cometió la matanza sorprendió a los pobladores, para los lugareños la masacre no fue improvisada: estaban seguros de que detrás de esas muertes se escondía el "cerebro" de la operación.
Gerónimo Solané será siempre recordado como "Tata Dios". Se cree que nació en Chile, aunque hay pocos datos sobre su vida previa a lo que se conoció como "La masacre de Tandil". Llegó a esa ciudad en octubre de 1871. Se presentaba como curandero y adivino. Así logró formar una banda de fieles seguidores.
Cientos de personas llegaban en carretas y acampaban frente a la estancia donde se alojaba. La casa pertenecía a Ramón Gómez, cuñado del juez de paz de la ciudad, quien había oído de sus "dotes curativos" y pensó que Solané podría aliviar los dolores de cabeza de su esposa.
Los archivos describen a "Tata Dios" como un hombre de unos 40 años, moreno, de cara simpática, pensativo y de poco hablar. Se sabe también que era analfabeto. Había estado preso en Azul por ejercicio ilegal de la medicina. En Tandil vivía con lo justo, en dos habitaciones con nada de lujo ni decoración, apenas una imagen de porcelana de la Virgen María.
"Tata Dios" fue señalado como el instigador de la masacre. ¿Cómo logró convencer a todo un grupo de personas de cometer los crímenes? Para entenderlo, hay que comprender el contexto. Solané habría montado un relato religioso-nacionalista xenófobo, que logró ser admirado y apropiado por sus seguidores.
Los extranjeros que vivían en el pueblo se convirtieron así en el principal blanco del grupo de criminales presuntamente adoctrinado por "Tata Dios". El propio Solané había anticipado, basándose en su "don de adivino", que el 1° de enero correría sangre. En la madrugada de aquel día nefasto, cerca de 50 paisanos a caballo llegaron a la plaza del pueblo. Ya habían pasado por la cárcel y liberado a los presos, que se sumaron al grupo.
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En la plaza, en la que empezaban a apagarse los festejos del año nuevo, mataron de un sablazo a un organillero italiano. Luego, cerca de los límites del pueblo, degollaron a ocho vascos que conducían una tropa de carretas. Después ingresaron en la casa de un vecino llamado Guillermo Thompson. Lo mataron a él, a su joven esposa y al dependiente. Y saquearon el lugar. La turba, que portaba lanzas y facones, repetía: "¡Mueran los extranjeros y los masones!"
La masacre no terminó ahí. En la casa de otro vecino, llamado Juan Chapar, mataron a hombres, mujeres y niños.
La primera noticia en Buenos Aires se conoció por la publicación en LA NACION de una carta del gobernador bonaerense Emilio Castro, el 4 de enero de 1872. Allí, solicitaba asistencia al Ministro de Guerra y Marina, el coronel Martín de Gainza, además de informarle la situación: "En el partido de Tandil ha tenido lugar el día 1° del corriente mes, el asesinato alevoso de más de cincuenta personas [luego se comprobó que fueron 36] perpetrado por un considerable número de forajidos que se han dividido en grupos y dispersado enseguida por el partido".
Cuando la gente del pueblo se enteró de los asesinatos, los vecinos se organizaron con las milicias y salieron a perseguir a los forajidos.
Según la declaración escrita que el comandante José Ciriaco Gómez le presentó a Juan Figueroa, juez de paz del partido, los encontró en la estancia Santamarino. Estaban sentados tomando mate.
Un ex sargento de apellido Rodríguez se acercó a modo de mediador. Les pidió que se rindieran en el acto o los "pasaría a cuchillo" si se resistían. Los asesinos comenzaron la fuga. En la persecución, 10 resultaron muertos y otros ocho detenidos. Uno de ellos era Solané.
El coronel Machado amenazó con fusilarlo pero él le suplicó por su vida. Fue encerrado con los otros detenidos y la cárcel quedó bajo la custodia de los vecinos. Finalmente, "Tata Dios" fue asesinado el 6 de enero, cuando se encontraba dentro de un calabozo.
En cuanto al resto de los detenidos, fueron a juicio. Se los acusó por el asesinato de 36 personas, agravado por la alevosía y la atrocidad. El dictamen del juez Tomás Isla señaló: "No son excusa atendibles en derecho el fanatismo y la ignorancia alegada por la defensa".
Según reconstruye un artículo de LA NACION, las últimas palabras de uno de los condenados a muerte fueron: "Quiero ser enterrado por hijos del país; no quiero que ningún italiano me toque ni aun el chiripá".
Aunque el caso nunca llegó a desentramarse del todo, con el paso de los años la historia de Tata Dios, sus seguidores y la matanza cargada de xenofobia se convirtió en una especie de mito que aún se conserva en la memoria de los habitantes de la ciudad.
Producción periodística: Juan Trenado y Sol Amaya
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