
Turistas argentinos padecieron una pesadilla en Bolivia
Once jóvenes fueron capturados por una patrulla; retuvieron a dos mujeres
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Dos turistas argentinas que se encontraban alojadas en una hostería cercana al Salar de Uyani, en Bolivia, fueron privadas de su libertad por una patrulla militar armada y sometidas a malos tratos y vejaciones.
Así lo informaron fuentes de la Cancillería, que agregaron que otros nueve turistas argentinos fueron retenidos por el comando militar el último viernes, en una posada de la localidad de Alota, próxima al Salar de Uyani, al sudoeste de La Paz.
Como resultado de las protestas oficiales del embajador argentino en el vecino país Alejandro Mosquera -próximo embajador en Chile, en reemplazo del destituido Jorge Vázquez-, el Ministerio de Defensa de Bolivia destituyó al responsable del destacamento militar, quien no sólo admitió la veracidad de los hechos denunciados sino que reconoció que actuó alcoholizado.
Tras haber regresado a la capital boliviana en dos camionetas enviados por la embajada argentina en Bolivia, siete de los once turistas retornaron ayer en un vuelo que arribó a las 21 al aeropuerto de Ezeiza, mientras que los cuatro restantes decidieron continuar su travesía turística.
En nuestro país, en tanto, durante una reunión pactada previamente con representantes de la embajada boliviana para concertar los detalles de la visita del presidente Hugo Banzer a la Argentina, la Cancillería exhibió su preocupación por el suceso, y solicitó su total esclarecimiento y la adopción de las medidas disciplinarias y penales correspondientes contra los responsables de la agresión.
Violencia irracional
El viernes último, según detalla un comunicado oficial emitido ayer por Cancillería, una patrulla militar armada irrumpió en una posada situada en la localidad de Alota, cercana al Salar de Uyuni, con el aparente propósito de efectuar una requisa. En ese lugar se alojaba un contingente de turistas de distintas nacionalidades, entre los que había once argentinos.
De inmediato, y sin que mediara ningún tipo de provocación, los militares bolivianos revisaron en forma violenta a los turistas, a quienes golpearon y sometieron a distintas clases de apremios.
Acto seguido, la patrulla separó a dos jóvenes argentinas del grupo y las condujeron a un destacamento, mientras el resto del contingente era retenido en la hostería.
Con las mujeres alojadas ilegalmente en la dependencia militar, donde habrían sido sometidas a múltiples vejámenes, el resto de los turistas argentinos del grupo intentaron contactarse con las autoridades diplomáticas argentinas.
A través de intermediarios, y con relativa demora, los damnificados pudieron informar lo ocurrido al Consulado argentino en Villazón, al norte de Alota, y posteriormente a la Embajada de nuestro país en La Paz.
Con celeridad, las autoridades diplomáticas dispusieron el envío de dos camionetas para la asistencia, el traslado y acompañamiento de los ciudadanos argentinos afectados, al tiempo que se contactaron con autoridades del gobierno boliviano para solicitar su inmediata intervención.
Como resultado de las gestiones diplomáticas, el Ministro de Defensa de Bolivia, Fernando Kieffer, ordenó el arresto del responsable de la patrulla, quien no sólo admitió los hechos denunciados, sino que reconoció haber actuado bajo los efectos del alcohol.
Gélido reencuentro
No hubo abrazos efusivos, sólo miradas esquivas. Fue un reencuentro diferente. Los padres de los once jóvenes argentinos que sufrieron malos tratos y vejaciones en el Salar de Uyuni, en Bolivia, no quisieron mantener ningún diálogo con La Nación .
Sus hijos, de los que sabían algunas pocas cosas transmitidas a través de esporádicas comunicaciones telefónicas, habían tocado tierra argentina anoche, a las 21.7. Estaban de vuelta. A salvo.
"No queremos que hablen con ustedes antes de que lo hagan con nosotros", dijo uno de los padres, en evidente estado de nerviosismo.
Al parecer, los familiares de los once chicos y chicas argentinos que llegaban de sus vacaciones en Bolivia se habían puesto de acuerdo de antemano. Por eso, las miradas cómplices y los movimientos medidos fueron el común denominador para deshacerse de un cronista y un fotógrafo que también aguardaban la llegada.
Incluso uno de los padres llegó a "sugerir", en tono poco amigable, que no se tomaran fotos a los chicos. Y agregó: "Es más serio de lo que creen."
Del operativo de distracción también formó parte un empleado de aeronáutica. Hizo pasar a los chicos por un pasillo aledaño a la salida principal del pabellón de arribos de Aerolíneas Argentinas, compañía por la que volaron hasta Ezeiza. Esa maniobra permitió que se mezclaran con otros turistas. Como los padres conocían la estrategia los esperaron fuera para que nadie los viera.
"Detalles no sé, no me preguntes. Estoy desesperado por mi hija, que es menor", alcanzó a decir un hombre de unos 45 años como toda respuesta.
Cuando entró en confianza apuntó algunos detalles más: "Nos enteramos hace tres días (el sábado) y estamos sin dormir. Ellos también estuvieron sin dormir porque tardaron mucho en llegar a La Paz".
Según el padre, los chicos estuvieron demorados en el camino debido a las tormentas que desde hace un par de jornadas azotan la región. "Viajaron día y noche en camionetas 4 x 4. Pero sólo sabremos la verdad cuando ellos la cuenten", agregó.
Fue inútil buscar otros datos. En el aeropuerto no había nadie de la Cancillería esperando al contingente. Eso molestó a los familiares. Aunque sabían que a eso de las 20, había llegado un fax con el membrete del Palacio San Martín con el anuncio para que tuvieran "un trato diferenciado".






