Un barrio enlutado por la pérdida de más de 60 vecinos
Villa Celina se quedó sin música ni fiesta
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Sobre la calle Barros Pazos al 1100 del barrio de Villa Celina, en La Matanza, se oye tenuemente la voz carrasposa del líder de Callejeros, Patricio Fontanet, que canta "Una nueva noche fría", una canción bien conocida en la zona, que se convirtió en hit nacional minutos después de la tragedia de República Cromagnon, hace ya un año.
Desde aquella madrugada calurosa y fatal, nada fue lo mismo para el barrio que se enlutó con más de 60 de las 193 muertes registradas en el incendio de Once y donde muchas familias tuvieron que velar a sus muertos en sus propios hogares, porque las casas velatorias no daban abasto.
"Cada vez que escucho esa canción me acuerdo de esa noche, de los gritos, de la desesperación de los padres en pijama por conseguir un auto, un remise, que los llevara hasta Once para buscar a sus hijos. Fue una pesadilla. Todos venían para acá porque de aquí habían salido dos micros repletos con gente para el recital", comenta Pablo Finochi, 44 años, vecino del lugar.
La música sale de la peluquería Eskrúpulos y un video muestra a la banda en una presentación de 2004, en Obras Sanitarias. Allí, el propietario y fan del grupo desde sus inicios, Juan José, de 41 años, le corta el pelo a un joven cliente. Las paredes están empapeladas con los primeros volantes que hizo Callejeros para promocionar sus shows; hay infinidad de fotos y souvenirs de cada presentación. Otros tiempos.
"Fui al recital con mi hijo Rodrigo, de 14 años. Lo perdí en la oscuridad. El se fue por la escalera hasta los baños y se desmayó. Lo encontré a las 4 de la mañana, en el Ramos Mejía, todo entubado. Estuvo seis días en terapia intensiva y 13 en observación. Fueron los peores días de mi vida, me avejenté 20 años", relata.
En la vereda del local, Callejeros armaba cada fin de año un pequeño escenario en el que daban un recital para el barrio: "Era una fiesta", cuenta Juan José mientras su cliente golpea con la punta de sus pies el suelo, al son de "Rocanroles sin destino".
Cruzando la calle, en el local de venta de sanitarios de su padre, Eleazar, está Christian Torrejón, bajista del grupo de rock que está en las remeras de los adolescentes y en infinidad de calcomanías en Villa Celina. Dicen que es raro verlo a él, que los músicos de la banda ya no vienen por el maxiquiosco La Colmena de los Pibes.
"Y sí, ya nada es igual. Si hasta el metegol, que era prácticamente nuestro, ya lo coparon otros", dice Torrejón, rodeado de fans que lo saludan y le sonríen. Al lado está su padre, cabizbajo. "Los padres del grupo les dijimos que salieran a hablar, que se estaban diciendo muchas boludeces. ¿Por qué tanto silencio? Nos dijeron que era por respeto a las víctimas. La noche del incendio, con mi hijo y con «Pato», sacamos mucha gente de ahí adentro. No me quiero ni acordar, fue un espanto", dice Eleazar.
Los integrantes de la banda y el manager, Diego Argañaraz, están procesados por estrago doloso seguido de muerte. "¿Mirá si sabiendo que se puede incendiar todo, los pibes de la banda van a llevar a sus familiares a ver el recital? Aquí todos lo saben, esto es política", comenta Juan Carlos, de 53 años, de la remisería del barrio.
María Sánchez, tiene 35 años y dos hijas. "La Navidad fue triste, se tiraron bombas y petardos los primeros cinco minutos. Después, fue una angustia. Aquí todo el mundo conoció a alguien que murió en Cromagnon o a algún familiar. Antes el barrio era una fiesta total: cumbia, cuarteto y mucho rock and roll", cuenta esta vecina.
En la esquina de la avenida Olavarría con Barros Pazos, sobre una pared, el escenógrafo de Callejeros, Daniel Cardell, pintó un enorme mural en memoria de Gastón García y Pedro Espinosa, dos jóvenes que murieron en la tragedia, envueltos en colores oscuros y grises. Esos que tiñen a Villa Celina de opacidad y dolor.
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