Villa 31, donde el color no tapa la pobreza
Por primera vez un gobierno porteño realiza trabajos en el barrio de Retiro; los vecinos están contentos, pero faltan obras de fondo
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Los vivos colores de las fachadas de numerosas casitas remiten a las del mítico Caminito, mientras que tres cuadras de la calle N°9, la principal, antes de tierra, ahora se cubrió con adoquines. La villa 31, enclavada en uno de los terrenos más caros de la Capital, en Retiro, usurpados desde 1930, cambia su fisonomía.
Sus habitantes disfrutan de las bondades de un nuevo escenario, que incluso tiene una cancha de fútbol de césped sintético y dos nuevas plazas con juegos para chicos, que fueron defendidas a los tiros -es literal- por los vecinos para que no fueran ocupadas con más casas.
Así, según dicen las autoridades, el gobierno porteño dio un primer paso en el anhelo de integrar la villa a la ciudad. Y con un plan firme de convertir este sitio habitado por más de 26.000 personas en un polo de atracción para los turistas, como ocurre en otros sitios de la Capital y del mundo (ver aparte).
"La villa 31 está organizada en cooperativas y la ciudad le da a cada una la materia prima para que trabajen en remodelarla. Dentro de los 10 millones de pesos que la ciudad invierte por año en el suministro de agua potable y la destapación de los sumideros, se agregó este plan que se está cumpliendo por etapas. Y ha tenido mucho éxito porque la gente se siente más escuchada. Así, la villa se abrirá a la ciudad", dijo Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la ciudad, que lleva adelante esta iniciativa, en un principio mirada de reojo por Maurico Macri, pero hoy utilizada por los máximos referentes de Pro como plataforma política.
Mientras la villa 31 no detuvo su crecimiento ilegal en altura, en medio de improductivos debates sobre qué hacer con ella, entre leyes de la Legislatura para urbanizarla que no se pusieron en práctica y proyectos inconclusos, este plan "integrador" le ha dado un aire nuevo al barrio.
Así lo cuentan los vecinos, durante una recorrida que hizo La Nacion por las principales calles que serpentean entre precarias moradas, la mayoría con servicio de DirecTV. "A mí Macri no me gusta, lo aclaro. Pero acá, esto que hicieron [señala la cancha de césped sintético] no tiene nombre. Mirá cómo juegan los pibes. Tal vez, así los vecinos no seamos tan resentidos como somos", dijo Oscar Remolido, que vive en la esquina del final de la calle N° 5. "Nadie nos dio nada hasta hoy. ¡Por fin se acordaron de nosotros!", dice Rubén Yáñez, paraguayo y padre de dos nenas.
Con mano de obra de las propias cooperativas del barrio que son contratadas por la ciudad, varias casas ya se intercalan de rojo, verde, azul, naranja, violeta y amarillo. "Un oficial de construcción cobra $2800 por mes y un ayudante, $1200. Hay mucha demanda de trabajo. También se colocarán tendidos de desagües cloacales y de agua; por lo tanto, hay mucha expectativa de trabajo para todos los que vivimos en el barrio", dijo Chacho Mendoza, un referente de manzana.
Servicios gratis
Otra obra en marcha es la apertura de zanjas para la colocación de cloacas. En cuanto a proyectos inmediatos, se prevé la construcción de un espacio frente a la salida de la terminal de Retiro, destinado a puestos de artesanías y de degustación de comidas de Paraguay, Perú y Bolivia. Ese proyecto le demandará al gobierno porteño una erogación de $15 millones. "Así también se le dará al lugar un aire turístico. Si uno piensa en un futuro, que las calles estarán empedradas, por qué no imaginar un circuito custodiado por la policía al que puedan llegar los turistas. Algunos hoy ya van a la villa 31 a sacar fotos", dijo el funcionario.
En el barrio se planea que las casas tengan un toldo característico y también se colocarán techos de tejas, principalmente para evitar que siga creciendo en altura. Como contraprestación de las mejoras, las autoridades porteñas aseguran que los habitantes deberán pagar los correspondientes servicios, como la energía, el gas y el ABL, algo que hoy no ocurre. Por ejemplo, si bien a la villa 31 la abastecen de luz las empresas Edenor y Edesur, el consumo -que es altísimo, porque no hay racionalización de la energía- lo pagan las arcas porteñas.
Es llamativo que desde 2001 hasta hoy este predio de 15,25 hectáreas haya duplicado su población, con mayoría de extranjeros. Los distintos gobiernos -incluso el de Macri, con el anterior ministro Juan Pablo Piccardo- no lograron regular, ordenar y controlar su crecimiento, con edificaciones de hasta cinco pisos que ya sobrepasan la autopista Illia.
Por eso, este proyecto despierta adhesiones y rechazo. Hay una realidad: la precariedad y el riesgo inminente en el que se encuentra la villa 31. La ilegalidad de las endebles edificaciones goza de plena vigencia y el cableado eléctrico de las casas es un verdadero peligro, que se hace a la intemperie con conexiones clandestinas.
"Sobre la base de la ley de urbanización de la villa 31, sancionada en 2009, se está trabajando en un proyecto serio con una mesa conformada también por el gobierno nacional, que es dueño de los terrenos. En las prioridades de acción están el agua corriente y las cloacas, antes que las fachadas. Pero Santilli quiso avanzar así, primero pintando las casas. Hay que apuntar a un cambio estructural", protestó la legisladora Rocío Sánchez Andía (Coalición Cívica), presidenta de la Comisión de Vivienda de la Legislatura porteña y miembro de la mesa de diálogo.




