El estudio fue publicado en la revista Science; fue una investigación de las universidades de Stanford y Johns Hopkins, en la que participaron 1256 personas
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Las redes sociales pueden ser una plaza pública llena de gritos. A veces, basta deslizar un dedo para sentir que la conversación se transforma en una pelea. Ese ambiente fue el punto de partida para un grupo de investigadores que quiso probar algo diferente. ¿Qué pasaría si, por solo unos días, la política dejara de llegar cargada de insultos a las pantallas?
Algoritmos que juegan en silencio
Hoy, buena parte de la discusión pública ocurre en plataformas como X. Allí las ideas se chocan, se amplifican y también pueden fracturar. Lo que muchas personas no ven es cómo la plataforma decide qué mostrar primero y qué esconder al fondo. Esas decisiones invisibles terminan moldeando lo que se siente y se piensa sobre los demás.
Los investigadores estadounidenses que impulsaron el estudio explican que durante años fue casi imposible entender ese impacto real, porque las compañías tecnológicas protegen su funcionamiento como un secreto. Esta vez, en lugar de tocar la puerta, decidieron esquivar la muralla.

Crearon una herramienta propia que detecta lenguaje violento relacionado con partidos políticos o mensajes que promueven rechazo a las instituciones democráticas. Al activarse, esa información desaparecía de la vista del usuario antes incluso de que apareciera en su inicio.
Un experimento en plena tensión electoral
A esa prueba se sumaron 1256 personas en Estados Unidos. No dejaron de usar X. No cambiaron sus rutinas digitales. Solo navegaron durante 10 días como si la plataforma fuera un poco menos hostil.
Todo ocurrió cuando la campaña presidencial de 2024 estaba encendida y el ambiente político era más frágil que de costumbre. El escenario perfecto para medir cuánto influye la manera en que se presentan los debates.
Menos enojo, un poco más de aire
Los resultados sorprendieron a todos. Al quitar de la ecuación la política extremista, los participantes respiraron más tranquilos. Su tensión bajó. Los sentimientos de ira se desinflaron. Incluso quienes solían ver al otro partido como un enemigo comenzaron a percibirlo sin tantos prejuicios.

El cambio no se quedó en un solo bando. Tanto usuarios que se identificaban con la izquierda como quienes apoyaban a los conservadores mostraron señales de una mirada menos agresiva hacia quienes piensan diferente. Una especie de tregua digital inesperada.
¿Será que es posible un debate sin odio?
Los autores del estudio, pertenecientes a universidades como Stanford, Washington, Nueva York y Johns Hopkins, creen que esta herramienta puede abrir una conversación necesaria. No para censurar opiniones, sino para evitar que el insulto y la deshumanización tomen el micrófono principal.
Reducir el contenido que aviva la confrontación también redujo la tristeza que genera sentir que todo está dividido. La ciencia lo dijo con claridad. Con menos gritos en la pantalla, hay más espacio para escuchar.
El estudio fue publicado en la revista Science y deja una pregunta rondando. Si 10 días bastaron para cambiar el ánimo político de más de mil personas, cuál sería el efecto si las redes sociales decidieran apostar por un ambiente más sano todos los días. Tal vez la rabia no sea lo que somos, sino lo que nos ponen enfrente cuando abrimos el celular.
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