
Martín Bossi: “Yo me enmascaraba para que me quisieran”
El hombre que se hizo famoso como imitador se deshace de todos sus disfraces para revelar su faceta más íntima y verdadera

Un padre estricto en el marco de una familia con preceptos muy tradicionales demoró su estallido actoral. Durante mucho tiempo su vida transitó dentro del rectángulo de una cancha de tenis, siguiendo los severos designios de su padre. Su temprana muerte funcionó como una liberación. Colgó la raqueta e incursionó en el mundo artístico. Aunque se cubriera de maquillaje para imitar a otros y le agregara una letra al Bosi de origen, Martín Bossi nunca fue más auténtico que sobre un escenario. Y supo ganarse la vida por afuera de los mandatos familiares. En esta entrevista, se despoja de todas sus máscaras y se muestra tal cual es.
-¿Cómo cambió la vida a partir de la muerte de tu padre?
-Fe a principios de los 90, el patriarcado y la obligación, por ser hombre, de hacerse cargo de la familia. En el lecho de muerte, mi papá reunió a toda la familia y a mí me prohibió que actúe. Me dijo: “Papelones no”. Yo creo que fui la primera persona en fracasar en la historia de la humanidad. Yo a los seis años ya había fracasado para él.
-Fue muy duro tu padre.
-Sí, sí. Primero, por la religión, ¿viste? Me hacían rezar el credo. Credo de Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido por mi culpa. Por mi culpa. ¿Qué carajo hice? El pecado original, me decía mi abuela. Y a los seis años ya era un fracaso para mi viejo porque no me iba en el tenis como él quería. Y cuando se murió me dijo: “Por favor, hacé cosas serias, hacete cargo de la casa de repuestos”, porque él manejaba una casa de repuestos, “pero esa cosa de la actuación, no. Y hacete cargo de la familia”. Y yo le pregunté: “¿Por qué?”, “porque sos el hombre”, me dijo.
-¿Y qué pasó después? ¿Lo hiciste?
-Sí. Hasta el día de hoy, obedecí. Mirá que soy bastante desobediente, pero desde ese momento, gracias a Dios, a mi vieja no le faltó nada. Al comienzo daba clases de tenis, pero la plata no alcanzaba. La muerte de mi papá, que hoy daría la vida por tener cinco minutos con mi viejo, fue el permiso para hacer shows. Yo no elegí actuar, la actuación me eligió a mí.
-¿Cuándo empezaste a crear personajes?
-Desde que nací fue todo como una gran parodia. Te juro que descubrí la trampa de la vida. Mi familia me mostró todo eso. Yo los veía y decía: “Aquí hay algo raro, esta forma de amar no está buena”. Algo les impusieron para que estén juntos. Iba a los casamientos y había un señor que decía hasta que la muerte los separe y te ponían el anillo en el dedo anular. Y empecé a sospechar de todo, de la religión, de la forma de amor que nos impusieron, de los preceptos sociales, de los mandatos. La vida es una parodia para mí. Desde los seis años creaba personajes, primero para mis abuelos o vecinos.
-¿Te la pasaste mintiendo hasta acá?
-Hasta un punto de mi vida, sí, pero ya no. Hace mucho que ya no. Desde los 40 años que no. Me agoté de mentir, me cansé. Yo me enmascaraba para que me quisieran. Inclusive en las relaciones amorosas que tuve planteaba amores como para conformar al otro. Monogamias imposibles. Ya la monogamia, por sí, es imposible.
-¿No puede haber conceptos, pactos o acuerdos en el amor?
-El amor es un acuerdo. Yo creo que la libertad es elegir todos los días a una persona.
-Te gustan ese tipo de relaciones, abiertas, digamos.
-Es que la relaciones muchas veces son abiertas sin avisar. He conocido mucha gente que vivió prófuga por vivir una sexualidad como si fueran culpables de algo, y creo que en eso tiene que ver la religión y toda la mierda que nos metieron. La monogamia elegida está buena; la impuesta, porque se lo prometimos a Dios, no.
-¿Cómo creas tus personajes?
-Observando. Yo soy una persona disociada, parece que vivo normalmente, pero en el fondo estoy todo el tiempo observando.
-Este ciclo tiene al aura como lema, que son esas creaciones irrepetibles, que no admiten copia. ¿Dónde sentís que está el aura en tu trabajo?
-Tiene que ver con la mirada del mundo. Mi mirada del mundo es mía. Yo, ahora, por ejemplo, estoy haciendo La cena de los tontos, en el Teatro Nacional, interpretando a una persona que no es tonta, es inocente. La cena de los tontos es la pureza en medio de la maldad y el poder. Y yo primero veo qué le puedo prestar a todo eso. ¿Cuánto de pureza me queda, cuánto de inocencia me queda? Y gracias a Dios es mucha.
-¿Qué significa el humor para vos?
-El humor está relacionado con el entendimiento de que la vida es una tragedia y que nuestra historia termina mal, que nos vamos a morir. Yo empecé a hacer humor para que mi familia no discuta. Cuando mi papá o mis abuelos discutían, yo me disfrazaba y automáticamente se paraba todo. Me di cuenta de que con el humor podía detener la violencia.
-¿Por qué dejaste de imitar?
-Yo dejé de jugar a parecerme a otro. Antes era lo que más a mano tenía. Me acuerdo que un día, Emilio Tamer, mi director, me dijo: “a vos te aplauden porque no sos vos, te aplauden por no ser vos”. Y no me gustó un carajo. Y ahí empecé a buscar mi mundo. Y empecé a sentirme un poco más querido.
-¿Cuándo empezó eso?
-A los 40. Tuve una gran crisis a los 39, yo digo un ACV espiritual. Y decidí ser verdadero en todo sentido, hasta incorrectamente.
-¿Y qué pasa cuando se levanta el telón y ves al público?
-Empiezo a vivir, siento que dejo de actuar. Actúo 22 horas al día y ahí es cuando soy real. Digo qué bueno que se terminó toda esta fachada asquerosa, porque detesto profundamente muchas cosas que pasan en el mundo.
¿Por ejemplo?
-No estoy de acuerdo con la civilización que armó el hombre. Con las guerras, con tanta desigualdad, tanta falta de empatía. También caímos en la trampa del celular.
-¿Qué pasó en vos con respecto a las redes, a la tecnología?
-Es una trampa. Yo estoy en un ayuno tecnológico.
-¿No tenés celular?
-Sí, lo tengo, pero bajé mucho el consumo. En un momento me di cuenta de que era una trampa para que yo sea un poco más inculto, que esté más enajenado. Si vos estás angustiado, consumís. Una persona feliz no consume y la idea es mantenerte angustiado, sacarte el conocimiento para venderte productos baratos y que vos pienses que son caros. Con el arte, con la música. Es así, no hay dudas. Para que Bad Bunny llene veinte estadios hay que sacarle la cultura a la gente para que crean que eso es arte.
-¿Viste Homo Argentum? ¿Te gustó?
-Sí, me gustó mucho. A mí me gusta Guillermo [Francella]. Pero pasa que hoy opinar de Francella es también opinar de política, ¿viste?, te gusta Francella, sos unitario; no te gusta, sos federal. O sea, todo es político, y yo no veo la política en las cosas, yo veo el arte. A mí no me lavás la cabeza, conmigo no podés. Por más que me tengas encerrado en un algoritmo, el algoritmo, conmigo, no rompe los huevos. A mí no me va a manipular ningún algoritmo. Además, te escucha, ¿viste? El otro día dije que mi tía tiene cataratas y me empezaron a llegar paquetes para ir a las Cataratas del Iguazú. Encima es pelotudo mi algoritmo.
-Cumpliste 50 años. ¿Qué sentiste?
-Se me rompió la cabeza, porque me di cuenta de que me la pasé jugando 50 años de mi vida y ahora miro hacia atrás y digo: “Soy un señor, soy un hombre, no soy más un nene”. ¿Cuánto queda de esta fiesta? Me reconcilié mucho con la muerte. Le perdí el miedo. Es algo lindo, porque vivís muy libres si no le tenés miedo al final.
-¿El humor todavía puede unir a la gente?
Sí, de hecho yo soy una persona inclusiva en mi trabajo, viste que ahora se habla mucho de inclusión. Yo soy inclusivo, yo hago reír al peronista, al radical, hago reír al que piensa que le gusta [Franco] Colapinto, al que odia a Colapinto, al que quiere a Gimena Accardi, al que quiere a Nico Vázquez, al que ama Lali Espósito, al que ama a [Javier] Milei… Porque yo creo que si vos hacés reír hasta el tipo más delincuente, podés hacer que sea menos delincuente, hasta curar un alma enferma. A mí no me va a dominar el odio. Tengo 25 años de carrera sin opinar de nadie.
-¿Te sentís un creador?
-Sí, soy un creador, me gusta crear. A mí el arte me salvó, Mariana.
-¿De qué?
-De todo lo que nos rodea. La violencia, el odio, los intereses, la política, el negocio. El arte me salvó de todo, de la calle. El arte y también el deporte. El tenis me salvó.
-¿Adrián Suar y Guillermo Francella, que producen La cena de los tontos, son tus referentes?
-No, no, no son referentes. Sería un chupamedias si dijera eso. Referentes son Jerry Lewis, [Charles] Chaplin. Suar y Francella son dos personas que me hacen reír mucho, y yo los admiro por la forma de ver el mundo que tienen; que busquen la risa ya es algo en común que tenemos. Somos diferentes, pero yo los admiro mucho.
-¿Cumpliste lo que soñaste?
-Estoy bien comido. No sé si quiero más. No quiero trabajar en Hollywood, ganarme un Oscar, salir de la mano con Penélope Cruz por Bahamas.
-¿Formarías una familia?
-Sí, tengo una familia hermosa. La formé, la familia que pude crear yo. Mi tío Horacio, mi primo Iván, que es como mi hijo, mi primo hermano Román, de quien me tuve que hacer cargo yo, le enseñé lo mejor, trabaja conmigo y es la mejor persona que conozco, mi ahijada Amanda, Federico Hoppe, que es como mi hermano, mi hermana Macarena Rinaldi. Armé una familia hermosa. Para armar una familia no se necesita casarse y tener un hijo. Uno igual puede tener una familia.
-¿Creés en Dios?
-Sí, sí, en mi Dios. Yo armé mi Dios, armé mi religión. No podía creer en la religión que me impusieron porque era subestimarme mucho. Fijate, Adán y Eva, la manzana, pecaron, vino una serpiente… Digo, acá hay alguna una falla. Después está un señor que resucitó de entre los muertos. ¡Pará, pará! Vamos a ordenar. El primer hombre que habló de libertad en este mundo fue Jesús. Y así terminó. La libertad no es un gran negocio. Lo crucificaron por hablar de amor y libertad. No es negocio hablar de amor.
-¿De qué manera te acercás al otro?
-Es muy difícil. Me parece que el diálogo, ante todo. Yo conozco gente, todavía no tengo una pareja fija. Entonces salgo a conocer gente. Como como puedo, en los bares, en la calle, algo bien analógico, como era antes. También he conocido gente por Instagram, claro. Yo tengo 50 y por ahí puedo salir con una mujer de 65, no tengo complejos. Siempre hay un límite, lo legal y lo que no es legal, pero puedo enamorarme de una persona de 27 o de 60. Pero es muy difícil conectarse con otro. Hoy, la gente está ocupada en gestionar su imagen en el celular. Gestionan su éxito. Cuando yo me quiero comunicar con alguien y veo que tiene 20.000 seguidores, ya está, está ocupada en gestionar su imagen. Es alguien que tiene tiempo para la mentira y no para la verdad. Ves el Instagram, tan ocupado en el tatuaje, en el culito, la abdominal y el gimnasio. También desconfía de alguien que se saca fotos con el mate en la mano, me rompe las pelotas.
-¿Qué esperás de la vida?
-Vivir la vida un poquito. No tengo comprado nada. No sé cuándo es el último ratito, al menos en este plano no tengo comprado el éxito. Dios me dio muchas carencias, pero un día le pedí algo y se ve que le rompí tanto las pelotas que se hartó: hace 15 años que cada vez que salgo al escenario hay mucha gente queriéndome. Pero nadie tiene comprado esto para siempre.









