La cuarta generación del llega con cambios estéticos y una nueva mecánica, pero sigue conservando las capacidades off-road que lo convirtieron en un ícono
Para muchos, el Suzuki Jimny es un vehículo icónico. Es que el pequeño todoterreno tiene una legión de fanáticos incondicionales a nivel global que es la envidia de muchos otros modelos de las marcas generalistas. La que tenemos acá es la cuarta generaciónque llega en un solo nivel de equipamiento (GLX) y en versiones de caja manual o automática, que fue la que probamos. Pero, ¿por qué es tan popular el Jimny? La respuesta está en su diseño: es un vehículo que encanta a simple vista. Su silueta cuadrada, sus colores vivos y llamativos, sus pequeñas dimensiones y su aspecto despojado y sin demasiados chiches hacen que se parezca a esos autitos con los que se jugaba en la infancia. Entonces, en esa apelación a la nostalgia y en ese derroche de simpatía puede estar el secreto de su éxito, sin olvidarnos que es el vehículo con capacidades off-road más pequeño del mercado.
Respecto de la anterior generación hay algunos cambios notables: para empezar, tiene nuevas dimensiones (es un poco más corto pero en contraposición aumentó el ancho y la distancia entre ejes en busca de lograr un poco más de espacio interior) y tiene algunas modificaciones estéticas en la parrilla y en los faros (ahora son full LED).
El interior sigue la línea espartana del exterior: materiales y encastres de muy buena calidad (se nota su origen japonés), un tablero bastante pelado y barras para poder sostenerse componen un marco de austeridad que le queda muy bien. La posición de manejo es alta y pese a tener cuatro plazas es claramente un vehículo para dos, ya que el espacio atrás es limitado y solo dos chicos pueden viajar con comodidad. Además, tiene un baúl chico, de apenas 85 L que se puede ampliar hasta los 377 L rebatiendo las butacas traseras. En consonancia con ese estilo rústico y simple, el equipamiento es el justo y necesario: cámara de retroceso, pantalla de 7", climatizador, sistema de conexión por Bluetooth y puertos USB, entre otros.
Es, sí, completo en cuanto a seguridad, con poco que envidiarle a los SUV de su segmento: 6 airbags, frenos con ABS y EBD (distribuidor electrónico de frenado), control de estabilidad, asistente de ascenso y descenso en pendiente, anclajes Isofix y barras de protección en las puertas.
La mecánica también viene con novedades: el motor 1.3 L de 85 CV fue reemplazado por uno 1.5 L también de 4 cilindros y 16 válvulas con inyección multipunto que genera 102 CV a 6000 rpm con un par de 13,5 kgm a las 4000 rpm. Este se anexa a una caja automática con convertidor de par de 4 velocidades, mientras que la tracción es integral con reductora.
El impulsor se siente más cómodo trabajado en la parte alta del cuentavueltas (por arriba de las 3500 rpm) mientras que la caja si bien es suave en el pase de marchas, es un poco lenta de reacción y si se necesita hacer un sobrepaso es preciso pisar a fondo para que responda (obviamente, las revoluciones se van bien para arriba). Por eso no tiene una gran elasticidad (demanda cerca de 10 s para pasar de 80 a 120 km/h) y su velocidad máxima es de 150 km/h.
En cuanto al comportamiento, en ciudad es cómodo, ágil y silencioso, facilísimo de maniobrar y con buena respuesta en el tránsito. En ruta, en tanto, es aplomado y se siente firme tanto en rectas como en curvas cuando se lo lleva hasta los 100-110 km/h. Luego, su diseño poco aerodinámico empieza a jugar en contra, y a medida que se aumenta la velocidad se pone más inestable y requiere de firmeza en el volante y de precaución para tomar las curvas en velocidad. Además, tiene tendencia a rebotar, ya que no está pensado para la comodidad del asfalto, sino para los terrenos más difíciles. Los consumos, por otra parte, son razonables para su segmento: 8,5 L/100 km en uso urbano y cerca de 6,5 L/100 km en ruta a 100 km/h (desde ahí se dispara bastante).
Pero está claro que quienes eligen un Jimny no lo hacen para el uso diario, sino para disfrutar cuando se lo usa en el fuera de pista. Y en eso es definitivamente sobresaliente. Porque pocos vehículos de este tamaño cuentan con chasis de largueros (como las pickups); ejes delantero y trasero rígidos; suspensiones duras; bajo peso; buenos despeje (21 cm) y ángulos de ataque, ventral y salida (37°, 28° y 49°, respectivamente), y sistema de tracción integral (Suzuki lo llama All Grip Pro AWD). Entonces, cuanto peor sea el terreno, más feliz se van a sentir el Jimny y su conductor.
En cuanto a la tracción, además de poder seleccionar entre alta y baja (la 4 alta se puede engranar hasta los 100 km/h), la selectora ofrece dos variantes: 2 y L (Low). La primera deja clavada la transmisión en segunda marcha mientras se requiera de potencia, mientras que la L es para cuando realmente se necesite toda la potencia y el torque para situaciones complicadas. Asimismo, cuenta con un botón para bloquearlo en tercera. Es decir, fácil para adaptarlo a cada situación.
El Suzuki Jimny tiene precios que arrancan en los US$29.500 (esta versión cuesta US$39.200). No es para cualquiera, pero si se busca un vehículo pequeño, encantador y con tremendas prestaciones off-road, no hay en el mercado nada semejante.