Herta Müller: una prosa poética e implacable
Por Susana Reinoso Especial para lanacion.com
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"Tu padre tiene muchos muertos en la conciencia, dijo uno de los hombrecillos borrachos. Yo le dije: estuvo en la guerra. Por cada veinticinco muertos le daban una condecoración. Trajo a casa varias medallas".
Esta es la prosa de la flamante Premio Nobel de Literatura, la alemana de origen rumano Herta Müller, en el cuento "La oración fúnebre" que aparece en su libro En tierras bajas ( Niederungen , en alemán), una obra de 1984, que el prestigioso sello Siruela publicó, en 1990, en lengua castellana.
La edición es un lujo que contextualiza unos relatos que son como pequeñas joyas a las que se accede desde una portada bellísima, en la que se reproduce la obra La casa roja en la nieve, de Eduard Munch.
La Academia Sueca parece empeñada en sorprender, en los últimos años, cada vez que da a conocer su veredicto. Se podrá decir de Müller que, contando su aldea, logró narrar el mundo. O por lo menos un mundo tan indeseable como real. Y con esa materia se construye la literatura llamada universal.
En la Argentina, los escritores que la conocen son muy pocos y apenas se cuentan con los dedos de una mano. Gran amiga de Alberto Manguel, ese argentino de todas partes, reconocido por su erudición y su generosidad, Herta Müller coincidió con otros argentinos viajeros, como Edgardo Cozarinsky, hace algunos años en el Centro Pompidou, de París. El escritor la recuerda así: "Fue en una conferencia sobre escritores que vivían a caballo entre distintas lenguas, organizada por Manguel. Me impactó su belleza y su mirada. Ella es en verdad una alemana nacida en Rumania, pues pertenece a una comunidad de habla alemana. De modo que no tiene que ver con la cultura rumana ni latina".
Primer dato para anticiparse al tono de sus libros y a la materia de su literatura: la memoria.
Elsa Osorio coincidió también con Herta Müller en otro encuentro de escritores en París. "La vinculo con el grupo de escritores de la memoria, como el alemán Christopher Hein, de quienes aprendí el horror del régimen soviético. Herta había pertenecido al grupo de acción Banat (escritores de lengua alemana reprimidos y censurados por el régimen dictatorial rumano de Ceausescu). Müller tiene una prosa atrapante".
Los libros de Herta Müller son traducidos y editados en francés por sellos independientes y prestigiosos como Métailié y Seuil, que también traducen la obra de Osorio.
Para la directora del Instituto Goethe, de Buenos Aires, Gabriela Massuh, la ganadora del Premio Nobel es una de esas escritoras que un lector descubre para toda su vida.
"El único recuerdo tangible que tengo de ella es el de una tarde calurosa en mi departamento de Buenos Aires. Ella estaba parada frente a mi biblioteca junto a Peter Weidhaas, ex director de la Feria de Francfort, y ambos se reían por lo bajo. Antes de irse de Buenos Aires me regaló En tierras bajas. Durante meses el libro permaneció sobre mi escritorio hasta que un día decidí leerlo. Y entonces comprendí: aquella era la historia de un pueblo de campesinos de origen alemán en tierra ajena y socializada. Nada, salvo una ancestral rigidez teutónica, les pertenecía. Allí había una suerte de indignación poética que se había hecho carne a través del odio y del encono. Aquella era una prosa alucinada".
Es con esa prosa perturbadora que Herta Müller reconstruye, en El hombre es un gran faisán en el mundo, el imaginario de la brutal dictadura rumana que la persiguió: "Amalie cuelga el mapa de Rumania en la pared. Todos los niños viven en bloques de viviendas o en casas. Todas las casas juntas forman una gran casa. Y esta gran casa es nuestra patria. Y así como nuestro padre es el padre de la casa en que vivimos, el camarada Nicolae Ceausescu es el padre de nuestro país".
Pese a que sus libros son una rara avis en las librerías porteñas, el flamante Premio Nobel la pondrá en los próximos meses en las librerías de todo el mundo. Aunque, como en el caso de Elfriede Jelinek, ello no se traduzca en ventas extraordinarias de títulos, el galardón servirá para asomarse a una escritora que llega del Este. Nada menos que cuando falta sólo un mes para que Alemania celebre los 20 años de la caída del Muro de Berlín.
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