El arquitecto trabaja en un proyecto donde la belleza juega por partida doble: remodela un departamento que originalmente fue diseñado por Alejandro Bustillo, al que adaptará al estilo de vida y las obras de un coleccionista
El arquitecto Mariano Clusellas está trabajando en la remodelación de un departamento para convertirlo en la casa de un coleccionista, mientras participa en el proyecto de la nueva Fundación Larivière, junto con el estudio Machado y Silvetti. A la vez, se prepara para dar una conferencia sobre la relación entre arte y arquitectura en Panorama, el encuentro federal de arte que organizan arteBA y Meridiano. Clusellas no es coleccionista, pero ha trabajado en proyectos muy cercanos al arte, como fue el desembarco argentino en la feria madrileña Arco 2017 y muestras memorables como la de Marcelo Pombo en Colección Fortabat. "Este año ya tenía listo el proyecto de Utopia para arteBA, pero finalmente no se hizo", cuenta. En la charla que sigue, profundiza en la relación entre arte y arquitectura, y otros sellos de un autor que prefiere no dejar marcas demasiado evidentes.
–¿Cómo es repensar una vivienda para ser habitada por arte?
–Junto con Karina Kreth, encontramos la manera de que el departamento actuara como una galería, al aumentar la superficie expositiva, es decir, todo sitio donde se pueda exponer. Mostrar arte contemporáneo no es solamente colgar cuadros en las paredes. Son obras que necesitan su sitio de desarrollo y que reaccionan con el lugar donde van a estar. Hay obras pensadas específicamente para el lugar, y otras que no, pero que encuentran en ese espacio cierta química que las hace atractivas. Buscamos cuál era la cualidad del departamento para exponer mucho más de lo que estaba exhibido hasta entonces. Tenía una organización que ayudaba, que sucedía alrededor de un patio triangular interior, en un sistema circulatorio completo. Pero cada sector estaba caracterizado según el programa que estaba resolviendo. El sector de servicio tenía una serie de materiales y relaciones diferentes de los que tenían los dormitorios o el estar. Esa circulación a veces tenía proporción de pasillo y en otras, de hall. Nosotros sintetizamos el sistema de halles y los abrimos, le cambiamos claramente el programa a las áreas de servicios, y logramos una circulación redonda, que terminó siendo una galería, con espacios diferentes.
–¿Qué características había que sumarle para que fuera un buen lugar para el arte?
–Necesitaba un sistema de iluminación que fuera flexible, como otra forma de caracterizar el lugar para recibir a la obra. Y después, había que definir materiales que le dieran cierta continuidad a los espacios. El piso original, de roble, funcionaba perfecto, las paredes se unificaron en blanco, y las puertas y carpinterías en lugar de actuar de divisores, perdieron su rol de límite preciso cuando están abiertas.
La obra de arte tiene cierta particularidad respecto del espacio que vale la pena considerar. Produce alteraciones y resulta un mundo conceptual muy atractivo para zambullirse como arquitecto
–¿La clave del binomio arte-arquitectura?
–La obra de arte tiene cierta particularidad respecto del espacio que vale la pena considerar. Produce alteraciones y resulta un mundo conceptual muy atractivo para zambullirse como arquitecto. No sé cuál es la fórmula, exactamente.
–¿Qué le suma a una casa tener arte?
–Suma habitantes. Pone en cuestión el modo en que se usan las cosas, o cómo habitamos el lugar en relación a las cosas que tiene. Suma particularidad. Si es una colección es más interesante, porque ya no es una serie de objetos fijos sino un magma de piezas, ideas y teorías que están en movimiento y que va a absorber el lugar.
–El departamento del coleccionista del que hablábamos fue diseñado originalmente por el arquitecto Alejandro Bustillo. ¿Cómo se adapta su obra al siglo XXI?
–Hay que poner al día la infraestructura, como sucede con cualquier edificio de los años cincuenta: instalaciones sanitarias, cables, aire acondicionado. Eso, desde ya. Pero luego no es necesario vencer su organización tradicional sino, al contrario, ponerse en línea con eso. Lo que ofrecía el departamento era una manera de relacionar las cosas. Pero había una división entre una circulación principal y la de servicio, algo que hoy nos parece delirante. Lo que hicimos fue poner todo en valor, le diluimos el carácter a las partes y las pusimos en relación. Estar en la cocina y encontrarte con una obra de Macchi o verla en un estar, ¿por qué tendría que ser diferente?
–Tu madre, la arquitecta Martha Levisman, es especialista en Bustillo. ¿Te interesa especialmente su trabajo?
–¡No es genético! Pero el edificio es lindísimo. Una arquitectura de cierto momento, con las particularidades de su circunstancia. Es autor de un excelente neoclásico en Buenos Aires. En este caso, está tan liberado de ornamento que es especialmente lindo. Es especialmente despojado. También me gusta mucho la esquina de Posadas y Schiaffino, donde vivían Bioy y Silvina Ocampo, un lindísimo edificio de su época.
–¿Cómo fue diseñar tu propia casa?
–¡Dificilísimo! Uno se pone mucho más exigente. La casa está a metros de la Quinta de Olivos. De frente a frente hay 14 metros, sumados a los tres de retiración de cada frente, suman veinte metros. Y los terrenos también son de 20 metros, y tienen muy linda proporción, por igualdad y generosidad. Subís y te metés en el living, o podés ir hacia abajo a un lavadero o sótano, que arriba tiene un patio que da a la calle. O subir a dos pisos de dormitorios. La casa actúa entre el patio del frente y el jardín del fondo. Lo que queríamos era una vida más de jardín o quinta, sin perder calidad urbana. Entonces pensamos en este espacio interior entre exteriores, donde el patio da a la calle y esa calle es parte de la casa y, por otro lado, el jardín da al jardín de los vecinos que también son parte de tu propia casa. Nuestra casa, que está en un terreno de 10 por 20, también está en un terreno de 40 por 80, según dónde uno ponga el límite. Los tres plátanos de la vereda son prácticamente nuestros, se meten en la casa. La chimenea del vecino, un techo de tejas o el muro de la quinta son accidentes atractivos que se ven desde el patio. La casa es de ladrillos porque ese es el color del barrio. La casa está retirada de la medianera, para poder ver a través de ella.
–Además de esta relación con el entorno, ¿qué otro rasgo la caracteriza?
–Desde lo constructivo, técnicas muy tradicionales: una estructura de hormigón revestida de ladrillos que, por dentro, queda a la vista. Con cierta calidad en la mano de obra, pero también una rusticidad en los materiales. Es una casa con ventanas, no una casa de vidrio, con límites muy abiertos que hacen pensar en galerías, pero no se pierde nunca la sensación de estar adentro, gracias a antepechos o dinteles.
–¿Tu espacio preferido?
–La casa es como un gran lugar, y dan ganas de usar todos los ambientes, algo que hicimos mucho en esta pandemia. Funcionó perfecto sin cambiar nada. A mí me gusta eso de no correr muebles cuando haces una fiesta, sino sólo abrir dos ventanas. Usamos mucho más un pequeño escritorio, que está en la antecámara de nuestro cuarto.
–¿Cómo te definirías como arquitecto?
–Poco interesado por el estilo. Interesado en cosas diversas, donde son constantes la preocupación por la técnica apropiada y por condiciones razonables de funcionamiento, organización y uso de la energía. No me preocupa reafirmar una marca o un estilo, sino todo lo contrario.
Para saber más
Mariano Clusellas (Buenos Aires, 1963) tiene su estudio de arquitectura en Buenos Aires desde 1990, enfocado en proyectos de escala media en Argentina y Uruguay. Participó de exposiciones, publicaciones y conferencias en diversas universidades de la Argentina, América y Europa. Integra el colegio de jurados de la Sociedad Central de Arquitectos, colabora con la Dirección de Arquitectura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y es profesor de proyecto en la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Torcuato Di Tella. El jueves próximo, a las 19, disertará sobre "Arquitectura, diseño y arte contemporáneo", en conversación con Rosario Güiraldes, curadora asistente en The Drawing Center, Nueva York, en el marco de Panorama. Se trata de un evento federal organizado por arteBA Fundación y Meridiano, que busca promover la escena nacional de las artes visuales al reunir más de 130 espacios de arte de 18 provincias. Las charlas se realizarán por Zoom, con transmisión simultánea por Facebook Live. Inscripción:
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