Murió la editora Liliana Ruiz, creadora del sello Baltasara
La directora de la prestigiosa casa editorial tenía 74 años; desde Rosario impulsó colecciones de narrativa, poesía, teatro, ensayo y testimonios; era “una mujer a la que le corría una editorial por las venas”, dice la escritora Mariana Travacio
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Este sábado, a los 74 años, falleció en la ciudad de Rosario la editora e ingeniera Liliana Ruiz, creadora del sello Baltasara a finales de 2008. En esa editorial se publicó a autores que luego se hicieron muy conocidos en el país y el exterior, como Mariana Travacio, Beatriz Vignoli, Patricia Suárez y Juan Ignacio Pisano, que con su novela El último Falcon sobre la tierra ganó la primera edición del Premio Fundación Medifé Filba de Novela. Hace varios años Ruiz tenía cáncer. Había nacido en Rosario el 16 de mayo de 1948.
Su trabajo, de gran calidad y criterio, era reconocido por autores, editores, libreros y lectores. Dio impulso a los escritores de Santa Fe y, en especial, a los rosarinos; Carolina Musa, Pablo Bilsky, Natalia Massei, Verónica Laurino, Pablo Serr y Sebastián Bassano, entre muchos otros, publicaron en Baltasara. La editorial, con un catálogo de más de ochenta títulos, desarrolla varias colecciones: narrativa, poesía, ensayo, teatro, testimonio, reediciones y patrimonio (esta última tiene por finalidad la recuperación de obras publicadas por los sellos editoriales Librería y editorial Ruiz, Argos y Editorial Rosario S.A., vinculados al librero y editor español Laudelino Ruiz, padre de la editora, y de otros sellos de la misma época).
“Conocí a Liliana Ruiz en 2015, a raíz de una de sus convocatorias editoriales -dice la escritora Mariana Travacio a LA NACION-. Me llamó una tarde para preguntarme si podía viajar a Rosario a firmar el contrato. Pocos días después estábamos, frente a frente, en su escritorio de la editorial. Ese día hablamos de literatura, y de búsquedas estéticas y de horizontes. Me contó de su padre, y de la librería que él había fundado, y de cómo ella se había criado allí, entre libros, en una resistencia republicana. Supe, entonces, que había firmado un contrato con una mujer a la que le corría una editorial por las venas. Volví orgullosa a Buenos Aires: había dado con una editora que no solo me regalaba la dicha de volver a mi tierra natal con un libro bajo el brazo, sino también sus muchos años de entusiasmo y la sensación, todavía inexacta, de que Liliana tenía una pasión atávica por lo libros”.
Travacio publicó su primer libro de cuentos, Cotidiano, en Baltasara. “Es una editorial que no se ha cansado de abrir más y más convocatorias, y de dar a conocer más y más voces nuevas -destaca-. Una tarea ejercida desde una tenacidad sin fronteras, a pura porfía, como si hubiera venido a decirnos que nada era más importante que ese acto poético, tan insensato como imprescindible, de andar buscando gente que, empedernidamente, se sienta a escribir en el centro de una galaxia. Eso era Liliana: volvía más habitable este mundo. Le debemos cada uno de sus actos poéticos”.
Para el escritor Cristian Molina, autor de Wachi book, Ruiz representó la oportunidad para que “los raros de Rosario” publicaran sus escritos. “Hoy que no está, sentimos que una parte de la familia se nos fue y quedamos huérfanos -dice-. Era una editora anacrónica; nos citaba en su oficina, charlábamos de los libros que vendrían con un nivel de profesionalismo que nos hizo creer vivir en una película atípica para Rosario. Recuerdo que cuando fuimos con la propuesta de hacer una poesía reunida de Gabby De Cicco ella aceptó encantada el riesgo y la felicidad de tener una obra tan hermosa en su catálogo. Su pérdida nos duele tanto porque sabemos que sí existen las vidas irremplazables para la cultura”.
Desde su llegada a Rosario, la periodista y editora Alejandra Rey colaboró con Ruiz por varios años. “¿Qué decir de Lili? Que esa ingeniera de caminos, de las primeras mujeres egresadas de la Universidad Nacional de Rosario, dejó una profesión brillante para retomar la de su padre, un librero y editor exquisito venido de España -dice Rey a LA NACION-. Fue, con su marido e hijo, una pionera en la publicación de dramaturgia, poesía, cuentos, narrativa y una buscadora incansable de talentos, que encontró y editó. Baltasara fue un lugar de lucimiento para escritores locales y nacionales, a los que llevó a España, donde sus libros eran apreciadísimos”. En 2018, se publicó la antología Puente Rosario-Madrid, con cuentos de narradores rosarinos y madrileños. “En lo personal, fue una amiga mágica, con un humor luminoso, que amaba comer pastas y cafetear largamente, charlando con esa humildad que solo tienen y cultivan los inteligentes -agrega Rey-. Con su muerte, la literatura se queda un poco más sola, sin una maravillosa editora, sin una mujer culta, memoriosa; sin esa voz que ponía cordura ingenieril entre los autores más díscolos, sin la sonrisa humilde que voy a extrañar”.
Libros de autores porteños y de la provincia de Buenos Aires también integran el catálogo de Baltasara. “Gracias a Liliana Ruiz, soy rosarina por adopción -revela Daniela Camozzi, que publicó dos libros de poemas en Baltasara-. Hoy en día, hay cada vez más editoriales que hacen convocatorias abiertas pero, en 2017, no era tan habitual. Publiqué La brecha que existe entre los cuerpos por una de esas convocatorias de Baltasara impulsada por Liliana que, por su amor a la literatura, a la poesía, desde Rosario irradiaba su fuerza hacia todo el país y otros países. En 2021, confió nuevamente en mi trabajo y publicó La posibilidad, en medio del ’caos pandémico’, como ella decía. Era un raudal de generosidad, de escucha atenta a la persona y a la obra, un torbellino de energía y de cariño”.
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