Utopia en arteba, jóvenes profesionales experimentan con nuevos materiales
El sector dedicado a espacios independientes aporta aire fresco y diversidad a la feria de arte contemporáneo
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Los artistas jóvenes del sector Utopia no son improvisados, y aportan este año a arteba una buena dosis de materiales diversos, que traen a la mesa del arte con profesionalismo y talento. Tan es así, que muchas compras de museos ocurrieron en este vecindario. Sí, hay pintura -figurativa sobre todo-, una tendencia que ya tiene varias temporadas: jóvenes que pintan como antaño. Pero la renovación se ve en las obras que salen de la pared y buscan armar su paleta con cosas que encuentran en la calle… o en laboratorios. No prima la tecnología, tampoco. Si no jugar con texturas encontradas en la vida cotidiana para configurar objetos sensibles y significativos.
Entre los pintores clásicos, hay muy buenas obras de Alejandro Moreyra en Grasa, paisajes en un azul noche, y de Eliana Quilla en Linse, más bien rosados, en óleo y acrílico sobre madera. Ambos tuvieron adquisiciones por el Museo de Arte Contemporáneo de Salta. Julián Matta, en Galería La Mesa, aporta cuadros que hablan del dolor y el humor (la comedia y la tragedia), que compró el Museo de Arte Moderno. Precisión en la pincelada de Valeria López, sumada a la misma colección, artista y galerista de Satélite. Sus trabajos tienen un encanto especial para la comunidad artística federal, bien representada en este sector: son diarios de viaje, donde aparecen retratadas obras de artistas participantes de las ferias Arteco de Corrientes y FAS de Salta.

Otros diarios de viaje se ven en Luogo, con los dioramas de Julia Romano: fotos propias de paisajes se superponen con pasajes de la historia de la pintura y crean estos teatritos con relieve para pared. “Son recuerdos de lugares donde estuve”, explica.

El Moderno también adquirió obras de Mariano Ullúa, de Jamaica, que dibuja con alambre en el espacio (en Espacio Andreani) o con lápiz en el papel. El Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de Sa|n Juan apostó por materialidades diferentes en OHNO: Gal Vukusich Koppel, donde el formato cuadro de pared se vuelve collage y suma latas de gaseosa, aritos, piedras y otros objetos encontrados a su composición, y Alejandro Rossetti, con expresivos óleos sobre chapas que tienen sus historias. Más excentricidades materiales: los altorelieves de Mateo Grossi que modela en plastilina y traslada al caucho, yeso, óxido de hierro, hierro, aceite. Cerámica con bijouterie de Pola Amengual.

Multitudinario fue el anuncio del Premio en Obra, que repartió una cifra récord de 25.500 dólares. “Somos la cara visible, pero somos un montón. El arte contemporáneo es una comunidad”, dijo Joaquín Rodríguez, uno de los organizadores del premio que ya llegó en 17 años a 74 artistas y a 31 espacios. Abel Guaglianone, su coequiper, primero pidió un aplauso para el fundador del premio, Juan Cambiaso y luego nombró uno por uno a los 48 donantes de fondos: “De todo corazón, mil gracias”. El monto se repartió en seis premios de 4200 dólares cada uno, en las categorías artistas, curaduría (una novedad) y proyectos. En curaduría mereció el premio la galería OHNO. “En 25 metros logró mostrar a todos sus artistas, todos tuvieron muestras individuales y van a ir a su primera feria internacional”, contó Federico Curutchet, uno de los jurados.
También, fue distinguida Hopopoety, que fue cambiando su muestra día a día. En categoría proyecto, ganaron Espacio 218, de Chile, y Jamaica, que está en microcentro. “Son refugios amorosos de sus comunidades”, señaló Guadalupe Requena, otra de las jurados. Julián Mattas fue el primer artista premiado. “Este premio apuntó a reconocer a un artista de mediana carrera que habita Utopia, con formatos nuevos, que toma riesgos”, explicó Facundo Belén. También fue distinguido Federico Roldán Vukonich, de Casa Proyecto, autor del auto calado que fue sensación de esta edición. Los corazones que le faltan están en el interior, baleados con un arma calibre 22.
El sector no se restringe a galerías, sino que suma espacios gestionados por artistas, organizaciones con y sin fines de lucro, y otras plataformas experimentales. Fueron seleccionadas por un equipo curatorial integrado por el artista Juan José Cambre y el curador y artista Santiago Villanueva, quienes además acompañaron el desarrollo de los proyectos. “Están más profesionales, pero conservan esa cuota de locura. Fue muy lindo acompañarlos”, dice Cambre. La Mesa va por su segundo año en la feria, como espacio múltiple donde funciona un almacén, talleres, salón de fiestas y espacio de talleres y exposiciones. A su stand suma algo de todo esto con el carrito Tus Vicios, donde se venden los ídem.
El Castillo, espacio de Diego de Adúriz, trasladó su eclecticismo a la feria, con heladera, biblioteca, escalera y todo su folclore, para mostrar 22 artistas. Hay obra luminosa tallada en vidrio y escultura giratoria sobre VHS de Interkevs, muñecas de porcelana tristes (Mónica llorando de frente se llama) y un tocador de Catalina Oz, y esculturas forradas en papel de Bananita Dolca de Gabriela Pino.

En Espacio 218, de Chile, hay más técnicas particulares: Noël Saavedra trabaja tejidos en jacquard con imágenes marítimas y florales. “Cada centímetro del telar tiene al menos 240 hilos. Es un entramado muy grueso y denso. Y las obras se pueden ver por un lado y por el otro”, señala Seba Calfuqueo, artista y curadora. Katerina Quintulem incorpora ingredientes del territorio mapuche donde lo orgánico y lo plástico se fusionan: “Hace una capa de material bio orgánico de agar-agar. Lo cubre con pigmentos naturales y luego los sella con acrílico para preservarlo. Es una materia viva que está cambiando constantemente”.
Para mostrar a todos los artistas y hacerlo de la mejor manera, hay stands con muestras rotativas, cada día un artista diferente. Así sucede en Komuna, donde ayer estaban Leo Estol con un boliche para sus cerámicas y Santiago Rey, con vacas que contienen revistas Gente. Lo mismo ocurre en Pólvora con sus diez artistas, pero siempre vende empanadas. Son de Santiago Ortí, traslúcidas y están rellenas de cualquier cosa: monedas, caramelos, pastillas, tarjetas personales.
“Fulana es cien por ciento tucumana, de Tafí Viejo”, dice Pamela González. Los materiales siguen siendo diferentes: Manuel Garay pinta sobre trapos de limpieza, Adrián Sosa graba dibujos sobre machetes y discos de arado. Jessica Morillo también trabaja con herramientas, a las que forra con ropa interior. En el mismo espacio, Agustina Lazarte pinta como porcelana holandesa un cajón de frutas. Las imágenes son bien locales.
En toallitas desmaquillantes, Mabel Kogan, artista de Hipopoety, imprime su retrato como mujer. También esparce su maquillaje en un rollo de la Torá. “A mis 13 años hice mi Bat Mitzvah. Ahora hago una nueva ceremonia porque me quiero volver a presentar como mujer”, explica.
Hay también galerías internacionales, como Segismundo de Guatemala, Salón Comunal de Bogotá, Sorondo Projects de Barcelona y Relaciones Públicas de México. Salón Comunal es el centro de atracciones con la presencia de la compositora y cantante colombiana Andrea Echeverri y su homenaje a Gustavo Cerati. Anoche se vivió uno de los momentos más emocionantes cuando la voz de Aterciopelados entonó el himno En la ciudad de la furia. Algunos privilegiados pueden contar que estuvieron ahí.
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