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SAN JOSE, Estados Unidos.- "¡Eso, Facundo!" "¡No te vayas, Víctor!" "¡Adelantá la línea, Javier!" "¡Buena, buena, buena!"
Los gritos de Gerardo Martino traspasan la altura de las lonas negras del Spartans Camp. El entrenador de la selección alienta a Roncaglia, Cuesta y Mascherano en un ejercicio táctico de la mañana, Ya no queda nadie en el lugar que no esté autorizado: la presencia de la prensa agotó los 15 minutos reglamentarios. Pero afuera, los que nunca entran, ni siquiera ese cuarto de hora, apelan al ingenio para ver a los jugadores.
Algunos argentinos, otros hijos de argentinos que residen acá y también latinos en general: un ejército de adolescentes y jóvenes hace cuerpo a tierra contra el cordón de la vereda para espiar. ¿Cómo? Por el pequeño espacio que hay entre la lona y el piso. No hay más de diez metros entre ellos y Éver Banega, que hace un comentario sobre la indicación que le está dando el técnico. Uno lo llama a Messi a los gritos: no tendrá respuesta, porque el capitán está a unos cien metros de esta esquina del predio, trabajando con el kinésiólogo Luis García.
Pero la estrella de la semana fue Chris, el habitante de la casa de la esquina. Desde que la selección llegó aquí, se pasa el tiempo que la selección se entrena subido al techo de su casa para ver mejor: no hay lona que le impida ver lo que pasa del otro lado. Dos días atrás, la policía local llegó y lo obligó a bajarse, como si mirar fuera un delito. Él también gritaba por Messi, carente de información: Leo todavía estaba en Barcelona. Chris, de 18 años, cuenta que le encanta el soccer y también el fútbol americano. Este sábado pudo dar un paso más: logró colarse a la práctica con los periodistas. A la salida mostraba orgulloso un trofeo que llevaba puesto: una remera de entrenamiento.
Lo más curioso es el esfuerzo que hacen los guardias del predio para tapar los resquicios que dejan las lonas. Una tarde, uno de ellos se quitó su campera y la colgó entre dos parantes para cortar el hilo de visibilidad que todavía quedaba. Y esta mañana, un pequeño espacio que ayer servía para ver mínimante amaneció cubierto por retazos. Tuvieron que romper la monocromía, eso sí: el pedazo de tela era azul.
ae/tb
