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Tras una larga enfermedad falleció ayer, a los 68 años, Eduardo "Tuqui" Casá, destacado piloto del Turismo Carretera en los 60. Fue subcampeón en 1966 (el campeón fue Juan Manuel Bordeu), y tercero en 1965 y en 1967, siempre con Ford.
Su primer triunfo en el automovilismo fue el 1° de abril de 1963, en la Mar y Sierras y luego fue vencedor en otras diez carreras: La Pampa, Tres Arroyos y el Gran Premio, en 1965; la vuelta de San Francisco, la Vuelta de Arrecifes, Circuito de San Nicolás y la Vuelta de Pehuajó, en 1966, y Premio de Allen (Río Negro), Vuelta de Santa Fe y el Triángulo del Oeste, en 1967.
Eduardo Casá comenzaba una larga agonía cuando decidía ser algo así como un empresario. Hombre de campo, de costumbres muy sencillas, no había tenido mucha suerte en la vida cuando seleccionaba sus ideas fuera del campo competitivo.
Había llegado casi por casualidad al automovilismo deportivo. Yo pienso que en el automovilismo argentino debía haber muy pocos conductores con su sangre fría. La que le imponía una conducta que él llevaba a rajatabla, una vez precisado el objetivo. La combinación sobre la que sustentaba sus trabajos era haber elegido a Manolo Rodríguez como el hombre que preparaba su Ford gris metalizado, sujeto a una estrategia decidida de carrera. Nada de querer ganar en la primera vuelta. Nada de querer hacerlo todo en un momento.
Eduardo aprovechaba la densidad que tenían las carreras de su tiempo, que hasta permitían perder unos minutos en el cambio de una cubierta sin que se trastornara el objetivo final. Aquel que iba a llegar después de cinco o seis horas de marcha por caminos de tierra en los que era muy fácil extraviar la conducta.
Injustamente su coche fue tildado de "Tractor" y más injustamente Eduardo fue tildado de "pescador".
El estudiaba sin hacer ningún alarde la carrera a la que pensaba acudir; la procesaba mentalmente y era un enemigo declarado de la improvisación o el desatino. Yo tardé bastante tiempo en advertir que su aparente frialdad encerraba un extraño amor por las carreras de Turismo Carretera. A solas consigo mismo y observando las anotaciones que guardaba de las pruebas anteriores, se hacía una composición de lugar para tener al final el mejor resultado.
Y lo entendí definitivamente el día que en Areco me explicaba con infinita paciencia. "¿Sabe qué pasa? Mucha de esta gente que corre tiene la sangre caliente y si pudieran querrían ganar antes de largar la carrera. Yo prefiero analizar cómo es el planteo de la carrera en el principio, esperando el momento justo para atacar. Es muy sencillo; si usted empieza queriendo ganar la carrera desde el principio, va a tener veinte corredores al lado suyo; en cambio a mitad de carrera, sobre todo en las exigencias, que obligan a parar para reabastecer, usted se va a encontrar que adelante suyo tiene cinco o seis competidores para pelearlos y de ellos, la mitad vienen heridos; entonces es más fácil pelear el resultado".
A la hora de evaluar a Casá como piloto se han cometido muchas injusticias. Parecería que lo suyo se limitaba a hacer camino para ganar al final. Para mí, Casá construía el camino por el que se avanzaba. Y sabía infinitamente más que lo que permitían suponer sus declaraciones escuetas y formales, en las que él mismo le quitaba la importancia a sus trabajos.
Digo que al poco tiempo de dejar Casá el automovilismo deportivo, su cerebro entró en otra dimensión. Ahí no lo tenía a Manolo. Ahí él no había estudiado el compromiso por anticipado. Desde ese momento, cuando su mente entra en confusión, se produce auténticamente la muerte de Eduardo Tuqui Casá.



