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MAR DEL PLATA.- "Era una fiesta viejo. No puede ser..." La frase de Américo Gallego, el director técnico de River, fue el reflejo de lo que se vivió anoche en esta ciudad. Parece mentira. Otra vez el caos. Otra vez la violencia que intentó postergar las ilusiones de los verdaderos hinchas, esos que concurren a los estadios a vivir sólo la pasión del fútbol. Pero nadie pudo frenar la barbarie, ni siquiera el ejército de 1000 policías que estuvo a cargo del operativo de seguridad en el primer superclásico del año. Boca ganó por 1 a 0, con un gol de Antonio Barijho, por el Torneo de Verano. Pero el partido no terminó, porque a los 38 minutos del segundo tiempo fue suspendido por falta de garantías por el árbitro Baldassi.
No obstante, eso no fue lo más grave. Todo empezó a los 20 minutos del primer tiempo, cuando la barrabrava millonaria ingresó en la tribuna norte una bandera con los colores rojo y blanco de cinco metros de largo, hecho prohibido por las leyes, que sólo autorizan emblemas de dos metros por uno, como máximo.
Allí reaccionó la policía y empezó el caos... balas de goma, gases lacrimógenos, corridas por todos lados, un kiosco destrozado y vendedores saqueados, un helicóptero que tardó diez minutos en llegar, mesas y sillas que cayeron en el campo de juego; fuego por todos lados...
El desorden reinó durante 17 minutos. Pero lo más ridículo fue cuando los organizadores daban el siguiente mensaje en medio de los disturbios: "Cálmense que en 10 minutos sigue el partido". El partido seguía como si nada hubiera pasado.
La cuestión es que la seguridad que tanto se había señalado iba a grantizar el espectáculo falló. Porque, sino, cómo se explica que la bandera que desató el escándalo llegó hasta el centro de la popular millonaria, superando todos los controles pr evios ¿Por qué la policía sólo actuó cuando la bandera estaba dentro del estadio, en medio de una concurrencia masiva?
El saldo provisional fue de cuatro policías -uno recibió un golpe con una garrafa- y 17 hinchas heridos, que fueron trasladados a un centro asistencial en una ambulancia local con politraumatismos, heridas cortantes y crisis asmática como consecuencia de los gases.
En tanto, mientras la mayoría de la gente de las tribunas que había ido con sus familias al estadio se retiraba en medio del llanto por los gases.
Los jugadores, que apenas estallaron los incidentes se retiraron de la cancha, salieron y entraron en los vestuarios como veinte veces. Fueron presos del desorden. Nadie fue capaz de tener sentido común y decir. "No, esto no va. Así no se puede".
Según informó la agencia Télam, Javier Castrilli, coordinador de la seguridad deportiva bonaerense, que observó los hechos desde una sala de video, puso el grito en el cielo cuando vio el proceder policial.
El partido se reanudó, pero poco importó. En el primer tiempo la situación más clara estuvo en los pies de Herán Díaz, pero su remate se fue cerca del palo izquierdo de Córdoba.
Para los millonarios era la necesidad de arrancar bien el año después de una temporada donde su rival ganó todo. Para los dirigidos por Bianchi, la posibilidad de probar con una nueva táctica, con Traverso y Serna como volantes centrales y la pareja ofensiva Arce-Riquelme.
El desnivel llegó a los 20 minutos del segundo tiempo por gol de Antonio Barijho, después de un gran pase de Riquelme. Fue 1-0 para Boca y expulsión a Zapata, por protestar.
Después, a los 38 minutos, el juez suspendió definitivamente el partido al comprobar que la policía no podía controlar a los hinchas que, esta vez desde las plateas, arrojaban butacas al campo de juego.
Todo fue empañado por la violencia, que no se toma vacaciones. Nunca. Y otra vez dijo presente para volver a ganar su sangriento partido.

