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Duda un instante el alma del gimnasio de la Federación Argentina de Box (FAB). Mira de reojo a ese rubio al que todos le regalan un saludo respetuoso, como a un soldado que había sido enviado por una misión difícil y regresa condecorado. Enseguida, el enjambre de buscadores de sueños diarios, que gasta vendas, sudor y trompadas, recibe una broma, un guiño, un consejo. El viejo suelo de Castro Barros 75 lo reconoce. Es Omar Weis que está de vuelta, un hijo dilecto de estos percudidos rings de Almagro.
Protagonista asiduo de las desaparecidas noches de boxeo de Canal 9, ex campeón argentino de los welters juniors, estilo muy técnico y rostro ideal para la TV, a Weis lo envolvió el desaliento de una actividad que fue perdiendo plazas poco a poco en nuestro país. Miró a sus hijos, hizo cuentas y acudió al veterano entrenador Amílcar Brusa, que se había marchado a trabajar a los Estados Unidos. A mediados del año último, una llamada le cambió la vida. “Me habló Brusa por teléfono y me dijo: venite a Estados Unidos. Me hizo un favor y le estoy muy agradecido. Acá peleaba cada seis meses. No les importaba, no era nadie para la FAB. Tuve que tomar la decisión de irme, porque no me tenían en cuenta, tenía que rogar para poder pelear. Y me decían: vení mañana, vení pasado, no te quieren pelear...”
Se desvinculó amistosamente de su DT, Lorenzo Beneventano, dejó a su esposa, Natalia, y a sus tres hijos, Lucio (6), Ariel (3) y Máximo (1), y apareció en Los Angeles. “Cuando llegué sentí que empezaba mi sacrificio para tratar de ser campeón del mundo. Eso era todo y no me importaba más nada”, dice Tito, de 29 años.
–¿Tu situación no dio para más?
–“Las cosas no mejoran y eso te obliga a tratar de estar mejor en otro lado. Si me gusta o no me gusta vivir allá... Yo tengo que estar igual, porque está en juego el futuro de mis hijos. Es lo único que me interesa. Todo es para ellos.
En tierra norteamericana, sumó dos empates en fallos controvertidos y explotó con su resonante victoria ante Héctor Camacho Jr., en marzo último. El gran público empezó a hablar de Weis y los rankings más importantes lo tienen en los primeros puestos.
–¿Cuál es la principal diferencia?
–Allá peleo todos los meses. Estoy a dos pasos de ir por el título mundial y por una bolsa muy buena. A mí la FAB nunca me dio nada. Todo lo que tengo lo gané gracias a mi sacrificio, a mi estado físico y a tirar tantos golpes. En el boxeo hay tres cosas que yo aprendí: entrenar, entrenar y entrenar.
“No hay misterios”, aclara, y cuenta que en Los Angeles comienza a trabajar todos los días a las 5 de la mañana.
Tiene contrato por tres años con la prestigiosa Top Rank, la empresa de Bob Arum, y en su agenda de posibilidades figuran un choque con el ruso Kostya Tszyu, campeón mundial welter junior, y ser protagonista del regreso del boxeo al Luna Park, previsto para el 13 de julio.
El boxeo de primera línea tiene sus beneficios, aunque haya que poner el cuerpo en ello. Si no, que lo diga Weis, que está en litigio con un casino al que le hizo publicidad en su espalda. La tinta le provocó una alergia que tardará cuatro meses en curarse. Entonces, fue a la Justicia y pidió... 1.000.000 de dólares.
Weis sueña con el Luna Park y con ser campeón mundial. Y pelea contra las necesidades. Su nombre, que languidecía en la realidad argentina, se reavivó lejos, donde el dios de los guantes tiene su sede central.
Nombre y apellido: Omar Gabriel Weis
Fecha y lugar de nacimiento: 23 de octubre de 1972, en Rosario
Récord: 35-3-3 y 16 KO
Entrenador: Amílcar Brusa
Manager: Javier Zapata
Debut profesional: 6 de mayo de 1995, KOT 1 a Mauricio Juárez, en Buenos Aires
Títulos: fue campeón argentino welter junior entre 2000 y 2001. Lo ganó ante César Leiva y lo perdió con Wilfredo Vilches.
En los Estados Unidos: peleó en cinco ocasiones, perdió ante Antonio Díaz, empató con Ray Oliveira y Alejandro Jiménez y batió a Héctor Camacho Jr. y a Arturo Ureña
