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SANTA CRUZ DE LA SIERRA, Bolivia.- "Buenas, buenas, qué tal...". Saludo típico de Héctor Rodolfo Veira. Es el mismo. Claro, diferencias hay. Las reacciones que despierta su figura en esta ciudad se ven potenciadas al máximo, incluso hasta la exageración. Igual da que entre en una cancha o en un restaurante; de acuerdo con los rostros y los silencios repentinos de los presentes en el lugar, es como si lo hiciera una estrella de Hollywood. No es para menos: desde noviembre último es el director técnico de la selección de Bolivia. Ya no lo presiona la urgencia de títulos de un club; ahora todo un país posa sus miradas sobre él.
Para sus jugadores es el "Profesor Veira", para los periodistas locales es el "Profe", y para la gente es el "Señor Veira". Para los visitantes que ya lo conocían es el "Bambino, rey de Bolivia"; esa es la sensación que queda después de haber compartido con él tres días de trabajo.
Veira no da tiempo para las preguntas, es él el que las hace. "Contame algo de allá, ¿hubo transferencias importantes? ¿Ya llegó Caniggia? ¿Qué dijo Diego cuando eligieron a Pelé como el mejor del siglo?", es el interrogatorio. Antes, con el saludo formal, había dicho: "Si necesitás algo, avisame"; sin quererlo delataba que éste es su reinado.
A las 8, el plantel va en camino a la provincia -ciudad, para nosotros- de Warnes, para entrenarse en el estadio Municipal. El chofer sube al máximo el volumen de las cumbias radiales. Veira está sentado adelante junto con el médico; detrás viajan sus colaboradores y los jugadores. El Bambino no habla demasiado.
Desde el 4 del actual la selección boliviana comenzó la pretemporada con vistas a la Copa América de Paraguay, en junio próximo. En las prácticas Veira está sereno, concentrado; las palabras "hermoso" y "belleza", que surgen cuando observa una buena jugada, dejan en claro que nada cambió.
"¡Mirá los Ratones Paranoicos!", grita Veira. Se refiere al diminuto utilero del equipo con dientes de roedor y a sus hijos, que de tan parecidos parecen clonados. "Lo de este tipo no lo vi nunca; es fenomenal. Tiene 11 hijos y son todos iguales; no los llama por el nombre, cada uno tiene un número. Pensaba que era un chiste, pero les dice Nº 7, Nº 8. Increíble", exclama.
El Bambino no está incómodo a tantos kilómetros de su hogar. "Acá la gente hace todo lo posible para que me sienta bien", señala, y enseguida agrega: "En total viví en el exterior 10 años; por eso estoy acostumbrado. Sin embargo, se extraña mucho, especialmente a los amigos. Hablo muchísimo por teléfono, pero no es lo mismo que que encontrarse con ellos".
Ahora está acompañado por su familia, pero a mediados de febrero se quedará solo. "Uno tiene que aprender a vivir en soledad; cuando sos muy joven te hacés hombre, porque tenés que resolver todo vos", dice con nostalgia. Es de noche en Santa Cruz y el calor hace rato que se declaró inclaudicable. "¿Todo en orden, señor Veira?", le pregunta un mozo.
El Bambino mira a su alrededor y sonríe: "No sé si soy el rey de Bolivia, pero acá la selección es la pasión del pueblo y yo soy su técnico".
SANTA CRUZ DE LA SIERRA, Bolivia (De un enviado especial).- A los 53 años, y con un largo camino recorrido, Veira no tiene inconvenientes para hablar de él mismo. Algunas frases sirven para describirlo.



