La selección argentina dio un show en Wembley y tiene la confianza en el punto más alto: ¿trampas a la vista?
En el mejor partido del ciclo, el equipo de Lionel Scaloni tuvo un desafío que valió mucho más que un titulo
La Argentina necesitaba probarse con un gigante europeo. Y vaya que lo hizo. Italia, aunque caído en desgracia, ya sin Mundial 2022 en una extraña eliminatoria, podía ofrecerle un cuadro comparativo entre los campeones de América y de Europa. El frontón le devuelve buenas sensaciones al conjunto dirigido por Lionel Scaloni, que de acá en adelante tiene mucho más en juego que un dilatado invicto. ¿Buenas? Mucho más que eso, con un segundo tiempo de alto vuelo. Pero, ¡cuidado! También hubo toques de atención. Quizá no tanto futbolísticos.
Fue, sin duda, un avant premiere mundialista frente a un adversario con trayectoria y en un lugar emblemático para el fútbol: Wembley, más allá de que en este estadio el cemento aún parezca fresco. Por si hacía falta la comprobación, Italia dejó en claro durante la primera parte que la Copa del Mundo será bastante diferente de las eliminatorias. Otro rival. Otro escenario. Otro clima. Sirvió. A estas alturas, cada detalle podría marcar una tendencia. Aciertos o errores.
El 1-0 de Lautaro Martínez
Al buen ritmo argentino del comienzo le siguió el reposicionamiento de Italia. Primera señal: la concentración resultará crucial, sobre todo, cuando no se tiene la pelota o cuando un rival con semejante poderío físico sabe cerrarse sobre su campo. La Argentina resistió la fricción y no se achicó frente a la dureza colectiva. Con movimientos posicionales también se las arregló en las alturas, uno de los focos de inquietud.
El medio campo, hoy con Guido Rodríguez en lugar de Leandro Paredes, alternó buenas con malas hasta asentarse para una segunda etapa casi sin sobresaltos. Otro ítem positivo fueron los cortes de Cuti Romero hacia los costados cuando los italianos rompieron líneas. No pasó demasiadas veces, pero resultó satisfactorio ver los recursos para minimizar los riesgos defensivos. La recuperación en bloque fue y será un tema a resolver.
La chispa de Lionel Messi está y, lo fundamental, siempre estará. De una recuperación de Giovani Lo Celso llegó la corrida del capitán, el centro y el toque de Lautaro Martínez. Fue la imagen perfecta de un cambio de ritmo imprescindible para hacer duradero el recorrido en el Mundial. De momentos y sorpresas también se tratará la cita. El N° 10 deseaba su gol y se empecinó en buscarlo. Chocó con el arquero Gianluigi Donnarumma, su compañero en PSG. Pero la función colectiva, cada vez más pensante, lo encumbró otra vez.
El 2-0 de Ángel Di María
El segundo gol, una perla de Ángel Di María, fue la muestra de que el ataque y la sincronización con espacios se mantiene latente. Inclusive, la tarea como pivote de Lautaro. Hay conexiones.
Párrafo aparte: Di María también dejó en claro su buen momento mental. Confianza en la defensa, con pase picado hacia la izquierda para salir jugando, y, un instante después, réplica perfecta para el lucimiento del. ¿Más? Sí, una volea bien resuelta por el arquero. La enumeración no es antojadiza. En este caso, son pruebas directas, contundentes.
La Argentina está tan convencida de sus movimientos que, ya con el 2-0, se atrevió a cosas que antes no hubiera hecho. Un taco en la defensa o una doble pared. También algún lujo excesivo, capaz de embravecer a un rival de sangre caliente, como los italianos.
Una palabra mencionada hace un par de párrafos simbolizará el momento: confianza. Interna, en un grupo que parece abroquelado y feliz ya desde hace algún tiempo. Y externa, a sabiendas de que, a partir de ese buen clima, sin prepotencia ni gestos excesivos ni subestimaciones, empiezan a construirse las gestas.
Todo sale bien. Hasta Paulo Dybala, con el tercer gol, mejoró un ánimo alicaído tras la salida de Juventus, pero lo trascendental será que recobró impulso cuando su lugar empezaba a estar seriamente en riesgo. Muchos de ellos ahora encuentran más cobijo en la selección que en sus clubes. Elocuente.
El 3-0 de Paulo Dybala
Entonces, será cuestión también de que la confianza no actúe como un encantador de serpientes ni tienda trampas en las estrategias, como sucedió hace casi 20 años. Los mundiales, impiadosos, no autorizan demasiados deslices.
La marcha hacia Qatar 2022 será mucho más emocional que estadística. Algo parecido a lo que hoy vive la Argentina, perfumada con esa fragancia mundialista que puede advertirse a la distancia en la gente. Calle, tribunas y redes sociales manifiestan el entusiasmo de aquellos que recorren un camino armonioso. Es como si cada cosa estuviera en su lugar. Como hacía mucho no ocurrido. Pero, por supuesto, esto continuará...
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