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Como consecuencia de una afección hepática, falleció ayer, a los 66 años, Raúl Emilio Bernao, ex delantero de Independiente y del seleccionado argentino. Sus restos fueron velados hasta anoche en el gimnasio Bottaro, que ese club posee en su sede de Avellaneda, y serán cremados hoy en un cementerio de Burzaco.
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Se ganó con creces el apodo "El poeta de la derecha". Por ese sector de la cancha, siempre con una visión ofensiva del fútbol, les provocó numerosos dolores de cabeza a sus ocasionales marcadores. Bernao fue un wing derecho habilidoso al extremo y esa característica, sumada a su particular apellido, hizo que muchos lo relacionaran con el más excelso juego de Brasil. Pero no había nada de brasileño en él salvo esas dos señales. Bernao nació en Sarandí el 5 de noviembre de 1941 y debutó en la primera de Independiente con sólo 20 años, el 30 de julio de 1961, cuando los Rojos batieron a Huracán por 2 a 0.
De gambeta impredecible y arranques fulminantes, su juego supo meterse en el gusto de los hinchas más puristas. "A Bernao no se lo puede dejar recibir una pelota, no se le puede dar un metro porque es un hombre que levanta a la tribuna... y eso agranda a un equipo", decía el DT Osvaldo Zubeldía y ello alcanzaba para pintarlo de cuerpo entero.
Siempre con la pelota pegada al pie, Bernao fue comparado más de una vez con Garrincha. Se decía que ambos tenían un montón de recursos para imponerse en los mano a mano y a los dos se les elogiaba la calidad para ganar duelos en espacios reducidos entre la raya y la marca.
El primer título con el club de Avellaneda lo ganó en 1963, al lado de Miguel Angel Santoro, Rubén Navarro, Juan Carlos Paflik y Raúl Savoy, entre otros. El talentoso delantero integró los planteles que ganaron la Copa Libertadores en 1964 y 1965 y triunfó en el Nacional ´67, al lado de apellidos como Pavoni, Pastoriza, Artime y Tarabini.
Hombre del seleccionado, vistió la casaca celeste y blanca entre 1965 y 1969, experiencia que compartió con Angel Clemente Rojas, Ermindo Onega, Héctor Veira y Oscar Mas, compañeros en las eliminatorias para el Mundial de Inglaterra ´66.
Su ídolo fue Ernesto Grillo. "Yo jugaba de 10 porque quería ser como él", sostenía Bernao, quien no dudaba a la hora de elegir al mejor jugador que había visto: "Pelé. Y eso que nunca lo vi jugar un partido completo de modo brillante... Pero tenía chispazos. Con eso era suficiente, fue un superdotado".
Fue figura en Independiente hasta 1970 y su partido más recordado lo protagonizó en enero de 1964, la noche en la que brilló en la goleada 5-1 frente a Santos.
En 1971 emigró a Colombia para jugar en Deportivo Cali y regresó al país al año siguiente. Se retiró en Gimnasia y Esgrima La Plata, en 1973.
Tanto talento desparramado en las canchas no hizo mella en la consideración de sus rivales. Y lo contaba orgulloso: "Con mis marcadores jamás tuve problemas. Ni siquiera un cambio de palabras. Porque en la cancha yo no hablaba, jugaba. Y eso me ayudó a ganarme el respeto de todos ellos".
