Bolivia-Argentina. Sin Messi, la selección recibió un golpe durísimo en La Paz que nuevamente puso en riesgo su clasificación a Rusia
El seleccionado de Edgardo Bauza volvió a dejar una imagen lejos de la ideal, los jugadores se mostraron desorientados y cayó ante Bolivia por 2-0; esta derrota lo sacó del tercer lugar, está en zona de repechaje y recién volverá a jugar el 31 de agosto, ante Uruguay, en el Centenario
LA PAZ, Bolivia.– Echa la cabeza hacia atrás Edgardo Bauza, lamentándose por un pase que se va largo por veinte centímetros. Hace el típico gesto de alguien contrariado. Puede ser con Banega, el que no había podido controlar la pelota, con Lionel Messi, que mira el partido en un televisor instalado en el vestuario, con la lluvia, que hizo todavía más rápida la cancha, con la tabla de posiciones, que quién sabe dónde depositará a la Argentina esta noche cuando termine la fecha… O con él mismo.
El partido se escurre entre los dedos, la derrota es una consecuencia lógica de tantos malos movimientos juntos, que no necesariamente empezaron cuando el colombiano Wilmar Roldán pitó el inicio. Porque el 0-2 tiene una crónica que puede explicar las razones de ese resultado, pero antes que eso se fueron forjando otras causas, más de fondo. A lo complejo de la coyuntura preexistente hay que sumarle un día de furia, con la mente anestesiada por el affaire Messi.
La Argentina, que disfruta de una generación de futbolistas extraordinaria, no encontró esta vez una respuesta individual que la sacara a flote. Y entonces la excursión a La Paz vuelve a ser una penuria: no hizo falta llevarse una goleada en contra como aquel 1-6 para que la fecha se inscriba como una nueva página negra en la historia de la selección. Será para siempre el día que la FIFA le dio un mazazo en la nuca a al astro rosarino cinco horas antes empezar un partido vital.
Camina Ángel Di María, después de un pique innecesario, sin aire del cual colgarse. Justo él, de quien mejores respuestas físicas se esperan en los 3640 metros de altitud. Su pasado lo avala: aquí corrió casi solo las dos últimas veces que vino la Argentina. Se agacha y busca un respiro su tocayo Correa, sin entender mucho qué está pasando. Busca un pase imposible Lucas Pratto, y enseguida se arrepiente de haber gastado energía en un intento fútil. Van apenas 15 minutos del primer tiempo y la selección sabe lo que ya sabía: nada iba a ser fácil hoy.
No lo era desde la tarde anterior, cuando el rumor por una posible sanción a Messi se instaló como esas nubes de dibujos animados que siguen al protagonista adonde vaya: se posó sobre el predio de Ezeiza, siguió camino hacia Santa Cruz de la Sierra y continuó viaje hasta aquí. Con esa sensación, y apenas dos horas antes del partido, Bauza y sus muchachos bajaron en el aeropuerto El Alto. Con esa idea vieja y recurrente en la historia de la selección: fijar un enemigo externo para así encontrar un estímulo superior, un elemento que aglutine y enfoque la bronca. Nosotros contra todos, la prensa, el rival, la altura y también la FIFA.
El gol de Arce de cabeza
Pero aquí y ahora, con eso no alcanza. Esta vez, el oponente da una mano: van 15 minutos y está como esos boxeadores que no se animan a sacar las manos, como si no confiara en ellas. La selección, una construcción de emergencia que ideó Edgardo Bauza, entonces se encuentra con la posibilidad de dar dos pases seguidos y así avanzar de a poco. Cada tanto, a Sergio Romero lo obligan a un revolcón con remates desde afuera, pero nada más. Es el momento de Argentina en el primer tiempo: en ocho minutos genera tres situaciones de gol. La mejor quedó en los pies de Di María, justamente, pero la salida rápida de Lampe terminó con la pelota rebotando en el arco. Flota en el aire, ese que escasea, la sensación de que no volverá a suceder algo así. Lo peor es confirmarlo casi instantáneamente.
A la presunción le sigue un pelotazo larguísimo de Pablo Escobar, un resbalón de Romero, una marca débil de Facundo Roncaglia y, con todo ese escenario a favor, un cabezazo goleador de Juan Carlos Arce. Enseguida se lesiona y deja la cancha Ramiro Funes Mori, y entonces parece que la nube definitivamente está instalada sobre la cabeza de la selección. El peligro, en todo caso, reside en creer que las la nube la generan solamente los demás. O ponerle nombres propios de ocasión a la nueva debacle: ¿Guido Pizarro? ¿Caruzzo? ¿Marcos Acuña? ¿Facundo Roncaglia? Ni sentido tiene apuntar por esos lados.
Marcelo Moreno estira la ventaja
Si es difícil para quien no está aclimatado jugar al fútbol en la altura de La Paz, más lo es para una formación que tiene cuatro entrenamientos junta. El calendario de estas Eliminatorias no da opciones: no hay una fórmula mágica que ayude a paliar de una manera aceptable jugar en estas condiciones si hubo que hacerlo cuatro días antes en el llano. Ni siquiera hay demasiados reproches colectivos para esta estación: si la Argentina se asoma a la recta final de la clasificación con el riesgo de perder el vuelo a Rusia no es por la derrota cosechada aquí.
La larga pausa de las Eliminatorias, que recién se desactivará el 31 de agosto en el Centenario, tiene un filo doble: es demasiado tiempo para gestionar y no jugar. Porque en el medio, la cadencia del fútbol argentino lo desnuda, puede pasar de todo. Casi tanto como lo que ocurrió en las 24 horas que pasaron desde que se encendió la alarma Messi hasta que Bolivia se levantó para celebrar una victoria siempre deseada.
Evo Morales, presidente de Bolivia, se solidarizó con Lionel Messi por la sanción. "No comparto la sanción contra Argentina. Algo conozco de fútbol, la infracción fue a Messi. Mi solidaridad con el mejor futbolista del mundo", escribió en su cuenta oficial de Twitter.
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