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Quien dude de la capacidad intelectual de Ángel Cappa es un necio. Puede gustar o no su trabajo como entrenador. Puede concordarse o no con sus pensamientos. Pero no es posible negar sus nociones culturales y su rica dialéctica, que lo sitúan bastante por encima de la media que presentan sus colegas.
Como filosofía de vida, inclaudicable, Cappa defiende el fútbol espectáculo y cada vez que puede intenta, desde su discurso, desdramatizar un juego que vive cargado de dramas. Su última frase al respecto es categórica: "Nadie se muere si un equipo desciende". Claramente va a contramano de tantos hombres que toman el fútbol como un elemento más importante que la vida misma.
Pero Cappa se contradice. Dentro de la cancha, dramatiza el juego: varias veces salta los límites de la cordura ante un fallo de un árbitro que él considera equivocado. Puede justificarse por la emoción violenta, por la reacción en caliente. Pero fuera de la cancha, en frío, a veces dispara frases que no concuerdan con su eslogan. "La estadística con Favale asusta; Gimnasia siempre tuvo mala suerte, y River, buena", dijo en los días previos al partido de anoche...
En tiempos delicados, en los que la violencia gobierna en una sociedad fácilmente irritable, una palabra puede encender la llama de la ira. Las declaraciones de Cappa sobre Favale predisponen a los hinchas de su equipo para ser intolerantes con el árbitro. No importa lo que suceda después. No importan los aciertos o errores del árbitro, en este caso Favale. Lo realmente valioso es que cada protagonista del fútbol colabore con su granito de arena para no arrojar leña a tantos fuegos encendidos.
Así como a ciertos jugadores se les exige más dentro de la cancha, con algunos entrenadores pasa lo mismo: se le puede -y debe- exigir colaboración para "desdramatizar el juego". Ángel Cappa dixit.
