Coraje, atrevimiento y carácter, tres cualidades para distinguir un gran equipo en cualquier lugar del mundo
En Europa, los grandes equipos suelen estar compuestos por once cracks. En la Argentina, y en Sudamérica en general, tenemos otro contexto. No abundan ese tipo de jugadores pero sí los muy buenos futbolistas que, si se ven potenciados por la idea del entrenador, alcanzan a reunir virtudes muy parecidas y buenos rendimientos.
Pero existe un punto de conexión entre esos grandes equipos –insisto, cada uno en su ámbito–, cuando llega una final, un encuentro definitorio o una eliminatoria clave. Los une un cable por el que circulan cualidades como el coraje, el atrevimiento y el carácter.
El Real Madrid ha naturalizado estos condimentos a través de años de pelear y ganar títulos. Independiente, a su vez, parece haberlos recuperado después de muchísimo tiempo. No se trata de dos clubes del montón: ambos tienen historia, están impregnados de mística.
La palabra “final” es un jarabe que no siempre impulsa a sacar ese espíritu amateur que los futbolistas llevamos dentro. La tensión es muy grande cuando uno sabe que se juega todo en uno o dos partidos y en esos momentos lo único que se puede asegurar es el esfuerzo, que además queda bien. Salva la reputación y en tiempos en los que el sudor es más importante que el talento elimina la posibilidad del reproche. Por eso, la frase instalada para ese tipo de partidos es: “El esfuerzo no se negocia”. Yo creo que lo innegociable es la valentía para jugar sin complejos.
Real Madrid llegaba muy golpeado a su duelo de Champions League contra el París Saint Germain, pero sin embargo no era descabellado pensar que pudiera ganar. Por su habilidad eterna para moverse en los momentos límite y porque cuenta con jugadores curtidos, conocedores de las dificultades de la competencia. Pero sobre todo, porque al club la música tan especial de la Champions parece llegarle a las entrañas y le hace sentir que ese es su lugar.
Al Independiente actual le ocurre algo semejante. Por supuesto que puede perder y tener una mala noche, pero es casi imposible que sea un equipo futbolísticamente pasivo y apático, mucho menos en circunstancias decisivas. A veces descuida los detalles –que en eliminatorias cortas tienen efectos muy crueles–, pero su atrevimiento es indiscutible y lo empuja a saltar por encima de las dificultades y hasta de sus propios errores.
Independiente transmite hoy energía de adentro hacia afuera y por ahí se explica la correspondencia con su público, que se siente representado como hace muchos años no sucedía. Esa comunión es sin duda un gran mérito del entrenador Holan y de los jugadores.
La calma de Zidane
La valía que demostró el Real Madrid va por otro lado. La eliminación en la Copa del Rey y la distancia respecto al Barcelona en la Liga habían provocado serios cuestionamientos hacia el técnico, Zinedine Zidane, por su aparente inmovilismo para enfrentar la crisis. Sin embargo, pese a que en esas situaciones la gente pide modificaciones profundas, no necesariamente las soluciones se encuentran de ese modo.
Para un futbolista mirar al entrenador y ver que no se vuelve loco es muy positivo. Por querer hacer una revolución, un técnico puede acabar confundiéndose y lograr que de ese modo su equipo pierda sus rasgos de identidad. Suele ser mejor volver a las fuentes, detectar qué es lo que se hace mal y casi con los mismos jugadores buscar la solución desde la estabilidad. Cuando un técnico entra en la dinámica de cambiar y cambiar se va alejando de lo hecho previamente, y el futbolista cae en el desconcierto de no reconocer a su entrenador.
En el Bernabéu, Zidane además supo leer lo que su equipo necesitaba: no sintió temor de quitar a Casemiro, su volante más defensivo, e incorporar a Lucas Vázquez y Asensio para ganar fluidez por afuera. En Avellaneda, el Rojo puso voluntad y entrega para intentar compensar la inferioridad numérica.
Ambas llaves están abiertas porque ni el PSG ni Gremio son rivales sencillos. Uno tiene grandísimos jugadores, aunque no siempre se coordinen bien; el otro, con menor calidad, sabe perfectamente a qué quiere jugar.
No poseen, es cierto, esos intangibles que por ejemplo comparten Independiente y Real Madrid y que en días claves también suelen salir a la cancha. La historia y la mística que ningún magnate puede comprar de un día para otro, por ejemplo.
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