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Y una tarde se cayó Talleres. El equipo de la Docta dejó la punta del campeonato en manos de River tras caer de manera contundente ante Defensa y Justicia. Fue un 3-0 que reflejó con claridad las diferencias tácticas e individuales que existieron entre uno y otro, y que obligará al conjunto cordobés a resetearse rápidamente si pretender mantenerse en la pelea por el título.
Cuando se enfrentan dos equipos que hacen de la presión adelantada su modo de vida, la manija la tendrá aquel que mejor encuentre el método para superarla.
Amagó con serlo el equipo cordobés, con un par de robos en el arranque seguidos de desbordes filosos de Diego Valoyes. El segundo, a los 5, terminó con un cabezazo limpio pero desviado de Mateo Retegui, y la respuesta inmediata del Halcón fue una salida perfecta desde atrás. Precisa, veloz, profunda. Tras el encuentro a un toque entre Paredes y Walter Bou por derecha, los remates de Gabriel Hachen y Miguel Merentiel chocaron contra el cuerpo de Guido Herrera, pero la tercera fue la vencida. Disparó Bou, desvió con el cuerpo Merentiel y 1 a 0.
Podía suponerse en ese momento que empezaba un partido de ida y vuelta constante. Nada que ver. El gol fue un anuncio de lo que se venía encima a Talleres: un aluvión verde de fútbol directo nacido a partir de la tenacidad y el orden para asfixiar a los volantes rivales, recuperar y entonces desplegarse a todo lo ancho de la cancha para crear huecos gigantes en la defensa visitante.
Como si el “¡Dale campeón!” que bajaba de las tribunas recuperando el demorado festejo por las copas ganadas este año (Sudamericana y Recopa) fuese una inyección de memoria, Defensa y Justicia ofrecía una función impecable después de muchas jornadas grises. Excelente Kevin Gutiérrez en la distribución, habilidoso Hachen para gambetear o conducir según fuese necesario, profundo Paredes por la derecha, inteligente Bou para retroceder, tocar y llegar destapado al área, el conjunto de Sebastián Beccacece encontró la forma ideal de homenajear al técnico rosarino en su centésimo partido al frente del club de Varela.
Un contraataque supersónico coronó el baile a los 25. Rechazo de Colombo en el fondo, apertura de Gutiérrez a la izquierda, corrida de Hachen, centro y definición de Merentiel. Al mejor estilo Chelsea, Liverpool, Atlético de Madrid o el equipo que uno prefiera.
Enfrente, el orgulloso Talleres de los doce partidos invicto y las 8 victorias en los últimos 10 vivía un suplicio sin que el Cacique Medina diera señales de vida. El técnico uruguayo, tantas veces elogiado, esta vez pifió el diseño inicial, pero su inexplicable demora para intentar alguna variante le facilitó la tarea a los locales.
Juan Ignacio Méndez y Rodrigo Villagra perdían en todos los anticipos, Nahuel Tenaglia y Ángelo Martino eran superados por afuera y los centrales quedaban expuestos de manera permanente. La pelota no llegaba nunca limpia a los de arriba y, peor aún, volvía como un boomerang. Herrera le tapó el tercero al imparable Merentiel, Martino le pellizcó justo el remate a Bou y el 0-2 al descanso sonó incluso a buen negocio para los cordobeses.
Medina propuso una única variante para el segundo tiempo. Colocó a Julián Malatini por Komar para devolver a Tenaglia al centro de la defensa en un intento por tapar el agujero por ese sector de la retaguardia y ser una alternativa salida por la calle central, pero hasta los 10 no alteró una estructura general resquebrajada por los cuatro costados. En ese momento, el entrenador uruguayo tomó una decisión futbolísticamente lógica: afuera uno de los delanteros (Retegui), adentro Héctor Fértoli, un volante ofensivo para rellenar los espacios que habían estado vacíos en el primer tiempo.
La movilidad del recién ingresado despabiló a los cordobeses y por un buen rato la pelota cambió de dueño. Un disparo de Valoyes salió cerca del ángulo derecho; Michael Santos y Méndez probaron un par de veces a Unsaín y Diego García se resbaló cuando tenía todo a favor para descontar.
Al contrario de su colega, Beccacece reaccionó enseguida. Raúl Loaiza reforzó la mitad de cancha y el Halcón volvió a parecerse al de la primera mitad. Cerró definitivamente los caminos hacia su arco, recuperó el mando y adornó el festival con el 3-0 de Silva para que su gente delire con los olés y el grito de campeón decorando las gargantas.
A Talleres y al Cacique Medina le esperan días de reflexión. Nada está perdido. Pero la imagen fue incluso peor que el resultado, impropia de un equipo que de verdad quiera pelearle el título al River de Gallardo.