El caso Wolverhampton: una temporada pésima y rumbo a ser el peor equipo de la historia de la Premier League
Sumó apenas dos puntos en 15 fechas
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Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que Wolverhampton Wanderers era un proyecto respetado en la Premier League. Un equipo incómodo, competitivo, con identidad, capaz de discutirle puntos a los grandes y de codearse con Europa.
Hoy, en cambio, los Wolves caminan por el borde de un abismo estadístico que amenaza con empujarlos a un lugar indeseado: el de peor equipo de la historia de la Premier League desde su fundación en 1992.
Los números no admiten otra lectura. Con la temporada 2025/26 avanzada, Wolverhampton todavía no ganó un solo partido, acumula apenas dos puntos en 15 fechas y arrastra una inercia tan negativa que ya no se discute si descenderá, sino qué tan profundo será ese derrumbe en los libros de historia.
Un inicio que roza lo inédito
Quince partidos, dos empates y trece derrotas. Ninguna victoria. La proyección es devastadora: si mantuviera este ritmo, Wolverhampton cerraría la temporada con cinco puntos, una cifra que superaría con comodidad el récord negativo que hoy ostenta Derby County en 2007/08, descendido con 11 unidades, el piso histórico de la Premier League.
La décima derrota consecutiva, un 0-2 ante Brentford, fue algo más que otro resultado adverso. Funcionó como detonante. Las tribunas estallaron en protestas contra Fosun, el grupo chino propietario del club, señalado por los hinchas como principal responsable del vaciamiento deportivo.
“El problema ya no es ganar o perder, sino recuperar la confianza”, ensayó Rob Edwards, el entrenador que llegó para apagar el incendio tras la salida de Vítor Pereira. Pero el fuego sigue avanzando. Y las palabras, como los puntos, no alcanzan.
El último triunfo de Liga data de abril pasado, ante Leicester, otro club que terminaría descendiendo. Aquella victoria fue parte del sprint final que permitió salvar la categoría. Desde entonces, Wolverhampton se acostumbró a perder: son 21 partidos sin éxitos en la Liga inglesa.
El desarme como punto de partida
Para entender el colapso hay que mirar más allá del presente inmediato. Wolverhampton es víctima de una descapitalización deportiva progresiva, un goteo constante de figuras que terminó por vaciar al plantel.
Pedro Neto se fue al Chelsea. Rayan Aït-Nouri al Manchester City. Matheus Cunha al Manchester United. Antes habían partido Rúben Neves (Al-Hilal), Matheus Nunes (City) y Morgan Gibbs-White (Nottingham Forest). Demasiadas salidas, pocos reemplazos y ningún liderazgo consolidado.
El contraste es contundente: entre 2019 y 2020, los Wolves lograron dos séptimos puestos consecutivos, jugaron la Europa League y parecían haber encontrado un lugar estable en la élite. Hoy, ese ciclo exitoso parece pertenecer a otra era.
La planificación falló. El recambio no estuvo a la altura. Y la conducción deportiva quedó atrapada entre decisiones equivocadas y una austeridad demasiado fuerte que chocó de frente con la exigencia de la Premier League.
Un vestuario golpeado y números que asfixian
La estadística termina de completar el cuadro. Wolverhampton tiene diferencia de gol de -25, está 13 puntos por debajo de la zona de salvación y no muestra señales de reacción. El descenso no es una amenaza futura: es una certeza que solo espera fecha.
“Intentaremos terminar la temporada de la mejor manera posible”, dijo el defensor Emmanuel Agbadou, en una frase que resume el cambio de objetivos: ya no se trata de competir, sino de limitar daños.
El problema es que los daños ya son históricos. En casi 30 años de Premier League, ningún equipo cayó con menos de 11 puntos. Southampton descendió en 2024 con 12. Sheffield United lo hizo con 16. Wolverhampton hoy está muy por debajo de todos ellos.
Ni siquiera el consuelo estadístico de las rachas aparece como alivio. Según Opta, el récord de derrotas consecutivas en una temporada pertenece al Sunderland, con 15 caídas seguidas (2002/03), y 20 contando dos campañas. Los Wolves se acercan, semana a semana, a ese abismo.
Un club sin red
El clima que rodea al equipo es irrespirable. Protestas, silbidos, rechazo a la dirigencia, un proyecto deportivo difuso. La sensación es que Wolverhampton perdió algo más que partidos: perdió el rumbo.
La exigencia creció cuando llegaron los éxitos. La frustración explotó cuando esos éxitos se desarmaron sin explicación convincente. Hoy, los hinchas ya no empujan, sino que reclaman.
El calendario tampoco ofrece tregua. Antes de cerrar el año, los Wolves deberán visitar Anfield y Old Trafford, dos estadios que suelen amplificar las crisis ajenas. Sumar allí sería una hazaña.
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