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AL AIN.- El contraste es gigante. Más de un océano de distancia. River pasó de la pasión y el fervor que sus hinchas le demostraron en Buenos Aires primero y en Madrid después, a una ciudad en la que pocos los conocen y muy lejos está la chance de emular los banderazos realizados en las capitales argentina y española. Aquí están prohibidos.
Ahí está Javier Pinola, sentado a la medianoche árabe en un banco ubicado afuera del lujoso hotel donde se aloja River. El zaguero está solo. Nadie se le acerca. Nadie lo reconoce. Imposible imaginar esa situación, por ejemplo, frente al cinco estrellas que elige River cuando viaja a Mar del Plata a disputar los amistosos de verano.
Pinola mira fijo a su celular. Intenta comunicarse con sus seres queridos, que desde miles de kilómetros de distancia no logran comprender que aquí, por disposición gubernamental, están prohibidos las videoconferencias en vivo. No hay Whatsapp ni Messenger que sirvan. No hay modo de establecer la comunicación, aunque la pantalla insista en decirnos que se está "conectando". La única opción es el Skype, que por algún motivo tiene línea directa con el mundo.

De todas maneras, River está enfocado en la semifinal del Mundial de Clubes. Jugará el martes (mañana irá al majestuoso Hazza Bin Zayed para ver a su rival, que saldrá del choque entre el Al Ain FC y el Esperanza Deportiva de Túnez) y mientras tanto se entrena en horario vespertino en el complejo Al Ain Center, bajo la atenta mirada de los jeques. Detrás de una tribuna hay tres grandes fotos, intimidantes.
"¿Vos sos futbolista? ¿Me puedo sacar una foto con vos?", le pregunta uno de los pocos que se hospedan en el Hili Rayhaan, y que a la vez habla en español a un periodista. La credencial lo engaña. Y su desilusión es grande ante el no rotundo.
Hay un pequeño grupo en el medio del lobby que charla en español. Que reconoce a Marcelo Gallardo y lo saluda. El Muñeco, un caballero, se detiene y les regala más de 10 minutos de intercambio. Se ríen, conversan. Todo muy relajado. Jugadores y cuerpo técnico pasan casi inadvertidos por el lobby del hotel. Responden a preguntas de algunos curiosos, caminan unos 50 metros para deambular en el Hili Mall, un shopping de tres pisos y cuando quieren estar solos eligen sus habitaciones o una cómoda sala bien custodiada y sólo para la delegación millonaria.

También fue extraño el escenario de llegada y el de entrenamiento: absolutamente nadie en el aeropuerto de Abu Dhabi para recibir al campeón de América, y solo 30 periodistas para cubrir la práctica abierta en el estadio del Al Ain FC. Ningún cordón policial, ni operativo, ni sirenas, ni custodia al micro rumbo al hotel, ni nada. Difícil de asimilar rápido para un plantel que estuvo en el centro de la escena mundial hace menos de una semana en Madrid, y que había dejado suelo argentino rodeado de afecto multitudinario: el Monumental repleto para alojar la fallida segunda final, el afecto habitual en la previa del partido con Gimnasia, por la Copa Argentina, la caravana de despedida, el banderazo histórico en la Puerta del Sol. Lo único diferente, pero que trasciende la efímera presencia de River, es el estricto control para ingresar al hotel: como si fuera un aeropuerto, no se puede entrar sin antes pasar por un detector de metales.
No pasa solo con los futbolistas. Cuando un periodista argentino fue a buscar su credencial para cubrir los partidos se encontró con una situación insólita. Cuando Maurice, un simpático camerunés que forma parte de los empleados de la FIFA que otorgan esos documentos a la prensa, leyó la ciudadanía de ese cronista, le preguntó: "¿Y hay algún equipo argentino que compita en este Mundial de Clubes?". Ante la explicación y el anuncio de que River es ese equipo porque le ganó la final de la Copa Libertadores a Boca, en Madrid, el treintañero rememora: "Ah, sí, sí. La final del escándalo, la suspensión, las piedras". Las noticias del bochorno superaron a la información meramente deportiva.
Se insiste: es imposible encontrar estas situaciones en cualquier rincón de la Argentina o de algún país donde haya una mínima noción del fútbol occidental.
De todos modos, llegan noticias alentadoras desde Buenos Aires. Durante el fin de semana comenzarán a llegar fanáticos del Millo a estas tierras. "Tengo los pasajes y el hospedaje, pero está difícil conseguir entradas", comenta Marcelo desde el otro lado del mundo, mientras planea su viaje junto a cuatro familiares.
Mientras cuenta las horas para su debut y se adapta a las siete horas de diferencia que hay con Buenos Aires, River aprende a convivir con la soledad y la inédita sensación de sentirse un completo desconocido.



