El pelotero (toma XIX)

PELOTA AL ÁNGULO: Esteban Fuertes (Colón). Eterno, vigente hasta el final y goleador de varias décadas, el Bichi colgó los botines con dos impactos que terminaron de acrecentar su cuenta goleadora. Ejemplo de profesional, con un cuidado meticuloso de su físico, el símbolo moderno del Sabalero se despidió de la mejor manera y sus gritos ayudaron a la victoria de los de Sensini y a hundir un poco más a Banfield. Un cierre de carrera con todos los honores.

PELOTA AL ÁNGULO II: Emanuel Perea (All Boys). El tucumano vivió su tarde de gloria convirtiendo por triplicado en la victoria frente a Boca. Llegando vacío o definiendo con un anticipo, el mediocampista le asestó a los de Falcioni el tiro de gracia para sacarlo de la carrera por el título. Sus treinta y tres puntos lo ubicaron en el tercer lugar del campeonato, compartido con su derrotado y con Vélez, a sólo cinco unidades del campeón. Los cinco años de José Romero al frente del plantel tuvieron ayer el mejor premio y toda Floresta fue una fiesta.

PELOTA AFUERA: Mauro Bogado (San Martín, de San Juan). Los cuyanos llegaron a la última fecha con la ilusión de salir del descenso y ni siquiera jugar Promoción, pero la derrota ante San Lorenzo los obligará a transpirar un poco más. El comienzo del equipo de Sava fue muy bueno y el gol de Caprari le daba la victoria parcial, pero una jugada polémica rompió el partido y cambió todo. La conquista del empate de Bueno generó protestas al árbitro Delfino, y el mediocampista se pasó de rosca en su descontento. El fastidio de sus compañeros cuando le mostraron la roja fue tan lapidario como la decisión del juez.

PELOTA PERDIDA: Maximiliano Urruti (Newell´s). El delantero de la Lepra tuvo la victoria en sus pies ante Lanús, pero el mano a mano frente a Marchesín, lo terminó ganando el arquero. La caída en el rendimiento del conjunto de Martino en las fechas finales, no opacó en lo más mínimo una campaña sensacional que lo alejó del descenso. Para la próxima temporada tendrán que seguir sumando mucho, ya que una parte del trabajo todavía queda por hacerse en el futuro. Material hay de sobra.

PELOTA PARADA: Walter Kannemann (San Lorenzo). El corner que ejecutó Romagnoli y cabeceó el pibe se gritó como ningún otro gol en todo el campeonato. El Ciclón ganó un partido para el infarto y logró con su triunfo y la combinación de resultados esperada, poder tener derecho a jugar la Promoción. Una tarde inspirada del Pipi y los goles del oriental Carlos Bueno, sacaron a los de Boedo de terapia intensiva y lo pusieron en una sala de enfermos comunes. Ahora lo espera Instituto, pero esa será otra historia.

PELOTA DE TRAPO: Banfield. La caída libre del Taladro con la consumación del descenso, fue la crónica de una muerte anunciada. Una campaña paupérrima con solo once puntos, sumada a otra igual en el Apertura, trajo como consecuencia la pérdida de la categoría. Pésimas decisiones dirigenciales, cambio de entrenadores al por mayor y un plantel de jugadores que nunca rindió ni encontró confianza desde los resultados, se combinaron para el peor de los finales. Ni el título obtenido con Falcioni le sirvió de colchón para aliviar el impacto.

PELOTA DE CUERO: Tigre. Una campaña sensacional le permitió ganar "su" campeonato. Descontó casi cuarenta puntos para superar a Banfield, y también corriendo de atrás superó la línea de San Lorenzo. Más allá de la decepción por no poder jugar una final ante Arsenal, los de Arruabarrena tuvieron un rendimiento sensacional. Los goles del "Chino" Luna, la calidad de Castaño y Martínez y la firmeza de Echeverría fueron las columnas en las que se sostuvo un equipo que entregó excelentes pasajes de fútbol.

PELOTA DE ORO: Arsenal. Honor para la gente del Viaducto que por primera vez en su historia se dio el gusto de dar una vuelta olímpica. Con un esquema bien aceitado, con un trabajo de la pelota parada decisivo y el colectivo por encima de las individualidades, los de Alfaro tuvieron una recta final con seis triunfos y un empate que solo detuvo su marcha con el título. Nombres como los de Campestrini, Lisandro López o Leguizamón surgen con luces propias, pero el aporte de todo el plantel fue el gran secreto para llegar al Olimpo del fútbol.