Estilo Scaloni: más “revolución tranquila”, lo que indica el manual para otro ciclo del seleccionado argentino
El entrenador patentó un modo de gestión para asimilar la adversidad y cambiar sin destruir; los desafíos que le esperan
El primer desafío fue no marearse con la Copa América, evitar la complacencia de que la conquista en el Maracaná había sido la meta final, el punto de llegada. El siguiente examen de humildad y de comprobación de que se seguía con los pies sobre la tierra fue la manera de procesar la goleada a Italia por la Finalissima. Hacía mucho tiempo que no se tenía el parámetro contra un rival europeo. El 3-0 frente al campeón de la Eurocopa fue asumido como otro peaje dentro un tránsito fluido, hacia destinos más venturosos. Conducción firme y atenta, por si tocaba irse a la banquina ante una curva imprevista, que se terminó llamando Arabia Saudita.
La consagración en Qatar provocó un estruendo jubiloso y popular de dimensiones jamás vistas. Una identificación plena en época de fragmentaciones de todo tipo, sociales, políticas y económicas.
La obra del seleccionado quedaba completa. Desde Europa, más de un medio periodístico hacía llegar una inquietud: ¿para qué se queda Lionel Scaloni? ¿Qué más puede conseguir?, si sobran clubes europeos de primer nivel que podrían duplicarle el contrato que renovó con la AFA.
No hay respuesta inequívoca para esos interrogantes, pero se podría arriesgar que el entrenador sigue porque aún le quedan “revoluciones tranquilas” por poner en práctica. Consiguió salir sin rasguños de situaciones traumáticas, de las que producen un desgaste del que muchas veces cuesta recuperarse. Las transformaciones de gran calado se encuentran desde su primera lista, en agosto de 2018, con la renovación post-Mundial de Rusia. Aparecieron apellidos que empezaron a ser habituales hasta transformarse en piezas consolidadas: Rodrigo De Paul, Leandro Paredes, Giovani Lo Celso.
Antes de que se patentara la “Scaloneta”, el chasis crujió cuando Sergio Agüero, en la Copa América 2019, se molestó porque se enteró por la prensa de que iba a ser suplente en un partido. Y más adelante, fue Ángel Di María el que hizo pública su impaciencia porque no llegaba la convocatoria que él creía merecer.
Las rebeliones en la granja fueron rápidamente sofocadas, con diálogo y entendimiento puertas adentro. La “revolución tranquila” más trascendente fue integrar a Lionel Messi a un ciclo que había comenzado sin él, que se había tomado un tiempo de desintoxicación tras el convulso Mundial de Rusia.
La derrota en el debut contra Arabia Saudita pudo ser un terremoto con consecuencias devastadoras. Hubo cirugía mayor para el siguiente partido, cinco cambios en una formación que parecía estable y consolidada. De la columna vertebral salieron Leandro Paredes y Lautaro Martínez. Se salió adelante anteponiendo el interés colectivo a los egos individuales. Es muy simbólico y representativo que tras la final ante Francia, el primer jugador que fue abrazar a Scaloni haya sido Paredes, uno de los menos beneficiados con la reconstrucción que hubo que hacer sobre la marcha.
El ejercicio de humildad de Scaloni
La próxima “revolución tranquila” a ejecutar fue anunciada por el entrenador en la última conferencia de prensa: “Que nadie se crea dueño de la selección, el Mundial ya pasó”. Será difícil desprenderse de lo de Qatar en el acontecimiento histórico que este jueves se vivirá en el Monumental. Convivir con el halago y la pleitesía también implica un cambio cultural en un fútbol que, por norma, no tiene más memoria que para que lo ocurre en el día.
El desafío a futuro pasa por tener activo el músculo competitivo. Estar a la altura de lo conseguido, que no necesariamente significa seguir siendo campeón de todo torneo, sino de ser fiel a los principios que lo trajeron hasta acá. Scaloni supo acompasar dos velocidades distintas: mantener una base e ir acoplando el recambio. Siempre fue más innovador que inmovilista.
Los ciclos biológicos y las inevitables oscilaciones en los rendimientos irán dejando campeones del mundo por el camino. Scaloni queda al frente de una renovación que no se intuye profunda en el corto plazo, pero que conviene ir previendo porque en la alta competencia, y más para un campeón del mundo al que todos los rivales “le tendrán ganas”, llegar tarde en la toma de decisiones es una forma de quedar rezagado.
Alejandro Garnacho -finalmente no vino por una lesión-, Maxi Perrone y Facundo Buonanotte son algunos nombres de una lista a la que se irán incorporando otros (podría ser Carlos Alcaraz).
La realidad y las vicisitudes siempre interpelaron a Scaloni, el conductor que concilia dos términos antagónicos: “revolución tranquila”.
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