Independiente cree en sí mismo: el dulce presente que surgió a partir de las adversidades
Hace un mes era difícil prever que el Rey de Copas iba a estar entre los cuatro primeros del torneo local y prácticamente clasificado para los octavos de final de la Sudamericana
Una vez más, el Covid-19 se interpone en los calendarios del fútbol y crea situaciones que obliga a resetear programaciones y planificaciones a los diferentes equipos. La actual seguramente afecta de manera distinta a los cuatro semifinalistas de la Copa de la Liga Profesional. Racing, Boca e Independiente comparten un factor: la postergación de la etapa final del certamen les ofrece unos días de descanso después de un trajín de nueve partidos en los últimos 30 días. Pero en el caso del Rojo la interrupción tiene un matiz contradictorio, porque al mismo tiempo corta una actualidad dulce, forjada a partir de la superación de una insólita cadena de adversidades.
Hace un mes era difícil prever que el Rey de Copas iba a estar entre los cuatro primeros del torneo local y prácticamente clasificado para los octavos de final de la Sudamericana. Ni el rendimiento ni los resultados alentaban esa idea. El equipo atravesaba el brote de coronavirus que afectó a once jugadores y todo el cuerpo técnico, y todavía mascullaba la bronca por la derrota sobre la hora en el clásico ante la Academia con aquel penal que vio equivocadamente Mauro Vigliano. Las dudas sobrevolaban cada rincón del equipo. Y todavía quedaban calamidades por venir.
El viaje a Salvador de Bahía, con las ocho horas de demora en el aeropuerto sin agua ni comida y la deportación de ocho futbolistas luego de obligarlos a dormir en la estación aérea fue la primera. Seguiría el fallecimiento de la mujer de Julio César Falcioni, y en el medio se sucedieron expulsiones muy discutibles (Juan Pacchini en Montevideo ante Torque, Thomas Ortega frente a Estudiantes), el desfile de cuatro entrenadores sentados en el banco (Falcioni, Omar Píccoli, Pedro Monzón y César Velázquez) y hasta un vendaval durante el segundo tiempo del encuentro en Bahía. Y sin embargo...
“La adversidad es un escenario no previsto ante el cual hay que inventar nuevas respuestas que solo la práctica nos dirá si funcionan o no”, analiza el psicólogo Juan Manuel Brindisi, quien trabaja en el departamento de selecciones juveniles de AFA. “El control emocional es hermano directo de la confianza, y la confianza es clave en la conducta de un equipo ante la adversidad”, señala su colega y psiquiatra Leo Seiref, especializado en el tratamiento de deportistas.
En ese sentido, la polémica excursión a Brasil pareció actuar como elemento “bisagra” para modificar la hoja de ruta de Independiente. El 2-2 obtenido en Bahía acabaría siendo la herramienta ideal para endurecer la unidad interna y modificar el rumbo.
El viaje a Brasil, un punto de inflexión
“La resolución de contingencias negativas requiere de flexibilidad mental, lazos afectivos y de saber actuar con los recursos que se tienen a mano”, explica Brindisi. Quizás porque en los últimos años Independiente se acostumbró a las tempestades, ese proceso se produjo de manera casi natural. Tras el pase a semifinales en la Copa de la Liga, Fabricio Bustos apuntó a esos aspectos: “Estamos muy fuertes y nos acompañamos entre todos” declaró. Sebastián Sosa lo ratificaría apenas terminado el partido en La Plata: “El equipo se entrega por completo y deja todo por respaldar al entrenador. Por eso el esfuerzo en Brasil, en Uruguay y hoy”.
“Es importante lograr la resonancia subjetiva”, subraya Brindisi, y aclara: “Saber que el compañero que se tiene al lado no te dejará solo, que pondrá lo necesario para alcanzar el objetivo común, resuena interiormente y se expresa hacia afuera como fortaleza mental. Ni siquiera hace falta llevarse bien fuera de la cancha, basta con saber que ese lazo y esa convicción están cuando se necesitan”.
La buena utilización de los recursos disponibles fue el otro aspecto que ayudó a convertir en presente esperanzador lo que pintaba como decepción. Los goles de Jonathan Herrera en la Copa Sudamericana, la consolidación de Sergio Barreto en la defensa tras la marcha de Alan Franco, la recuperación futbolística de Domingo Blanco y Lucas Romero, la regularidad de Bustos, las actuaciones de Sebastián Sosa y los aportes puntuales de los habituales suplentes fueron sosteniendo la ilusión. Los cambios tácticos y los resultados favorables fueron mejorando el juego y alimentando la fuerza espiritual para seguir avanzando. Incluso la fortuna viró a favor, basta con ver el gol en contra que definió la última victoria ante el Bahía.
Es por todo esto que la postergación del encuentro ante Colón se aprecia como un palo en la rueda, y motiva el pedido de la dirigencia para que el torneo se defina cuanto antes. No solo se trata de aprovechar el momento anímico sino de impedir que los rivales puedan reforzarse durante el receso, algo que para el Rojo no será nada sencillo.
Resulta difícil aventurar qué movimientos habrá en el plantel a partir de junio, pero las cuentas del club -y unas elecciones de pronóstico incierto en diciembre- no invitan al optimismo. Asegurada la marcha de Jonathan Menéndez al Real Salt Lake de la MLS, la necesidad de ingresar dinero llevaría a aceptar toda buena oferta, tal como ocurrió con Franco, Menéndez, e incluso Bustos, que finalmente se quedó por decisión propia.
De los que pueden llegar ni siquiera se comenzó a conversar, entre otras cosas porque pesa el riesgo de una inhibición de FIFA por deudas impagas con el Torino (pase de Gastón Silva) y con el chileno Francisco Silva. Falcioni sí contará con dos “refuerzos” asegurados. Ezequiel Muñoz, el marcador central ex Lanús que se lesionó de gravedad antes de debutar en el Rojo, y el uruguayo Carlos Benavídez deberían estar recuperados y disponibles cuando vuelva la actividad. También podría regresar Francisco Pizzini, a préstamo en Defensa y Justicia hasta el 30 de junio.
Pero esos son temas a largo plazo. En el corto, el presente le sonríe a Independiente. Tiene una semifinal a la vista y un empate ante el modesto Guabirá el miércoles próximo lo depositará en octavos de final de la Sudamericana. El Rojo, por fin, se ve fuerte y cree en sí mismo, una sensación que se había evaporado hace tiempo y que la adversidad hizo crecer de manera inesperada.
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