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MENDOZA.- Independiente llegó a Mendoza entonado por su buena campaña y la euforia del triunfo contra Racing, optimista ante la visita a un equipo en crisis y en plena transición de entrenador. Sin embargo, se encontró con un adversario que a su mala salud deportiva le contrapuso orgullo, tratando cada uno de sus jugadores de ganarse un puesto en el nuevo proyecto que comienza hoy Omar Asad. El visitante fue superior durante la primera media hora, se adueñó de la banda derecha y creó algunas oportunidades, pero después cedió el manejo de la pelota y se enredó en un partido impreciso, tosco y poco vistoso que al final estuvo más cerca de ganar Godoy Cruz.
Tampoco fue ayer el día en que el estadio Malvinas Argentinas pudo presenciar por fin buen fútbol. Oldrá, técnico interino de Godoy Cruz, dispuso un equipo trabajador y rápido para contener el potencial ofensivo del rival. No lo logró durante la primera parte, protagonizado por rápidas incursiones de Parra y la movilidad constante de Patricio Rodríguez ante una defensa local bien entrenada en el fuera de juego. El equipo tombino, atenazado por las malas sensaciones y reproches entre los propios compañeros, no daba tres pases seguidos y se salvaba del naufragio por la consistencia defensiva de su inédita pareja de centrales, el trabajo recuperador de Lértora y el criterio de Diego Villar. La pelota era de Independiente, equilibrado en el medio campo por el buen hacer de Godoy. A los 28m, Farías tuvo una clara ocasión frente a Ibáñez tras un pase errado de Zelmar García. No tendría muchas más.
Sorprendentemente, Godoy Cruz comenzó a equilibrar el partido, a sacudirse el miedo, y Cevallos tuvo una oportunidad clarísima de gol tras un pase cruzado de 40 metros de Diego Villar. Ya fuera por el pésimo estado del campo, un par de errores innecesarios del arquero Gabbarini o por simple exceso de confianza visitante, Independiente se desinfló y el local llegó al descanso emparejado.
La segunda parte comenzó como terminó la primera. Leandro Caruso, algo lento pero muy participativo, gozó de dos ocasiones en medio de un encuentro que seguía siendo notablemente impreciso. El balón pertenecía más al equipo local, e Independiente guardaba la frescura de Villafáñez y la amenaza de Rodríguez: el presagio constante de contraataques que no llegarían a ser culminados por sus delanteros, bien sujetados por Olivares y Curbelo. Pese a la lesión de Villar, Godoy Cruz siguió empujando durante todo el segundo tiempo, sin descanso ni tampoco mucha efectividad; pero le había arrebatado el mando del partido a Independiente.
En el final, ya con diez jugadores, Independiente acabó considerando bueno el empate. El empate, igual, sonó a ocasión perdida; desperdició casi una hora de partido. Y tuvo mucha suerte de que el balón no entrase en un cabezazo final de Ramírez (tras un nuevo error de Gabbarini) que, siendo justos, hubiese sido demasiado botín para un Godoy Cruz que se aferra al liderazgo de Asad para reencontrar su identidad y un rumbo claro.