Lanús-River. La historia de José Sand, la promesa de arquero que se transformó en goleador eterno gracias a su madre
El delantero correntino anotó dos goles decisivos en la remontada histórica del club granate, su verdadero lugar en el mundo
Da lo mismo si el gol es en una final del torneo local frente a San Lorenzo, contra River en una definición de la Supercopa Argentina o en un encuentro de escasa trascendencia de los varios que debe haber disputado con las 15 camisetas que vistió a lo largo de su carrera. A la hora de la celebración, para José Sand no hay término medio. De su boca el grito siempre saldrá de manera furiosa. Desde el alma, la secuencia forma parte de un rasgo característico. “Así se grita un gol de verdad”, aseguran.
Hace poco, Pepe superó la barrera de los 100 goles con el Granate. “Mi casa siempre fue Lanús”, repite. En la ‘Fortaleza’ su apellido es un símbolo y quedará por siempre en la historia grande: junto con Lautaro Acosta fueron protagonistas de cuatro de los seis títulos del club. Y anoche todos volvieron a estremecerse por Sand.
Fue extenso el recorrido (nació el 17 de julio de 1980, en Bella Vista, Corrientes) para llegar a un presente lleno de orgullo y satisfacción. Toda su infancia se la pasó corriendo detrás de la pelota en las calles de tierra del pueblo y en el club Barrio Norte. Hasta los 10 años fue arquero, como su padre Raúl. La visionaria fue su madre, Amancia del Carmen: ella le pidió que subiera a jugar de 9.
Anoche lo demostró: hizo dos goles decisivos que se clavaron en el corazón de River. Fue el que empezó la remontada de Lanús. Histórico. “Es un premio merecido. Entramos medio dormidos, pero en el entretiempo dijimos que teníamos que salir con todo. Hacíamos tres goles o nos hacían diez. Por suerte conseguimos algo espectacular”, dijo Sand.
Sin posibilidades de lucirse en River, formó parte de un plantel histórico para Lanús, ese que le brindó el título en el Apertura 2007. Admirador de Batistuta, al tiempo fue el máximo anotador del Apertura 2008 y el Clausura 2009. Fueron los primeros pasos para ser adorado. En Lanús no hay simpatizante que no adore su juego.
A Pepe Sand lo incomoda estar en el centro de la escena. Prefiere el bajo perfil y celebrar semanalmente asados con sus amigos en el stud El Mono, en Palermo. Porque ahí es donde surge su otra pasión: los caballos. Y en las vacaciones se va siempre a Corrientes, su tierra, donde tiene un haras. Las escapadas también incluyen jornadas de caza y pesca. “Mi primer caballo se llamó Joselito. Le había prometido a mi abuelo materno que cuando pudiera iba a dedicarme a los caballos, como él”, le confesó una vez a la nacion. Entre 2009 y 2012 jugó en Dubai, España y México. Allá no consiguió disfrutar de las carreras. “Los hipódromos estaban lejos...”.
No fue sencillo su camino. Hubo momentos duros que incluyeron golpes familiares como la pérdida de una hijita recién nacida. Tenaz, construyó buena parte de su carrera a fuerza de préstamos y goles en diversos clubes. “Siempre hay cosas que van quedando. No rendir en clubes grandes fue una cuenta pendiente. En Racing no anduve bien. En River tuve un semestre bueno pero después fueron regulares”. No tiene prejuicios para confesar que para superar el mal paso por la Academia debió recurrir a la ayuda de un psicólogo. Lo intentó en Tigre, Boca Unidos y Argentinos, sin poder recuperar su nivel. Mejoró su físico y buscó apoyo en el reparo de su familia. Hasta que llegó a Aldosivi, la plataforma para que en Lanús colocaran nuevamente los ojos en él cuando se despedía 2015. En aquel verano no pudo contener la emoción en la primera conferencia de prensa desde su retorno: “Luché mucho por volver y quiero retirarme acá”, declaró. Tal vez en ese momento no imaginó que el futuro sería todavía mejor que el exitoso pasado que había disfrutado seis años atrás. De la mano de Jorge Almirón, este devoto del Gauchito Gil festejó tres títulos: el torneo local, la Copa Bicentenario y la Supercopa Argentina. Su reencuentro con Laucha Acosta, aquel con el que brilló en su primera etapa en el Sur, hoy le rinde dividendos a un equipo que jamás dejó de creer en sí mismo. Así como tampoco Pepe nunca dejó de creer en sus condiciones, esas que hoy, en Lanús, prácticamente lo distinguen como una divinidad.
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